martes, 8 de diciembre de 2009

MISTERIO, OBSESIÓN O CASUALIDAD: “CARNICERITO” DE MEXICO MURIO EXACTAMENTE IGUAL QUE “MANOLETE”

Por El Zubi
Cuentan en México, que el dramatismo y la tragedia que concurrieron en la muerte de “Manolete” aquella fatídica tarde del jueves 28 de agosto de 1947 en Linares, impresionaron tanto a José González “Carnicerito de México” que le obsesionaron durante el mes escaso que le quedaba de vida. La trascendencia de la muerte de “Manolete” le mentalizó y le obsesionó de tal modo aquellas semanas, que al poco le llevaron al torero mexicano a una muerte psicosomática. Bien es verdad que la cornada, las circunstancias y todo lo que le ocurrió a José González aquella tarde del 14 de septiembre de 1947, en el pueblecito portugués de Vila Viciosa, fue un calco, una copia, una línea existencial paralela a lo ocurrido en Linares a Manolete casi un mes antes, a excepción de que al mexicano los médicos pudieron operarle unos minutos antes que al cordobés y con mas medios, y que su pronostico era bastante más optimista. La cornada de “Carnicerito” atravesó la femoral también, pero después de la intervención quirúrgica, la impresión de los médicos era de que se salvaría pues habían llegado a tiempo. Sin embargo el herido se obsesionó con que su muerte iba a ser igual que la del cordobés, y murió horas después… pasada la madrugada, después de que le administraran los sacramentos. Este hecho misterioso, no se sabe si fue un producto de la casualidad o de la propia sugestión del torero mexicano, que sentía por Manolete una admiración que rozaba con la idolatría.
José González López “Carnicerito”, nació en Tepatitlán (Jalisco) el 19 de marzo de 1903. Se aficionó a los toros trabajando en el matadero de su localidad, donde hizo sus primeras prácticas taurinas, para seguir luego como becerrista y banderillero hasta que aprendió bien el oficio. En 1926 ya era novillero consagrado. Aportaba a sus faenas un valor temerario que rozaba el horror, con alardes que estribaban siempre en lo excesivo. Su coraje y las cornadas fueron una constante en su carrera: 36 cornadas graves, 11 de ellas en los muslos. Llegó a España en 1930 anunciándose como “Carnicerito de México” pues aquí ya había un “Carnicerito de Málaga”. José González entró muy bien en Madrid y esta suerte no le abandonó nunca en España donde se le consideró siempre como a un torero de primera, lo contrario de lo que le ocurriría en su patria México, donde siempre sufrió el “ninguneo” de los públicos. El 13 de septiembre de 1931 recibe la alternativa en Murcia, matando toros de Miura, apadrinado por Domingo Ortega y Jaime Noaín de testigo. Al llegar la guerra civil española y los desacuerdos sindicales con su país tuvo que marcharse a México donde nunca tuvo la consideración que se le daba en España. Cuando vuelve a nuestro país años más tarde mantiene su valor arrebatado y sus inverosímiles tercios de banderillas de siempre, pero ya con el deterioro de facultades propio de la edad y el castigo recibido por los toros.
La vida de Carnicerito de México es el puro testimonio de la historia taurina de su época. De niño escuchó boquiabierto y con sorpresa, las hazañas de Rodolfo Gaona, pasó por el paseíllo ilusionado y novilleril con Carmelo Pérez y Esteban García. Fue testigo de las edades de plata y oro del toreo en España y México respectivamente. Luego se alineó, de negro premonitorio entre Alberto Balderas y Blando el 29 de septiembre de 1940. Saboreó las hazañas de “Manolete” y le cuentan las de “Joselillo” (torero leonés afincado en su país que murió también trágicamente). Todo tragedia: un rosario de cornadas hasta llegar a la suya propia y definitiva en Vila Viciosa.
Durante estos años “Carnicerito de México” contempla como desfilan ante él las modas, los estilos y los cambios, pero no participa en ellos, manteniéndose siempre fiel a sí mismo y a la estirpe taurina distinta a la que perteneció, de torero de raza. Tuvo un concepto crepuscular, pero muy preciso de lo que tenía que ser el toreo, a ese estilo propio permaneció siempre fiel e invariable, aunque en los últimos años de vida profesional se viera relegado en los últimos lugares, viendo como otros con bastantes menos méritos y oficio que él le pasaban por encima. Para que me comprendan de lo que les estoy hablando, les diré que “Carnicerito” era un torero que salía a morir en la plaza cada tarde en cualquier lugar del mundo que actuara, distorsionando su entrega y bravura hasta límites patológicos, igual que hiciera años atrás sus paisanos Luis Freg, Juan Silveti “El Tigre”, “Espartero de México” o “Cañítas”. Para este torero el valor era una cuestión de honor. Es que se arrimaba de una manera salvaje a los toros duros y difíciles, aportando el desprecio al peligro y a la propia vida, frente a la incomprensión de los públicos mexicanos, que decían que tenía ese valor excepcional porque toreaba bajo los efectos de la marihuana, la coca o la flor del peyote, sin comprender que aquella era su forma peculiar de concebir el toreo, y que por ello ha pasado a la historia del toreo encuadrado dentro de una estirpe de toreros calificados como “bravos”. Se sabe, por ejemplo, que “Carnicerito” herido una tarde en Barcelona al tercer lance de capa, permaneció en la plaza con el muslo rasgado y sangrando copiosamente. Así hizo quites, banderilleó, toreo de muleta y mató de una estocada certera, para pasar luego cojeando por su propio pié a la enfermería entre laureles de triunfo. Estas cosas hay que escribirlas y recordárselas a los aficionados y a los actuales toreros, porque han ocurrido y porque la memoria histórica en la Fiesta de los Toros y en cualquier disciplina, suele ser muy frágil y quebradiza.
