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domingo, 9 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo VI)


LA RADIO Y LA TELEVISION CREAN UN NUEVO LENGUAJE INFORMATIVO

Por El Zubi
Hacia el año 1947 la radio comienza a dar sus primeros balbuceos como nuevo medio de comunicación e información taurina. En pocos años adquirirá una importancia extraordinaria, añadiéndose a la inmediatez de la radio la fuerza pragmática de la televisión, con las retransmisiones en directo y sus programas taurinos monográficos. Se introduce  pues un nuevo elemento en la historia del periodismo taurino, que son los juicios valorativos y opiniones críticas en el momento en que se producen los hechos con las retransmisiones en directo tanto por radio como televisión. Hacia los años sesenta, a la onda media, onda corta y larga en la radio, se incorpora la Frecuencia Modulada (FM) con sonido estereofónico con una calidad sonora extraordinaria, que vendrá con el tiempo a hacerse la dueña de la banda en las emisoras convencionales, dejando en la marginación las emisiones en onda media y corta.
En Televisión los años corren también progresivamente para el medio, no sólo se incorpora el color en las emisiones, sino que las emisiones en digital y satélite vienen a sustituir a la señal analógica, con una calidad de definición de imagen insospechada sólo unos pocos años antes. Para rizar el rizo, veremos además como a finales del siglo XX  se incorporan nuevas tecnologías informáticas a los medios de comunicación. Los periodistas pueden ya escribir en un ordenador portátil la crónica de unos hechos segundos después de que estos ocurran y transmitirla desde la misma plaza de toros en milésimas de segundos a sus emisoras de radio, televisión o redacción de periódico a través del correo electrónico, ya sea a través de su propia wi-fi o con teléfonos móviles vía satélite. Con la llegada del ordenador personal y las nuevas tecnologías informáticas, surgen nuevos medios informativos a través de Internet: periódicos digitales de información general, paralelos a los editados en papel, que cada día cuentan con más adeptos, y que como es natural se van a especializar también en la temática taurina. Surgen así en nuestro país varios “Periódicos Digitales Taurinos” muy visitados que más adelante citaremos. Si  “Don Modesto”, “Dulzuras” o “Sobaquillo” y demás cronistas taurinos de finales del siglo XIX y principios del XX levantaran la cabeza,  se morirían de nuevo del vértigo e impacto que percibirían, como si de un relato de Julio Verne se tratara.   
 Pero empecemos por el principio. Cuenta “Clarito” (César Jalón) en sus  “Memorias”, que el periodismo taurino radiofónico se inició con el gaditano Salvador Rapallo alías “Taleguilla”, primer locutor especializado. Le sucedió el periodista citado en el capítulo anterior “Curro Meloja” y Antonio García-Ramos de Radio Nacional de España y Televisión Española, que nacido en Huelva fue también crítico taurino del periódico local Odiel y corresponsal de El Ruedo.
Otros periodistas taurinos de la época fueron Rafael Campos de España que se prodigó en Radio Nacional de España y en Televisión Española. Manuel Lozano Sevilla que escribió durante muchos años en La Vanguardia. Su voz estaba llena de elocuencia en RNE. Fue el primer crítico taurino que apareció en las pantallas de TVE en aquella su primera época, una televisión aun incipiente y sin medios que emitía en blanco y negro, con muy mala definición de imagen y que llegaba a muy pocas casas en España y con alguna dificultad en sus emisiones.
No podemos olvidar al prestigioso periodista José Luis Sánchez Garrido que firmó sus crónicas como “Jose Luis de Córdoba”, el  cual estuvo como cronista taurino en el Diario “Córdoba” más cuarenta años, simultaneando además las corresponsalías del semanario El Ruedo y de la Agencia EFE, durante el mismo tiempo. “José Luis de Córdoba” fue además, el prototipo de periodista-todo-terreno, pues compaginó la crítica taurina con la información general.  Este insigne periodista llegó a ser el decano de los críticos taurinos hasta que murió en la década del 2000. Estuvo con 92 años, colaborando semanalmente en las páginas del Diario Córdoba, analizando el mundo de los toros con una objetividad ejemplarizante. Su carrera profesional como crítico taurino se dilató durante setenta y cinco años.  Hay que hacer mención especial a aquel pionero de la prensa taurina cordobesa, Tarik del Imperio y a su revista El Califa, que sentó un importante precedente en la prensa taurina local cordobesa. Otro gran profesional de la prensa gráfica taurina fue “Ladis padre”, Ladislao Rodríguez Benítez, que dejó reflejada la historia de la tauromaquia cordobesa del siglo XX. Su Hijo Ladislao Rodríguez Galán “Ladis” , ha sido el continuador de esta dinastía de grandes reporteros gráficos donde debemos de que incluir a Framar y a Ricardo.  
El gran “monstruo” de la radio y de la televisión en está época y hasta nuestros días  fue, es y será siempre Matías Prats Cañete, cordobés de Villa del Río. Un hombre de extraordinaria plástica verbal llena de brillos y expresión. Profesional irrepetible, dotado con un don especial para la comunicación y la narración, siempre muy documentado, que a pesar de su avanzada edad siguió hasta su muerte ilusionado como un principiante por este maravilloso oficio que ha sido su propia vida. Un espejo  donde mirarnos para todos los periodistas que ejercemos diariamente con ilusión y honradez este, a veces, complicado oficio. La voz de Matías Prats era sinónimo de objetividad, calidad, solidez y honradez profesional. Un lujo para los aficionados a la Fiesta y al deporte, que hemos disfrutado hasta el éxtasis con sus extraordinarias e inolvidables retransmisiones. Otros periodistas radiofónicos de estos años que tratamos son: José Antonio del Moral, García-Muñoz Bermejo, Antonio de Olano, Luque del Pino alias “Curro Fetén”, Meléndez Inchausti alias “Pepe-Hillo”.
Entre las décadas de los sesenta a la de los ochenta aparece una gran hornada de extraordinarios críticos taurinos en prensa escrita en Madrid que harán historia: Alfonso Navalón, Vicente Zabala, Carlos de Rojas y Joaquín Vidal Vizcaíno.
Alfonso Navalón fue crítico taurino de Informaciones y Pueblo, colaborador de El Ruedo, luchó por la regeneración, la limpieza y la honradez en la crítica taurina. Nacido en Huelva tuvo un éxito brillante. Siempre estuvo  en primera línea de la crítica.
Vicente Zabala, crítico taurino en un principio de El Alcázar y Nuevo Diario. Sucedió a Antonio Díaz Cañabate en la cátedra de ABC. Cronista objetivo, minucioso y sobrio de gran dignidad, se convirtió en un vigilante obsesivo de la Fiesta. Por desgracia nos dejó hace pocos años al estrellarse el avión en el que viajaba hacia Cali, cuando iba a cubrir informativamente la feria taurina de esta ciudad colombiana. Su muerte fue un fuerte mazazo para la afición y para la profesión periodística española e hispanoamericana. Le sucedió en esta importante sección de ABC su hijo del mismo nombre, Vicente Zabala, que de “tal palo tal astilla” pues ejerce la crítica taurina con la misma brillantez y maestría que su añorado padre.
Joaquín Vidal Vizcaíno, santanderino que comenzó su carrera como crítico en el diario bilbaíno Hierro pasando después a Pueblo e Informaciones, para ser finalmente el titular taurino indiscutible en El País hasta que a principios de abril del 2002 murió. En este periódico nacional sentó cátedra definitiva erigiéndose en el modelo a seguir por los nuevos críticos taurinos de la actualidad. Defensor del toreo en su plenitud máxima, exigente e insobornable, tuvo un estilo certero y un punzante sentido del humor, con una dialéctica prácticamente invulnerable, personal, convincente y de una valerosa objetividad. Crítico coherente y mesurado fue un testimonio irremplazable del toreo de nuestros días, pues puso el dedo en la llaga de los males que aquejan a la Fiesta en la actualidad. Con Joaquín Vidal se renovó sin duda la crítica taurina como género periodístico al que dignificó con su inmensa calidad literaria y personalidad. Tuvo siempre un lugar especial en su corazón para el toreo de verdad y  de arte de Curro Romero y Rafael de Paula, dos toreros a los que sin conocerlos personalmente, dedicó crónicas preciosas y emocionantes. Pero tuvo también ojos para ver a los toreros modestos a los que siempre ponderó y valoró. Con su muerte se fue un gran maestro del periodismo taurino, dejándonos en la orfandad a muchos aficionados que seguíamos día a día con fruición todas sus maravillosas crónicas. Su ausencia ha dejado un hueco en esta profesión difícil de ocupar por nadie. 
(Continúa mañana)

