MANOLETE DIO 9 ALTERNATIVAS Y AYUDO A MUCHOS DE SUS COMPAÑEROS A SALIR ADELANTE
Por El Zubi
Manuel Rodríguez “Manolete” fue un hombre de pensamientos nobles a lo largo de toda su vida, y el torero de las grandes hazañas en los ruedos en su carrera profesional. Es verdad que jamás hubo apoderado que defendiera más y mejor a su poderdante que José Flores “Camará”, que lo entendió como nadie y supo llevarlo a la perfección por los caminos de la gloria. Manuel era en el ruedo un titán, pero luego en su vida diaria, era un tanto dejado y desastre en sus cosas, y era “Camará” el que en esos momentos actuaba casi como de padre y le arreglaba todos los asuntos. Como persona Manuel Rodríguez fue un hombre intachable. Discreto, callado, humilde y de una corrección exquisita. Tímido por temperamento. Él mismo se situaba a veces, al margen de los convencionalismos sociales, ansioso tan sólo de tranquilidad y de pasar inadvertido. Su modestia y su sencillez fueron siempre una constante en su carácter. En vez de aparecer en “saraos” y convenciones sociales, prefería esconderse a descansar en Córdoba, cerca de su madre a la que quiso entrañablemente y a la que idolatraba, o en alguna finca de cualquier amigo donde practicaba pelota vasca para fortalecer los músculos de su brazo y su muñeca, esenciales luego para la suerte de matar.
Sin ningún alarde innecesario, Manolete practicó también con hombría digna de encomio, la doble virtud de la caridad y el compañerismo, en una medida muy superior a la que ha trascendido en sus biografías. Ha habido pocos toreros que le superaran en ayudar a otros compañeros de manera callada y noble como lo hizo Manolete. Matadores desinflados en el valor y la suerte, o en su forma apagada de actuar en los ruedos y otros muchos que daban los primeros pasos en la profesión y recibieron del torero de Córdoba, ese aliento o empujón que les sirvió para que prolongaran sus respectivas carreras o su puesta en órbita, según los casos, gracias a la protección de Manolete y a la colaboración, que todo hay que decirlo, de su apoderado José Flores “Camará”. Podría citar muchos nombres, pero por citar sólo los mas evidentes tenemos el de Parrita que llegó donde llegó gracias al decidido apoyo del cordobés. Citar también el caso de Gitanillo de Triana y Curro Caro, o el mismo Julio Aparicio en el momento de su lanzamiento. ¿Habrían todos ellos toreado cuanto torearon sin la sombra de su gran amigo y protector? Seguramente que no.
Fernando Claramunt en su obra “Manolete: él y sus circunstancias” se pregunta si tuvo Manuel Rodríguez discípulos. Quienes estudian la personalidad de los héroes aseguran que estos seres excepcionales mueren jóvenes y sin descendencia. Manolete tuvo ahijados de alternativa, matadores de categoría que aceptarían con orgullo la etiqueta de discípulos del torero más grande que jamás dio la historia.
El primero al que apadrinó fue Manolo Martín Vázquez el 6 de julio de 1941 en Barcelona. Aquella mañana quiso el padrino reunirse en la habitación del hotel con su ahijado para ensayar cada uno de los detalles de la cesión de los trastos. Martín Vázquez, continuador como sus hermanos Pepín y Rafael, de una dinastía ilustre iniciada por el señor Curro y el señor Manolo en Sevilla en tiempos de Rafael “El Gallo”, fue siempre fiel a la escuela sevillana. Era colorista y alegre, pero se dejó influir por “Manolete”, que impuso el toreo al natural y el respeto al toreo fundamental y profundo.
El segundo apadrinado fue Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera”, que llegó muy cuajado ya a la alternativa. Fue un torero muy valiente y completo en todos los tercios. Hombre de linaje taurino, de vez en cuando daba más naturales seguidos, en redondo, que su propio padrino. Conservó su afición intacta incluso después de la retirada, toreando festivales casi hasta el día de su muerte. Existe un busto en bronce dedicado a él junto al de Joselito El Gallo en un tranquilo parque de Talavera, en los accesos a la plaza de toros.
