Por El Zubi
José Dámaso Rodríguez Rodríguez “Pepete” nació en Córdoba el 11 de diciembre de 1824 y murió 38 años después en Madrid, un 20 de abril de 1862, toreando al toro de Miura “Jocinero”. Fue “Pepete” un excelente banderillero, pero sobre todo fue un gran torero, de fuerza, personalidad y mucha valentía. Era audaz y temerario, que actuaba con serenidad y despreocupación ante los mayores peligros. Podría decirse que era un “irresponsable”.
En 1844 se casó con la cordobesa Rafaela Bejarano, hermana de la madre del que seria genial torero “Rafael Guerra”. El escritor francés Alejandro Dumas que hacia 1846 pasó una larga temporada en Córdoba, le conoció y trabó con él una buena amistad. Pepete alternó con los toreros de primera fila de su época: El Camará, Bocanegra y Caniqui. Tomó la alternativa en 1852 de la mano de Curro Cúchares, y se la confirmó en el mismo año su tío Antonio Luque en Madrid.
Fue en Madrid donde le aguardaba la muerte a este valiente torero cordobés. En una corrida celebrada en el coso circense un 20 de abril de 1862, en un mano a mano con Cayetano Sanz. Su segundo toro se llamaba “Jocinero” de la ganadería de Miura. Era un berrendo en negro, alunarado, botinero, capirote, tipo de los “cabrereños”, de cuerna bien colocada y un tanto corta. Después de ser trasteado por “Pepete” con el capote, el toro salió suelto y arremetió contra el picador Antonio Calderón, que cayó del caballo quedando al descubierto, escena que se vivió en la plaza con gran terror por parte del público. En cuestión de segundos “Pepete” saltó la barrera y corrió a hacerle el quite al picador vencido. El toro salió del caballo atraído por la carrera del torero y ambos se encontraron en el viaje, intentando “Pepete” quebrarlo con el capote en el brazo izquierdo, pero “Jocinero” lo enganchó con el pitón derecho por la cadera. El torero se sujetó del pitón izquierdo para desprenderse del toro y caer, pero el toro le arreó dos “hachazos” mortales con el cuerno izquierdo. El primero le causó un puntazo en la tetilla izquierda y el segundo, una profunda cornada en el corazón, rebañándole la cavidad torácica, entre el estupor del público que gritaba aterrorizado antes tal escena.
Cuentan las crónicas de la época, que “Pepete”, tras este mortal encontronazo salió despedido de la testa del toro y cayó en la arena. Logró incorporarse sin la ayuda de nadie. Incluso se limpió el polvo de la taleguilla con la mano derecha en unos segundos de silencio estremecedor en que se sumió la plaza. En perfecto equilibrio fue caminando hasta la puerta de alguaciles donde cayó fulminado dando con la cabeza en el estribo, que le produjo una gran herida en la frente a la vez que arrojaba ya caños de sangre por el pecho.
Llevado a la enfermería por las asistencias, le atendió el doctor González Aguinaga, que tras desposeerle la camisa le descubre el terrible daño que le había causado el toro. El médico comprendió que las heridas eran mortales e irreversibles, pero intentó reanimarlo. Mientras esto ocurría “Pepete” recobró unos segundos la consciencia, y con voz apagada le preguntó: “¿Es argo, doctor?”… y murió a los tres minutos. Su muerte fue muy sentida entre la afición, y el país se llenó de coplas y romances populares con su nombre, coplas tales como esta:
“Pepete salió a la plaza
como un torero valiente;
por salvar a un picador
el toro le dio la muerte”.
En 1844 se casó con la cordobesa Rafaela Bejarano, hermana de la madre del que seria genial torero “Rafael Guerra”. El escritor francés Alejandro Dumas que hacia 1846 pasó una larga temporada en Córdoba, le conoció y trabó con él una buena amistad. Pepete alternó con los toreros de primera fila de su época: El Camará, Bocanegra y Caniqui. Tomó la alternativa en 1852 de la mano de Curro Cúchares, y se la confirmó en el mismo año su tío Antonio Luque en Madrid.
Fue en Madrid donde le aguardaba la muerte a este valiente torero cordobés. En una corrida celebrada en el coso circense un 20 de abril de 1862, en un mano a mano con Cayetano Sanz. Su segundo toro se llamaba “Jocinero” de la ganadería de Miura. Era un berrendo en negro, alunarado, botinero, capirote, tipo de los “cabrereños”, de cuerna bien colocada y un tanto corta. Después de ser trasteado por “Pepete” con el capote, el toro salió suelto y arremetió contra el picador Antonio Calderón, que cayó del caballo quedando al descubierto, escena que se vivió en la plaza con gran terror por parte del público. En cuestión de segundos “Pepete” saltó la barrera y corrió a hacerle el quite al picador vencido. El toro salió del caballo atraído por la carrera del torero y ambos se encontraron en el viaje, intentando “Pepete” quebrarlo con el capote en el brazo izquierdo, pero “Jocinero” lo enganchó con el pitón derecho por la cadera. El torero se sujetó del pitón izquierdo para desprenderse del toro y caer, pero el toro le arreó dos “hachazos” mortales con el cuerno izquierdo. El primero le causó un puntazo en la tetilla izquierda y el segundo, una profunda cornada en el corazón, rebañándole la cavidad torácica, entre el estupor del público que gritaba aterrorizado antes tal escena.
Cuentan las crónicas de la época, que “Pepete”, tras este mortal encontronazo salió despedido de la testa del toro y cayó en la arena. Logró incorporarse sin la ayuda de nadie. Incluso se limpió el polvo de la taleguilla con la mano derecha en unos segundos de silencio estremecedor en que se sumió la plaza. En perfecto equilibrio fue caminando hasta la puerta de alguaciles donde cayó fulminado dando con la cabeza en el estribo, que le produjo una gran herida en la frente a la vez que arrojaba ya caños de sangre por el pecho.
Llevado a la enfermería por las asistencias, le atendió el doctor González Aguinaga, que tras desposeerle la camisa le descubre el terrible daño que le había causado el toro. El médico comprendió que las heridas eran mortales e irreversibles, pero intentó reanimarlo. Mientras esto ocurría “Pepete” recobró unos segundos la consciencia, y con voz apagada le preguntó: “¿Es argo, doctor?”… y murió a los tres minutos. Su muerte fue muy sentida entre la afición, y el país se llenó de coplas y romances populares con su nombre, coplas tales como esta:
“Pepete salió a la plaza
como un torero valiente;
por salvar a un picador
el toro le dio la muerte”.
Con "Jocinero" empezo la lista negra de los toros de Miura.
ResponderEliminarhttp://miuralaganaderia.blogspot.com/