sábado, 8 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo V)


LA NUEVA CRITICA TAURINA DESPUES DE LA GUERRA CIVIL: “LOS AÑOS DE “DÍGAME” Y “EL RUEDO”


Por El Zubi
Al término de la Guerra Civil, la cabaña de ganadería brava había quedado muy dañada, pues desaparecieron más de treinta de las mayores ganaderías de toros, que venían soportando desde hacía años el peso de la Fiesta. El resultado de esta realidad es que hasta los años sesenta no se consigue un equilibrio zootécnico ni una normalidad en la producción ganadera de reses bravas, pero ya con un toro nuevo, con menos fuerza y bravura que se cae continuamente, y con el “afeitado de los cuernos” casi institucionalizado, hecho este ante el que la Administración venía haciendo la vista gorda desde 1940. Sin embargo esta crisis en la calidad ganadera coincide con la reanimación de la afición a los toros. España era un país triste y pobre, a causa de las muertes y destrucción de una guerra, y el público harto de tanto espanto y desgracias, estaba ansioso de espectáculos y diversión. La gente se volcaba en las Plazas de toros, pues el aislamiento de España tras  la II Guerra Mundial (España se cerró en sí misma), hizo que ni siquiera llegaran aquí  los últimos estrenos del cinematógrafo, por lo que las corridas de toros eran el único espectáculo al que los españoles podían acceder, ya que el fútbol era en aquellos años un espectáculo de masas aun incipiente. Había que dar toros como sea, pero el problema estaba en que eran pequeños, sin edad,  sin la fuerza y la bravura de los de antes de la contienda civil. Los públicos se volvieron menos exigentes, y el arte y plasticidad de toreros como Pepe Luis Vázquez y Manolete colmaban las ilusiones de la afición. La Administración abrió la mano y fue menos exigente que antes, con lo que las consecuencias fueron muy notables hasta al menos 1969 en que se retocó la legislación en lo referente a la “presencia del toro”. Otro factor sociológico irrumpe en la sociedad española a finales de los años 60 y afectará de manera negativa directamente a la fiesta: la llegada del turismo en masa. Había que dar espectáculos para los turistas en las zonas turísticas (costa de Cataluña y de Andalucía). Si no había plazas había que construirlas, y la máquina de hacer dinero se puso en marcha a costa de lo que fuera.
En este estado de cosas apareció en escena una gran revista taurina que hará historia. Me refiero a Dígame, un semanario fundado y dirigido por Ricardo García “K-Hito”, escritor, periodista y dibujante cómico. Un hombre que convertía en oro todo cuanto tocaba. Andaluz, natural de Villanueva del Arzobispo (Jaén), fue genial maestro del epíteto elogioso, dibujante, revistero y humorista de fácil ingenio. Él fue quien calificó de “monstruo” a Manolete, apelativo que ha quedado inmortalizado para siempre al referirse al torero y Califa de Córdoba.
“K-Hito” mantuvo como crítico taurino  actitudes diferentes a lo largo de su carrera, Primero benevolente y después intransigente, duro y clásico a la antigua, para volver por último a la tolerancia y el buen humor. No obstante hay que señalar que “K-Hito” aportó mucha fuerza a la Fiesta a la que amó con toda su alma. Como “manoletista” empedernido que era, escribió el famoso ensayo Manolete ya se ha muerto. Muerto está que yo lo vi, que obtuvo un rotundo éxito entre los lectores y aficionados. Durante muchos años dirigió magistralmente Dígame, sin duda la mejor revista de toros de esta etapa y por la que pasaron las mejores firmas y colaboraciones del país. Era un hombre tan genial, variado, creativo  y pintoresco que le diseñó a la inolvidable torera madrileña Juanita Cruz, a la que tanto animó, el traje de luces con falda-pantalón con que debutó en Las Ventas de Madrid el 2 de abril de 1936 y con el que triunfó de manera arrolladora. Fue “K-Hito” un escritor pintoresco, coloreado y rebosante de generosa vitalidad. Su paso por esta vida fue un verdadero regalo para la Fiesta de los toros.
En estos años de posguerra surgen varias firmas taurinas que para ser justos,  conviene reseñar. Se trata de José Mª del Rey Caballero “Selipe”, sevillano que comenzó dirigiendo la sección taurina de la revista madrileña Semana. Estuvo en La Hoja del Lunes y un tiempo en ABC, aunque la mayor parte de su vida la pasó como crítico taurino del diario Ya. El granadino Celestino Espinosa firmaba con el seudónimo de “R. Capdevila” en el diario Arriba y fue un excelente escritor taurino, muy crítico, elegante, fluido y conciso, defensor acérrimo del principal elemento de la Fiesta: el toro. Fue sin duda un crítico de rica prosa y léxico florido.
En estos años difíciles de la historia de España, surge en el mundo taurino un nuevo aspecto o problema añadido a los antes mencionados, que marcará a los medios de comunicación en lo referente a la información taurina. Me refiero a la presión e influencia que empiezan a ejercer apoderados y toreros sobre diarios, periodistas y semanarios taurinos  a través de la publicidad. “Poderoso caballero don dinero” que dice el refrán. Este problema, tan extendido luego, lo tocó en sus “Memorias de Clarito” el periodista Cesar Jalón donde dice que “la bastarda simbiosis de crítica taurina y publicidad fue importada a España de América por toreros y apoderados en tiempos del vespertino La Voz en incluso en El Liberal. Dice “Clarito” que los diarios madrileños de la posguerra civil (a excepción de ABC y Ya) obligaron a sus críticos con la amenaza de despido, a entrar a saco en la publicidad taurina, llegándose así  --según cuenta “Clarito”-- a los “sobres” o “fondo de reptiles”, con entradas y dinero contante y sonante en su interior que llegaron a convertirse en lo habitual hasta no hace muchos años. Estas son las pequeñas miserias que entraron en estos años en esta tan grande profesión como es la del crítico taurino, honrado y exigente.
De todos los semanarios taurinos especializados, ninguno tuvo la influencia, la importancia y trascendencia de El Ruedo, que apareció en Madrid como suplemento taurino del periódico deportivo Marca, un 2 de mayo de 1944. Se convirtió en semanario propio e independiente el 13 de julio de ese mismo año, que ya salió con el número 1 y estuvo en la calle hasta febrero de 1977, pasando por muy diversos avatares y vicisitudes. Su primer director fue Manuel Fernández Cuesta  que dirigía el Marca, aunque quien lo dirigió de verdad fue Manuel Casanovas Carreras, que lo hizo hasta 1961. Le siguió Alberto Polo hasta el 1967; José Mª Bujella del Toro  lo dirigió hasta 1970; Carlos Briones hasta 1975 y finalmente Fernando Vizcaíno Casas hasta febrero de 1977 que desgraciadamente dejó de salir a la calle.
Este semanario contó siempre con muy buenos colaboradores. En su primera época brillaron las firmas de “Juan León”  seudónimo de Julio Fuentes y Antonio ValenciaEl Cachetero”. Por allí pasaron Antonio Díaz Cañabate, escritor de prosa sabrosa y erudición lúcida y precisa, que colaboró con José Mª de Cossío en los cuatro primeros tomos de la enciclopedia Los Toros. Su sección en El Ruedo se llamaba “El Planeta de los Toros”, título que utilizó luego en el ensayo que publicara más tarde “Paseíllo por el Planeta de los Toros”. Después de estar en El Ruedo, pasó como crítico taurino al diario ABC donde estuvo hasta 1972 en que se retiró. Su obra taurina es extensa y rica de contenidos. Murió en 1980.
También escribía en El Ruedo el peruano Felipe Sassone “Dandy”, hasta 1952 en que murió. “Dandy” escribió también en La Vanguardia de Barcelona con el seudónimo de “Federo Faroles”. Fue este un crítico algo excéntrico y no del todo profesional, aunque fue un escritor muy documentado. Por El Ruedo pasaron los ya mencionados “Don Indalecio”, “Barico” y “Barico II”, y escritores como Rafael Martínez Gandía, Juan de Alcaraz, Mariano S. De Palacio y  el poeta José Carlos de Luna.
Estamos ya en las puertas de una nueva etapa en la historia del periodismo taurino, que estará marcada por la irrupción de nuevos medios y nuevas tecnologías, como son la radio y la televisión, que crearán nuevos lenguajes informativos y nuevos conceptos a la hora de hablar de la información taurina, ya que se introduce la retransmisión en directo de una corrida de toros por radio y televisión, con sus comentarios y valoraciones en el mismo momento en que se producen los hechos. Un aspecto nuevo que marcará  un antes y un después en la historia del periodismo taurino.
(Continúa mañana)