Su tercera alternativa fue a Manolo Escudero, que se doctoró en Murcia el 2 de mayo de 1943. Es uno de esos toreros que con personalidad propia, capta mejor el concepto aristocrático del toreo aportado por su padrino. Pocos toreros han toreado con tanta majestad y elegancia tanto con la capa como con la muleta. Sus verónicas, de manos bajas, contenían un empaque extraordinario, lo mismo que los desmayos de sus naturales.
Su cuarto apadrinado fue Miguel del Pino, novillero del Puerto de Santa María, que tras varios años de una brillante etapa novilleril, toma la alternativa en Algeciras el 14 de junio de 1943, aunque no se mantuvo en el nivel que los aficionados y sus seguidores esperaban, siendo como fue un torero muy bien dotado para el arte.
Otro ahijado de Manolete muy bien dotado de arte y gusto con la capa y la muleta, fue el extremeño Eugenio Fernández “Angelete” natural de Baños de Montemayor. Manolete le concedió el doctorado en Barcelona un 12 de octubre de 1943. Este torero fue calificado por los críticos de su época dentro del grupo de toreros estilistas más depurados.
El valenciano Jaime Marco “El Choni” recibió los tratos de manos de Manolete en la plaza de Valencia el 15 de octubre de 1944. El Choni tuvo mucho tirón en su tierra pues incluso tuvo su propio pasodoble taurino que fue muy popular. Era un torero con estilo y buenas maneras personales, asimilando la línea de honradez y pundonor de su padrino. De él asimiló el temple, el valor y la responsabilidad en los ruedos. Incorporó este torero algunos recursos del rival y amigo de Manolete, Carlos Arruza, como “el teléfono”, la “arruzina” y los molinetes de rodillas. Nunca olvidó los elogios que de él hizo su padrino al termino de la corrida de su alternativa: ”lo mejor de la tarde ha sido lo de este chico de Valencia”.
Punto y a parte para Manolete fue Agustín Parra “Parrita”. De todos sus ahijados este es el más próximo espiritualmente a su padrino. Casado con una sobrina del torero de Córdoba, fue su discípulo por excelencia. Los carteles ya le anunciaban desde novillero como el sucesor del “monstruo de Córdoba”. Era madrileño, hijo del banderillero Bartolomé Parra y sobrino del picador Agustín Parra Vargas, tuvo un hijo matador de toros que heredó el apodo y la pureza y el sentimiento del padre, aunque tuvo una carrera demasiado breve. Recordaba mucho en su toreo al de Manolete, al que vio torear por fotografías, películas de cine y vídeo. Parrita decía de su padrino que fue para él como un padre, un hermano y un maestro. Toreó por última vez con Manolete en Alicante dos meses antes de que muriera en Linares. Parrita cortó dos orejas y el rabo. Llevaba Manolete aquella tarde el traje rosa y oro con el que murió. Parrita señaló años más tarde que “no estuve mal aquella tarde, pero la gente me dio demasiados trofeos yo creo que para molestar a Manolete”. Parrita fue siempre un apasionando de Manolete. Pasados los años, cada vez que hablaba del “monstruo de Córdoba” le afloraban las lágrimas a los ojos.
La octava alternativa concedida por el torero de Córdoba, fue para el madrileño de Barajas, Rafael Llorente, hombre robusto de corta estatura, sabe adaptarse al toreo profundo y puro de su padrino, que le cedió los tratos un 30 de agosto de 1945 en Barcelona. Llorente practicó un toreo serio y seco, aunque era decidido y valiente en el ruedo.
El último apadrinado por Manolete fue Rafael Perea “Boni”. Esto ocurrió en México un 26 de febrero de 1946. “Boni” aunque no fue un torero de primera fila, si destacó por su buen gusto y sensibilidad. Los mexicanos le dedicaron cerca la Monumental una estatua que lo inmortaliza en un quite por verónicas.