José González López, a pesar de la ruptura del convenio taurino hispano-mexicano, vivía con su esposa francesa Maudette en el Hotel Cuatro Naciones de Barcelona, desde donde gestionaba sus contratos fuera de España, en el sur de Francia, Casablanca, Orán y Portugal, sitios donde tenía un gran cartel. Para los días 14 y 16 de septiembre de 1947 había cerrado dos contratos en Portugal: uno en Vila Viciosa y otro en Moita. En Vila Viciosa se anunciaron ocho toros de Joaquim Esteban de Oliveira para los rejoneadores Conchita Cintrón y Alberto Luis Lopes, el matador “Carnicerito de México” y el novillero portugués Etelvino Laureano. La plaza era pequeña, 3.500 espectadores, en un pueblo agrícola de 5.000 habitantes, a unos cuarenta kilómetros de la frontera de Badajoz. A “Carnicerito” le hacía mucha ilusión volver a torear con Conchita Cintrón, antigua y querida amiga desde hacía muchos años y con quien compartió cartel muchas tardes en su querido México. José González vestía aquella tarde un traje violeta y azabache. En el primero de su lote estuvo aseado y bien aunque no logró ningún apéndice. Salió el séptimo de la tarde, segundo de su lote, de nombre “Sombrereiro”, marcado con el número 3 y con 4 años en la boca. En el momento de la lidia comenzaba a anochecer y el toro, con mucho poder y malas intenciones tenía una lidia más que difícil. Inició la faena de muleta por alto y al tercer muletazo, el toro derrotó y le cogió contra las tablas, metiéndole todo el pitón en el muslo. La enfermería no reunía las mínimas condiciones para atenderle, por lo que se le trasladó, con un torniquete puesto en la pierna, hasta el hospital que se hallaba a un kilómetro largo de distancia.
Era mediado el mes de septiembre y había anochecido rápidamente en Vila Viciosa. Tuvieron que suspender la corrida aquel día antes de acabara por falta de luz. De la enfermería de la plaza de toros, entre las sombras fantasmales de la noche, un grupo callado de personas transporta a un torero herido de muerte en dislocada carrera, sobre una camilla de dos ruedas, mitad parihuela mitad carretilla. “Carnicerito se está muriendo. Cuando le comenzó a operar el capitán médico doctor Jesús Lopes Silveira, de Elvas, había transcurrido cuarenta minutos desde la cogida. El parte facultativo de los doctores decía así: “José González recibió una herida incisa en los tercios medio y superior del muslo derecho en su cara anterior de 25 centímetros de largo por 5 de profundidad con dos perforaciones en la región femoral. Pronóstico muy grave”. Tras la operación quirúrgica los doctores que le intervinieron eran optimistas ya que todo había salido muy bien. El novillero portugués Etelvino Laureano donó su sangre para las transfusiones. El herido estaba muy impresionado por la semejanza de la cornada con la que recibió hacía menos de un mes “Manolete” y a cada instante, en estado de delirio, decía que nadie podía ya hacer nada por salvarle la vida. ¿Murió sugestionado…? es probable. Lo cierto es que sin saberlo, repitió las mismas frases de “Manolete” en ese trance: “ya no siento la pierna”, “ya no veo”, tal y como recogió la prensa y los medios de comunicación repetidamente desde aquel 28 de agosto de 1947 de Linares. Como ha quedado dicho anteriormente, la muerte de “Manolete” le mentalizó y obsesionó de tal modo que pudiera ser que le llevaran a una muerte psicosomática, pues tras la operación el mexicano estaba grave pero fuera de un peligro inminente.
Su gran amiga Conchita Cintrón no se apartó ni un momento de su lado. Toreaba al día siguiente en Porto Alegre junto a “Cañitas” y “Andaluz Chico”, y cuenta la rejoneadora en sus “Memorias” que cuando le dijo que tenía que marcharse, “Carnicerito” suplicaba a gritos: “No me abandonéis, que me muero como Manolete”. A la mañana siguiente, de madrugada, a las seis y media, José González pidió que le administraran los sacramentos y Conchita Cintrón le preguntó si quería que avisaran a su mujer. “Carnicerito” contestó a duras penas: “La pobre no tiene para el viaje”. José González López “Carnicerito de México” falleció a las 8,30 horas del 15 de septiembre de 1947, de un colapso cardíaco, diciendo: “Muero como Manolete”. Cinco minutos más tarde llegaba al hospital la sangre que esperaban para una nueva transfusión que tal vez le hubiera salvado la vida. Este bravo y valiente torero, que había ganado dinero arriesgando su vida, después de 20 años de carrera murió pobre de solemnidad. Conchita Cintrón costeó los gastos del entierro y el traslado del cadáver a México. En el momento de su muerte José González tenía 44 años. “Carnicerito” quería morir como “Manolete” y así ocurrió, aunque ya antes le había matado, taurinamente hablando, Carlos Arruza, pues profesionalmente le había arrinconado en México y España.

1 comentario:

  1. quisiera ver alguna foto del torero carnicerito de mexico porque no hay en ninguna parte su imagen ....mil gracias por subir SABIDURIA

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