viernes, 7 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo IV)


EL PERIODISMO TAURINO ANTES DE LA GUERRA CIVIL:DE LA EDAD DE ORO A LA DECADENCIA

Por El Zubi
En la segunda década del siglo XX se disipa el romanticismo aventurero del periodismo para dar paso a publicaciones sólidas y consolidadas, así como la instalación con su espacio fijo de las estafetas taurinas en los periódicos diarios. Esta etapa recoge la  transición entre  la “edad de oro” del toreo y la etapa de la “decadencia del toro”, surgida por el lamentable estado en que quedó la cabaña ganadera de resultas de la Guerra Civil española. Unos años, la década de los cuarenta, que trae además consigo una de las mayores lacras de la Fiesta: el afeitado de los toros, una enfermedad  que aun perdura en nuestros días. 
 Entre 1920 y 1930 destaca en este género periodístico que nos ocupa la brillante y gigantesca personalidad de Gregorio Corrochano, que ocupó en 1914 en ABC el hueco dejado por “Dulzuras” a su muerte, y que va a imponer un estilo literario a la crítica taurina más refinado y moderno. Fue Corrochano un brillante periodista, escritor y crítico taurino, sin lugar a dudas, el más rotundo del siglo XX, que ganó su prestigio día a día, crónica a crónica, ensayo a ensayo, con sabiduría, sensatez, prudencia y profundos conocimientos. Consiguió lo que aun ningún periodista taurino había conseguido hasta entonces: ganarse el respeto y la consideración unánime de todo el mundo taurino incluidos toreros, apoderados, empresarios y lo más importante, la consideración de la afición.  Gregorio Corrochano comenzó su quehacer profesional en la llamada “edad de oro del toreo”, la época de la competencia entre Juan Belmonte y Joselito El Gallo. Desde un principio este extraordinario periodista utilizó títulos y calificativos elocuentes, definitivos y llenos de expresión, que han pasado a la historia de la Tauromaquia, como aquel con el que bautizó a Cayetano Ordoñez  “Niño de la Palma”, que lo inmortalizó: “Es de Ronda y se llama Cayetano”. Incluso llegó a polemizar sobre toros con el Nobel de Literatura norteamericano, Ernest Hemingway, que por Nobel, fue muy atrevido a la hora de opinar y escribir de un tema tan difícil y complicado como es el taurino, cayendo en ocasiones en tremendos errores. Amigo personal tanto de Belmonte como de Joselito, Corrochano siempre se sintió atraído por la personalidad del primero, aunque le toco vivir muy de cerca la gran tragedia de Talavera, sobre la que, dolorosamente,  tuvo que escribir la crónica de una muerte trágica de primera mano. Fue Corrochano la última persona con la que el diestro de Gelves habló antes de su muerte para comunicarle, que le parecía que el toro “Bailaor” era burriciego, toro que minutos después le quitaría la vida de manera violenta a Joselito.
Gregorio Corrochano dejó un hueco en el periodismo taurino que quedará permanentemente  abierto, y una extensa y valiosa obra literaria reflejada en todos sus artículos y numerosos ensayos taurinos, sobre todo sus ensayos sobre las diferentes Tauromaquias.
Coetáneo de Gregorio Corrochano  fue otro famoso periodista, Cesar Jalón que firmaba sus crónicas con el seudónimo de “Clarito”. Cesar Jalón llevó durante más de cincuenta años una brillante y fecunda carrera literaria como cronista taurina. Testigo  de sucesivas épocas del toreo, vivió el éxito y tragedia de Joselito, la trayectoria de Belmonte, desde Manolete hasta Antonio Ordoñez o El Cordobés, que todavía alcanzó a “Clarito” al pie del cañón, como cronista a pesar de su avanzada edad. Publicó muchas e importantes obras literarias de tema taurino, tal vez la más interesante y valiosa sus Memorias de Clarito”, publicada en 1972 y que viene a ser un interesante compendio de toda la historia de la Fiesta de los Toros de su tiempo. Cesar Jalón  comenzó a trabajar como empleado de Correos, y por avatares de la vida y de la política, incluso llegó a ser ministro de este ramo durante la II República. Comenzó su carrera periodística en el semanario “The Kon Leche” que editaba Juan Alvarez “Kurro Kastañares”,  publicación de la segunda década de siglo, de tendencia “gallista”. Pasó a la sección taurina del diario El Liberal donde adquirió gran renombre. El seudónimo de “Clarito”  se lo puso el mismísimo Don Modesto, que al leer el original de una de sus primeras crónicas que iba sin firmar, se tomo la libertad de ponerle firma de “Clarito”, porque le pareció que Cesar Jalón era un periodista tan claro y sagaz que merecía ese calificativo. Tras la Guerra Civil pasó a la redacción del diario Informaciones de Madrid, donde vivió los diversos avatares que sufrió este periódico de historia tan ajetreada hasta su desaparición a principio de los años 80.
En los años previos a la Guerra Civil destaca también Federico M. Alcázar (la M innombrable de su apellido era de Manjavacas, apellido que siempre ocultó). Fue cronista taurino de Prensa Gráfica, El Imparcial y Luz. Publicó el libro ”Ignacio Sánchez Mejías, el torero y el hombre”, y más tarde “Tauromaquia moderna”. Tras la Guerra Civil entró en la redacción del diario Madrid. Fue durante treinta años uno de los críticos más acreditados de la capital.
Otro gran cronista fue Carlos de Larra y Gullón, que ocultaba su parentesco con Mariano José Larra, bajo el seudónimo de “Curro Meloja”. Comenzó en el Heraldo de Madrid y escribía también en el semanario “Los Domingos”. Curro Meloja fue también autor teatral, taquígrafo del Senado y en 1940 jefe de la sección taurina de Radio Madrid, un pionero de la radio donde estuvo trabajando hasta su muerte en 1962. Ya en esos años anteriores a la contienda española, Curro Meloja polemizó mucho sobre el afeitado de los toros, un tema que como vemos se arrastra de lejos.
Maximiliano Clavo, cuyo seudónimo fue “Corinto y Oro”. Escritor  lírico e impresionista, de grandes conocimientos, fue crítico taurino muchos años en La Voz. Se destacó como conferenciante florido, ameno y cotizado, actividad en la que se volcó tras abandonar la redacción del periódico. Tras la Guerra Civil, en 1944 reaparece como cronista en la revista “Toreros” pero ahora firma con el seudónimo “Un abonado de ayer”. En sus últimos años colaboró con el diario madrileño El Alcázar. A su muerte dejó una amplia obra basada en ensayos taurinos. El sevillano Manuel Sánchez del Arco “Giraldillo”, trabajó en El Noticiero de Sevilla como crítico taurino. Tras la Guerra Civil ingresó en el ABC. Publicó varios ensayos interesantes de temática taurina.
Alberto Vera López  “Areva”, fundó en Madrid (1928) el semanario taurino La Crítica. Escribió también en el semanario Domingo y publicó varios ensayos importantes sobre el toro bravo, bibliografía que aun hoy en día es indispensable manejar para conocer a fondo el mundo del toro de lidia. De estos años hay dos críticos de la misma familia que adquirieron cierto renombre: Benjamín Bentura Sariñera y Benjamín  Bentura  Remacha, padre e hijo, “Barico” y “Barico II” respectivamente. El primero dirigió el semanario La Fiesta Española, y fue crítico de El Alcázar y El Debate (1932). Tras la Guerra Civil fue el crítico taurino de la Agencia Logos de Madrid y colaboró también en El Ruedo.
Superviviente de la Guerra Civil fue Carlos Revenga “Chavito”, que trabajó en La Nación y más tarde en El Alcázar. También José Díaz de Quijano que firmaba con el seudónimo “Don Quijote”, escritor, novelista, sainetero y escritor de zarzuela, fue crítico taurino de la revista “La Fiesta Brava” de Barcelona. Dejó escritos varios ensayos importantes sobre la Fiesta taurina. Hay que recordar al periodista bilbaíno Julio de Urrutia, polémico, claro, honesto y cargado de sinceridad siempre, escribió en el diario Madrid y La Actualidad Española, publicaciones en las que fue crítico taurino. Dejó muy buenos ensayos de tema taurino como “Los toros en la Guerra española”, “Los sustitutivos en el toreo”, “La despedida de Manolete”, etc...
En Barcelona  comienza su carrera profesional Ventura Bagües Nasarre “Don Ventura”. Pasó después a Madrid donde dirigió “Sol y Sombra”. En Barcelona fue crítico en Día Gráfico y después de la guerra en La Hoja del Lunes. Llegó a ser considerado un auténtico maestro en lo suyo, erudito y estudioso taurino, dejó una obra de mas de 20 volúmenes sobre la Fiesta de los toros. Coetáneo a “Don Ventura” fue “Uno al Sesgo”, seudónimo de  Tomás Orts y Ramos, que como dijimos en el capítulo anterior hizo durante unos años el anuario Toros y Toreros que comenzara a publicar a principios de siglo Manuel Serrano “Dulzuras”. Dejó escritos varios ensayos taurinos de interés. Fue un auténtico historiador taurino. De Zaragoza fue Ramón de la Cadena y Rualla que firmaba con el seudónimo “Don Indalecio”. Con 16 años era ya corresponsal del semanario taurino El Miura  de Barcelona y más tarde de El Liberal Taurino y de Palmas y Pitos de Madrid. En realidad fue fiel colaborador de todas las publicaciones taurinas del país. Murió en 1965 dejando escritos muchos ensayos taurinos. El castellonense Federico Almela Vives escribió en el semanario Dígame. Dejó diversas obras y ensayos escritos. Fue un auténtico estudioso del “toreo cómico” tema sobre el que hizo importantes aportaciones históricas.
 Todos  estos periodistas, ya desaparecidos,  se formaron técnica y literariamente en el toreo de antes de la Guerra Civil. Ejercieron por tanto su oficio en la etapa anterior a los años de la “decadencia del toro”, en la década de los cuarenta y que vino como consecuencia de la contienda civil española en la que casi estuvieron a punto de desaparecer las ganaderías de toros bravos. Todos estos periodistas fueron, después de la Guerra Civil, críticos e intransigentes hacia el toro disminuido de fuerzas y de poco peso. Denunciaron los retoques en los cuernos de los toros que ya se hacían habituales en la Fiesta, tanto que este polémico tema dividió a los cronistas taurinos españoles en dos claros grupos enfrentados: los “torístas” y los “torerístas”, aunque a estos últimos se les llamó también “derrotistas”.  Todos estos periodistas taurinos que hemos mencionado, tuvieron la dificultad de vivir y trabajar entre dos épocas del toreo bien distintas, una circunstancia bien difícil para unas personas que tuvieron que juzgar con su objetividad y criterios propios, una realidad taurina cambiante y contradictoria producida en apenas cuarenta años: la del toro bravo y con trapío frente al toro disminuido y afeitado.  
(Continúa mañana)
 