Estos fueron los nueve ahijados de Manolete, pero hay que decir que al igual que hiciera años antes Belmonte, el cordobés revolucionó con su personalidad y arte todos los cánones del toreo e impuso sus normas y todos los toreros que han venido después, aunque por su estilo parezcan contrapuestos a la concepción del torero de Córdoba, todos están influidos por Manolete. Él no tuvo rivales. En el escalafón estuvo él... y después todos los demás.
Sin ningún alarde innecesario, Manolete practicó también con hombría digna de encomio, la doble virtud de la caridad y el compañerismo, en una medida muy superior a la que ha trascendido en sus biografías. Ha habido pocos toreros que le superaran en ayudar a otros compañeros de manera callada y noble como lo hizo Manolete. Matadores desinflados en el valor y la suerte, o en su forma apagada de actuar en los ruedos y otros muchos que daban los primeros pasos en la profesión y recibieron del torero de Córdoba, ese aliento o empujón que les sirvió para que prolongaran sus respectivas carreras o su puesta en órbita, según los casos, gracias a la protección de Manolete y a la colaboración, que todo hay que decirlo, de su apoderado José Flores “Camará”. Podría citar muchos nombres, pero por citar sólo los mas evidentes tenemos el de Parrita que llegó donde llegó gracias al decidido apoyo del cordobés. Citar también el caso de Gitanillo de Triana y Curro Caro, o el mismo Julio Aparicio en el momento de su lanzamiento. ¿Habrían todos ellos toreado cuanto torearon sin la sombra de su gran amigo y protector? Seguramente que no.
Fernando Claramunt en su obra “Manolete: él y sus circunstancias” se pregunta si tuvo Manuel Rodríguez discípulos. Quienes estudian la personalidad de los héroes aseguran que estos seres excepcionales mueren jóvenes y sin descendencia. Manolete tuvo ahijados de alternativa, matadores de categoría que aceptarían con orgullo la etiqueta de discípulos del torero más grande que jamás dio la historia.
El primero al que apadrinó fue Manolo Martín Vázquez el 6 de julio de 1941 en Barcelona. Aquella mañana quiso el padrino reunirse en la habitación del hotel con su ahijado para ensayar cada uno de los detalles de la cesión de los trastos. Martín Vázquez, continuador como sus hermanos Pepín y Rafael, de una dinastía ilustre iniciada por el señor Curro y el señor Manolo en Sevilla en tiempos de Rafael “El Gallo”, fue siempre fiel a la escuela sevillana. Era colorista y alegre, pero se dejó influir por “Manolete”, que impuso el toreo al natural y el respeto al toreo fundamental y profundo.
El segundo apadrinado fue Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera”, que llegó muy cuajado ya a la alternativa. Fue un torero muy valiente y completo en todos los tercios. Hombre de linaje taurino, de vez en cuando daba más naturales seguidos, en redondo, que su propio padrino. Conservó su afición intacta incluso después de la retirada, toreando festivales casi hasta el día de su muerte. Existe un busto en bronce dedicado a él junto al de Joselito El Gallo en un tranquilo parque de Talavera, en los accesos a la plaza de toros.
Su tercera alternativa fue a Manolo Escudero, que se doctoró en Murcia el 2 de mayo de 1943. Es uno de esos toreros que con personalidad propia, capta mejor el concepto aristocrático del toreo aportado por su padrino. Pocos toreros han toreado con tanta majestad y elegancia tanto con la capa como con la muleta. Sus verónicas, de manos bajas, contenían un empaque extraordinario, lo mismo que los desmayos de sus naturales.
Su cuarto apadrinado fue Miguel del Pino, novillero del Puerto de Santa María, que tras varios años de una brillante etapa novilleril, toma la alternativa en Algeciras el 14 de junio de 1943, aunque no se mantuvo en el nivel que los aficionados y sus seguidores esperaban, siendo como fue un torero muy bien dotado para el arte.