jueves, 6 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo III)


LAS GRANDES FIRMAS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX CONSOLIDAN UN NUEVO GÉNERO PERIODISTICO: LA CRONICA TAURINA

Por El Zubi
Pasan los años y la fiebre periodística taurina decrece tanto en Madrid como en el resto de España. Lo cierto es que la actividad taurina iba ya siendo reflejada en la prensa diaria, en los periódicos de información general, en los que la información taurina ya comenzaba a tratarse diariamente con tanta importancia como cualquier otra materia. Es esta época, finales del siglo XIX y principios del  XX, en la que la Historia del Periodismo español marca una nueva etapa, pues se pasa del “periodismo ideológico y de Opinión” a lo que  entendemos actualmente como “periodismo de información”. Como es natural las revistas especializadas de tema taurino están ya sobradamente consolidadas en el mercado, con un público acérrimo que buscaba en este tipo de prensa especializada su información predilecta. Esta es la época también en la que proliferan otro tipo de revistas especializadas, literarias o de poesía, las revistas de moda y costumbres, el antecedente de la “prensa rosa o del corazón”, que en España, a diferencia con otros países (Inglaterra o Francia), salió fuera de los periódicos diarios y siempre tuvieron su propia independencia como medio de comunicación y género periodístico propio.
Ya desde el primer tercio del siglo XIX surgen grandes firmas taurinas que picotean no sólo en las columnas de los periódicos diarios sino también en las revistas y semanarios taurinos que comenzaron a proliferar. Este es el caso de escritores como Santos López Peregrín conocido por su seudónimo “Abenamar”, coetáneo del gran torero de Chiclana  Francisco Montes “Paquiro”, que como saben reinventó la Fiesta de los Toros para la modernidad. “Abenamar” escribió en El Mundo (hacia 1836), El Correo Nacional (1838) y sobre todo fue el redactor de “La Tauromaquia” del celebre Paquiro. A “Abenamar” se debe haber sentado las bases de la crónica taurina moderna. También sonaba en aquellos años Serafín Estébanez Calderón alias “El Solitario” que escribía en El Corresponsal. Pero la principal figura periodística del momento fue el célebre Mariano de Cavia  que firmaba con el seudónimo de  “Sobaquillo”. Fue sin duda un escritor agudo, culto y de sólida pluma. Cultivó la sátira y el chiste de manera paralela con los toros y la política, y mezclaba así los dos temas que tan de la mano han ido siempre en la historia de esta España nuestra. Escribió mucho en las revistas taurinas y en “El Imparcial” especialmente, periódico en el que gozaba de gran reputación. A estos interesantes años corresponden firmas como las de José de Laserna alias “Aficiones”, Eduardo de Palacio “Sentimientos”, que escribía sus crónicas taurinas en caló, con una gracia, un desparpajo y  espíritu burlón que hacia las delicias de sus lectores, que esperaban con ansiedad la salida de sus crónicas.
Una concepción nueva de la revista taurina la implantó un ingenioso revistero taurino que firmaba con el seudónimo de “Don Modesto”, de nombre José de la Loma y Milego, que se hizo célebre desde las columnas del diario El Liberal hacia 1890, por la manera tan personal con que enfocaba sus crónicas taurinas. Esta etapa periodística en España, coincide con el movimiento impresionista en Europa y sin duda esta tendencia artística influyó en la manera de concebir el periodismo, pues Don Modesto hacía unas crónicas taurinas absolutamente “impresionistas”, escogiendo para ello los momentos más expresivos del suceso en sus relatos, con anécdotas, detalles y amenidades que daban a sus escritos una expresión personal extraordinaria. Los toreros que esos días ocupaban las páginas de periódicos y revistas eran  Ricardo Torres “Bombita” y el cordobés Machaquito, por la rivalidad que existió entre ellos en los ruedos, y luego entre Bombita y Gallito, rivalidad de la que salió victorioso siempre el diestro del Gelves que prácticamente retiró de los ruedos al de Tomares. A Don Modesto se deben multitud de frases graciosas y los apodos ingeniosos que les caían a los toreros en sus crónicas “hiperbólicas”. Llamaba “Papa” del toreo a Ricardo Torres Bombita, “Cardenal secretario” a Machaquito, “Papa negro” al padre de los Bienvenida, “Emperador” a Joselito y “Recomendado” a Guerrita, y otras  veces al Califa de CórdobaMozo de espada” del torero de Gelves. Puso de moda el “ascensor” (una novedad en aquellos años) de la casa de Vicente Pastor. Estuvo escribiendo hasta 1915 con el advenimiento de Joselito y Belmonte.
Alejandro Pérez Lugín firmaba con el seudónimo de “Don Pío”, y hacía sus crónicas en La Tribuna. Al ser un apasionado “gallista” chocaba con frecuencia con los gustos de su oponente periodístico “Don Modesto”, creándose gran rivalidad entre los  periódicos en los que ambos periodistas trabajaban. Esta rivalidad era seguida con pasión por los lectores y hacía que las ventas de ambos diarios subieran como la espuma. “Don Pío” hacía unas crónicas absolutamente “hiperbólicas” utilizando palabras y frases gallegas (siendo como era  más madrileño que “Cascorro”), que resultaban muy graciosas al ser utilizadas para comentar hechos taurinos. Todos pensaban que era paisano del célebre torero gallego “Celita” por sus celebres vocablos: “Ey carballeira” y “Arrengote lemo”. Hay que decir que Alejandro Pérez Lugín era sordo como una tapia, gordo y barbudo, licenciado en Derecho e incluso comenzó a ejercer de este oficio como fiscal acusador municipal hasta que comprendió que no era ese su oficio sino el de periodista. Cronista ameno, desenvuelto y fácil, “gallista” hasta la enfermedad, tanto que sus artículos defendiendo el magistral toreo de Rafael y José levantaron continuas polémicas con “Don Modesto” de El Imparcial,  que a la postre beneficiaron a la Fiesta y a los periódicos para los que ambos revisteros trabajaban. Escribió famosas novelas que lo cubrieron de gloria y de billetes: “La Casa de Troya”, “Currito de la Cruz”, novela ésta última de tanto éxito que el Ayuntamiento de Sevilla le nombró hijo adoptivo de la ciudad. Escribió su famoso “Ki-ki-ri-kí”, canto dedicado a Rafael El Gallo y él fue el que bautizó al genial torero sevillano con el apelativo de “Divino calvo”.  Pasó por la redacción de muchos periódicos: El Pensamiento Galaico, El Globo, El Correo, El Mundo, España Nueva, La Mañana, La Tribuna, Hoy, La Libertad, El Liberal, Heraldo de Madrid y El Debate, siempre como periodista taurino, con crónicas repletas de gracia y humorismo que eran el deleite de sus lectores.
Periodista de fama fue Enrique Quirós “Rubores” a quien el maestro Marquina le dedicó su famoso pasodoble “Rubores”. Era capitán de Infantería aunque se dedicó al periodismo escribiendo de toros en La Correspondencia Militar y en El Radical. Fundó y dirigió varios semanarios taurinos en Madrid.
Antonio Asenjo “Niscuito” fue otro revistero madrileño de gran éxito. Fue también autor teatral pues estrenó cerca de un centenar de sainetes y comedias en la capital de España. Terminó sus días como director de la Hemeroteca Municipal de Madrid. Su principal ocupación profesional y la que le dio fama y prestigio, fue como cronista taurino del diario El País.
Otro periodista taurino de importancia en esos años fue Manuel Serrano García Vao “Dulzuras”, seudónimo que se puso porque desde muy joven y durante bastantes años trabajo como aprendiz y dependiente en una confitería de Madrid. Trabajó en la redacción de El Enano. Compró el semanario taurino El Tío Jindama y en 1903 Suárez de Figueroa se lo llevó al Diario Universal donde adquirió gran prestigio durante un lustro. De ahí pasó a El Mundo y más tarde entró en ABC donde permaneció hasta su muerte. Dirigió la revista Los Toros que durante 1909 y 1910 cautivó a los aficionados, llevando también las secciones taurinas de Blanco y Negro y Actualidades, ambas publicaciones de la empresa Prensa Española. Comenzó a escribir el anuario estadístico famoso Toros y Toreros, que a su muerte continuaron “Recortes” (Bruno del Amo), “Marcelo” (Marcelino Alvarez), “Uno al Sesgo” (Tomás Orts), “Don Ventura” (Ventura Bagües) y en su última época “Don Luis” (Luis Uriarte). Era partidario de Bombita y Machaquito, y tan trabajador incansable que acabo loco en el manicomio.
Hay dos periodistas  taurinos que eran militares también y que en el 36 murieron fusilados en Paracuellos del Jarama: Fernando Sillis “Claridades” y José Casado Pardo “Don Pepe”.  “Claridades” fue un “belmontista” empedernido y claro defensor del toreo del cordobés Machaquito. Escribió en El Mundo y era periodista de recio temperamento, muy polemista al no tener pelos en la lengua para expresar sus sentimientos y opiniones. Escribió el libro “Machaquito, el torero de la emoción” que puso en armas a los seguidores de Vicente Pastor. Le gustaba y sabía torear, cosa que hacía en Festivales y tentaderos. 
“Don Pepe” se hizo muy popular en las columnas del diario El Debate  y El Día, y en las revistas ilustradas Arte Taurino y Palmas y Pitos está última fundada por él junto al caricaturista Karicato. Fundó el periódico taurino El Toro. Era vallisoletano y escribió varias obras teatrales y algunas zarzuelas de éxito como “El Soldado de Cuota”.
Eduardo Muñoz “N.N.”, sustituyó en El Imparcial a Mariano de Cavia “Sobaquillo”. Fue formidable escritor y periodista madrileño de adopción, se le consideraba cordobés, pero en realidad nació en Jaén. Trabajó como jefe de la sección taurina en El Globo donde firmaba con el seudónimo de “El Chiquito”. Periodista muy documentado, fue muy conocedor del mundo del toro y sentía especial predilección por los toreros de Córdoba. En cierta ocasión estuvo a punto de matar de un tiro en la cabeza al torero Vicente Pastor en el transcurso de una cacería. Tanto susto pasó por el incidente que le prometió al torero no hablar mal de él nunca más aunque sus actuaciones fueran  desastrosas en las plazas.
A su muerte le sucedió en El Imparcial el periodista Joaquín López-Barbadillo y González–Hontoria, que era nacido en Sanlúcar de Barrameda y firmaba sus crónicas con su nombre y sus cuatro apabullantes  apellidos. Escribía unas crónicas taurinas brillantísimas y reveladoras de conocer a fondo el toreo en sus distintas manifestaciones.  Hombre jovial y dicharachero murió muy joven y su muerte fue muy sentida ya que su estilo literario estaba marcando ya la modernidad de la crónica taurina. En estos años en La Correspondencia de España aparece la firma brillante de “Tinito” seudónimo de Agustín R. Bonat hombre simpático, algo obeso, de buen color, bigote espeso de guías hacia arriba, muy de moda en 1900. Fue escritor ingenioso que comenzó en El Globo pasando después al Nuevo Mundo. Sus crónicas eran magistrales y han quedado para siempre en El Imparcial, La Acción y Diario Universal.

Por último, no podemos olvidar a Angel Caamaño “El Barquero” del Heraldo de Madrid. Dirigió la revista El Toreo Cómico (1888) que fue donde empezó su carrera. Pasó por El Enano. En su primera juventud tuvo varias profesiones  en las artes gráficas, aunque quiso ser actor y torero (con el sobrenombre de El Conejo), pero fracasó en ambos oficios. Escribió numerosas obras de teatro, algunas de mucho éxito pero donde conoció el éxito fue en su estafeta taurina de  El Heraldo. Correcto y fácil versificador,  dejó una gran estela de periodista y escritor. No podemos terminar esta época sin citar al menos a los críticos: el Tío Campanita, Uno al Sesgo, Corinto y Oro, Curro Castañares, Ginés Carrión, Don Ventura, Don Criterio y Don Quijote, que formaron una brillante pléyade de periodistas taurinos en el primer cuarto del siglo XX español.

(Continúa mañana)


miércoles, 5 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo II)


“LA PREHISTORIA DE LA PRENSA ESPECIALIZADA”


Por El Zubi
El origen de la prensa taurina hay que buscarlo en el “Diario de Madrid”. Fue un 20 de junio de 1793 cuando se publicó por primera vez  una revista de toros. Era una especie de separata dentro del periódico mencionado en la que se informaba de manera monográfica, de la cuarta corrida de Feria celebrada el 17 de junio del año citado en la Plaza de Toros de la Puerta de Alcalá, a beneficio de los Reales Hospitales. Aquel día se lidiaron 6 toros por la mañana y 12 por la tarde, estoqueados por los hermanos Pedro, José y Antonio Romero. Todo este trabajo periodístico iba firmado bajo el seudónimo de “Un Curioso”. Nunca se supo a ciencia cierta quien se escondía detrás de ese seudónimo y sin proponérselo, implantó la costumbre entre los revisteros taurinos de esconderse tras la firma de sus seudónimos. Lo cierto es que la publicación tuvo una gran acogida entre los lectores madrileños, ávidos siempre de lectura de periódicos y más aun si esta se refería a hechos ocurridos en la Plaza de Toros de Madrid. A partir de esta fecha el “Diario Madrid” siguió incluyendo de manera asidua  la reseña informativa de las corridas que se celebraban en la capital. La idea fue copiada por los demás periódicos capitalinos y dio pie a que se iniciase una nueva era en la Historia del Periodismo español,  pues comienzan a darse los primeros pasos de lo que se ha dado en llamar la “prensa especializada”.
La primera publicación de carácter exclusivamente taurino vio la luz en 1819 y se titulaba “Estado que manifiesta las particularidades ocurridas en esta corrida”. Esa era, digamos, la cabecera y la marca de la revista y salía a la calle al día siguiente del acontecimiento taurino sucedido en Madrid. Llegaron a salir catorce números de esta publicación.
En 1820 aparece otra revista taurina que tuvo vida efímera: “Cartel de Toros” era su cabecera y no se conoce ninguna otra publicación de este tipo hasta que en 1845 que sale  “El Toro, colección de biografías y retratos de los más célebres lidiadores”, que naturalmente no tenía un carácter informativo inmediato a los hechos acontecidos, sino que era una publicación sobre tauromaquia y sobre toreros. De 1847 es otra publicación llamada “La Flor de la Canela”.
En Sevilla también sentían las mismas inquietudes periodísticas taurinas que en la capital de España, pues en 1849 José Velázquez y Sánchez bajo el seudónimo de “Don Clarencio”, saca la famosa publicación “Cartas Tauromáquicas” que tuvo un éxito arrollador entre el público y abrió nuevos caminos en este tipo de prensa, ya que se recoge en ella reseñas periodísticas en verso de las corridas celebradas en la Maestranza sevillana. Estuvo publicándose durante 20 años hasta 1869.  También en esta ciudad andaluza salió en 1848 otra buena revista taurina “La Tauromaquia”, que si bien tuvo una corta vida,  marcó de manera contundente un modelo ya de revista especializada en toros. Su creación fue iniciativa de  Manuel María de Santa Ana, que fue su fundador, regente y redactor.
En Madrid en 1850 sale un periódico que se hizo famoso pronto: “El Clarín”, cuya marca decía “Periódico taurómaco, bullicioso y retozón...”. Tenia periodicidad semanal con salida los miércoles y duró sólo un año. Lo fundó y dirigió Joaquín Simán, amigo apasionado del entonces famoso torero Juan León. Estos años en la capital de España era un hervidero de periódicos y revistas. Estamos en lo que en la Historia del Periodismo español se vino en llamar “Periodismo Ideológico y de Opinión” referido claro está a la política, pero que tuvo su influencia en todo lo referente a lo taurino. En sus contenidos predominaba la opinión a la información y formaban parte de esa historia apasionante y disparatada que fue el siglo XIX español, en que lo taurino se daba la mano con lo político y viceversa.
En 1851 aparece en Madrid un periódico taurino que vino a suceder a “El Clarín” tras su desaparición y que tendrá una longeva vida: la cabecera era “El Enano” y en su marca rezaba: “Periódico picante, burlón y pendenciero”. Era predominantemente de contenido taurino aunque también daba cabida a la crítica teatral, modas y costumbres, chismes, poesías... y sobretodo a las loterías. Tanta importancia le fue dando a estos últimos contenidos relacionados a las apuestas al azar, que en 1858, cuando iba ya por el número 394 cambia de cabecera para llamarse “Boletín de Loterías y Toros”  y así se estuvo llamando hasta 1887 en que en el número 1.781 vuelve a adoptar la cabecera anterior de nuevo: “El Enano”, volviendo a prestarle su máxima atención a los toros. El alma de este gran periódico fue José Carmona y Jiménez que compró la cabecera a Joaquín Simán y Manuel López Azcutia, sus antiguos propietarios. En 1885, a la muerte de Carmona, le sucede  Jiménez Pastor que retoca la cabecera llamándole “El Enano de Madrid”.
En 1867 sale otro periódico taurino de gran repercusión: “El Mengue”, cuyo redactor y director fue Mariano Garismán Blanco que firmaba bajo el seudónimo de “Mariané”. El periódico usaba un lenguaje duro, audaz y a veces hasta violento, pero lo hacía con inteligencia y gracia. Criticaba el toreo de adornos y filigranas, de recortes y quiebros. Esta era la época en que había una apasionante rivalidad en la afición entre los partidarios de El Tato y los de El Gordito.
En estos años Madrid supera de manera abismal al resto de España  en cantidad y calidad  de periódicos y semanarios taurinos. No obstante hay que resaltar que en Sevilla y Cádiz había en estos años algunas importantes publicaciones que vale la pena reseñar. En Sevilla se publicaba “Cartas de Don Florencio” de Policarpo Cantaclaro, que no era otra cosa que una mera imitación de las “Cartas Taurómacas” de Velázquez y Sánchez anteriormente citado. En Cádiz se publicaba por estos años (1875) “El Chiclanero. Revista Taurina”. En esa ciudad andaluza unos años antes (1852) se publicaban varias cabeceras taurinas de renombre en la zona “El Látigo”, y otras como “Cartas Taurómacas”, “El Criticón” (1856) y “Antón Perulero” (1864). En Barcelona por ejemplo, la primera revista taurina no apareció hasta 1852 y su nombre era “La Lid”, que por cierto duró bien poco. En 1863 salió otra publicación que se llamaba  “Fra-Diávolo”.
En Madrid alcanzaron notoriedad “El Tábano” fundado en 1870 por José Santa Coloma, que firmaba con el seudónimo de “Pilatos” y estuvo en la calle durante 11 años. Hay que decir que este tal “Pilatos” fue mejor aficionado que escritor ya que sus escritos dejaban mucho que desear en cuanto a calidad literaria. “El Tío Jindama” fue una revista taurina muy popular y de larga vida que vio la luz  en 1879. Por estos años del siglo XIX sale  a la luz la mejor revista de toda esta época y que abre nuevos caminos para el futuro de la prensa taurina por su calidad en la edición y en sus cuidados contenidos. Fue el espejo en el que se mirará toda la prensa taurina del siguiente siglo. Me refiero a “La Lidia”, editada por  Julián Palacios, que tuvo la habilidad de introducir los más sofisticados medios técnicos de imprenta que había en esos años y todas las mejoras registradas en las artes gráficas y que perdurarían ya hasta bien pasada la mitad del siglo XX.  Fue sin lugar a dudas el mejor periódico de la  época por su calidad en el papel y su cuidada edición. Introdujo por primera vez en una publicación periódica el color, y publicó en el transcurso de su larga vida una colección de estampas con escenas taurinas a color que desde entonces han sido objeto de la especulación entre coleccionistas de diferentes siglos. Por este periódico pasaron las firmas más acreditadas: colaboraciones de escritores taurinos afamados, revisteros, aficionados y verdaderos eruditos y maestros como: Carmena y Millán, el Doctor Thebussem, Sánchez de Neira, Pascual Millán, Martos Jiménez alias “Alegrías”, Peña y Goñi, Mariano de Cavia que era conocido por el seudónimo de “Sobaquillo”... A raíz de estos adelantos tecnológicos referentes a las artes gráficas, comienza a evolucionar también el cartel taurino, que va a ser sin duda un reflejo del diseño gráfico e industrial de cada época.
La historia del toreo de estos años va íntimamente ligada a la historia del periódico “La Lidia”,  y otras muchas publicaciones, aprovechando el tirón de este magnífico medio de comunicación y de los adelantos técnicos en cuanto a artes gráficas se refiere, salen a la calle en busca de nuevos públicos con otras cabeceras. Unos son diarios y otros de carácter semanal: “El Arte de la Lidia” (1833), “La Nueva Lidia” (1884), “Pan y Toros” (1896). En Sevilla corren los mismos aires que en Madrid. Allí salen a la calle “El Arte Taurino” (1896), “El Arte Andaluz” (1894). Pero sin duda, ninguna de estas publicaciones logra la vida dilatada y el prestigio y calidad de “La Lidia”, que tras su muerte, reapareció de nuevo en 1914 en su segunda etapa, con el mismo empuje y el mismo prestigio que en la primera.
Aprovechando los adelantos técnicos de fotograbado e imprenta a finales del siglo XIX sale una importante revista: “Sol y Sombra” (1897), que cobijó entre sus páginas a escritores como Guillén Sotelo que firmaba con el seudónimo de “El Bachiller González de Ribera”, o revisteros como Eduardo Rebollo  alias “El Tío Campanita”, incorporando además ya algo nuevo en la Historia del Periodismo español, que es la creación de corresponsalías en Sevilla y Barcelona. Sus dueños eran los Carrión y se mantuvo en la calle durante 20 años sin decaer, y cuando lo hizo, aún tuvo una segunda época bajo la dirección de Valentín Bejarano, gran escritor taurino, hasta que con la muerte de este en 1940 murió con él la afamada revista. Este fue el final de esta primera etapa del periodismo taurino, que dará paso a la siguiente en la que las grandes cabeceras dejarán de tener protagonismo para dárselo a las firmas de los periodistas de diarios de información general que incorporaron sus estafetas taurinas entre sus columnas. Una época sin duda apasionante desde el punto de vista periodístico e histórico.  
(Continúa mañana)  
       

martes, 4 de mayo de 2010

HISTORIA DE LA PRENSA TAURINA DESDE FINALES DEL XVIII A NUESTROS DIAS (Capítulo I)


INTRODUCCIÓN
Por El Zubi
Iniciamos hoy una serie de reportajes sobre la Historia de la Prensa Taurina en España, con la intención de desenterrar del pasado todas esas cabeceras periodísticas que duermen indolentemente en el olvido de la historia y de los aficionados desde hace varios siglos. Del mismo modo nos proponemos rendir un emocionado homenaje a esos valeroso periodistas, grandes aficionados a la Fiesta, que desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días, han ido escribiendo día a día en sus periódicos y revistas,  la historia de lo acontecido en las Plazas de Toros de España: desde “Un Curioso” del Diario Madrid, pasando por firmas como Don Modesto, Don Pío, o Sobaquillo, hasta K-Hito, Gregorio Corrochano, Vicente Zabala y Joaquín Vidal, ya en nuestros días. Veremos cabeceras como El Clarín, El Enano, Antón Perulero, El Tío Jindama, La Lidia,  Dígame o El Ruedo y otras muchas.  Todas ellas nacidas, como La Montera de Ladis, de manera altruista por el impulso y la gran afición  de personas, con nombre y apellidos, que en la mayoría de los casos arriesgaron sus economías familiares en aras de la afición a nuestra Fiesta y por vivir la apasionante aventura del periodismo escrito.
Veremos como ha evolucionado los medios de comunicación: la radio y la televisión en un siglo. En este aspecto veremos las huellas de grandes monstruos como Matías Prats, Rafael Campos de España y muchos otros, así como Mariví Romero o Manolo Molés, que se convirtieron en unos pioneros en televisión y ahora en nuestros tiempos, en auténticas estrellas tan valoradas y criticadas como los propios toreros. 
 Tampoco podemos olvidar los nuevos tiempos de la crítica taurina condicionada y alentada por la irrupción de las nuevas tecnologías informáticas. Me refiero a Internet y los críticos taurinos internautas: las web y los blogs  taurinos, entre ellos este que usted está leyendo hoy Larga Cordobesa que se han convertido en auténticos medios de comunicación, verdaderas revistas de información taurina, consultables las 24 horas del día, con la capacidad de ser medios interactivos, que establecen comunicación de ida y vuelta, entre el lector y el crítico.
(Continúa mañana)