Otro ahijado de Manolete muy bien dotado de arte y gusto con la capa y la muleta, fue el extremeño Eugenio Fernández “Angelete” natural de Baños de Montemayor. Manolete le concedió el doctorado en Barcelona un 12 de octubre de 1943. Este torero fue calificado por los críticos de su época dentro del grupo de toreros estilistas más depurados.
El valenciano Jaime Marco “El Choni” recibió los tratos de manos de Manolete en la plaza de Valencia el 15 de octubre de 1944. El Choni tuvo mucho tirón en su tierra pues incluso tuvo su propio pasodoble taurino que fue muy popular. Era un torero con estilo y buenas maneras personales, asimilando la línea de honradez y pundonor de su padrino. De él asimiló el temple, el valor y la responsabilidad en los ruedos. Incorporó este torero algunos recursos del rival y amigo de Manolete, Carlos Arruza, como “el teléfono”, la “arruzina” y los molinetes de rodillas. Nunca olvidó los elogios que de él hizo su padrino al termino de la corrida de su alternativa: ”lo mejor de la tarde ha sido lo de este chico de Valencia”.
Punto y a parte para Manolete fue Agustín Parra “Parrita”. De todos sus ahijados este es el más próximo espiritualmente a su padrino. Casado con una sobrina del torero de Córdoba, fue su discípulo por excelencia. Los carteles ya le anunciaban desde novillero como el sucesor del “monstruo de Córdoba”. Era madrileño, hijo del banderillero Bartolomé Parra y sobrino del picador Agustín Parra Vargas, tuvo un hijo matador de toros que heredó el apodo y la pureza y el sentimiento del padre, aunque tuvo una carrera demasiado breve. Recordaba mucho en su toreo al de Manolete, al que vio torear por fotografías, películas de cine y vídeo. Parrita decía de su padrino que fue para él como un padre, un hermano y un maestro. Toreó por última vez con Manolete en Alicante dos meses antes de que muriera en Linares. Parrita cortó dos orejas y el rabo. Llevaba Manolete aquella tarde el traje rosa y oro con el que murió. Parrita señaló años más tarde que “no estuve mal aquella tarde, pero la gente me dio demasiados trofeos yo creo que para molestar a Manolete”. Parrita fue siempre un apasionando de Manolete. Pasados los años, cada vez que hablaba del “monstruo de Córdoba” le afloraban las lágrimas a los ojos.
La octava alternativa concedida por el torero de Córdoba, fue para el madrileño de Barajas, Rafael Llorente, hombre robusto de corta estatura, sabe adaptarse al toreo profundo y puro de su padrino, que le cedió los tratos un 30 de agosto de 1945 en Barcelona. Llorente practicó un toreo serio y seco, aunque era decidido y valiente en el ruedo.
El último apadrinado por Manolete fue Rafael Perea “Boni”. Esto ocurrió en México un 26 de febrero de 1946. “Boni” aunque no fue un torero de primera fila, si destacó por su buen gusto y sensibilidad. Los mexicanos le dedicaron cerca la Monumental una estatua que lo inmortaliza en un quite por verónicas.
Estos fueron los nueve ahijados de Manolete, pero hay que decir que al igual que hiciera años antes Belmonte, el cordobés revolucionó con su personalidad y arte todos los cánones del toreo e impuso sus normas y todos los toreros que han venido después, aunque por su estilo parezcan contrapuestos a la concepción del torero de Córdoba, todos están influidos por Manolete. Él no tuvo rivales. En el escalafón estuvo él... y después todos los demás.
A Parrita padre lo conocí personalmente en la finca de Victor y Marín, en Ciudad Real.
ResponderEliminarSólo este apunte, Rafa. Estoy muy liado con los preparativos de la fiesta. Termino de llegar del campo y me he asomado un momento a ver qué tenías por hoy y a saludarte.
Estos dos o tres días no me va a dar tiempo ni de venir por aquí siquiera
No te preocupes Félix....yo seguire cargando esto. Mañana va sobre la gran amistad que Manolete tuvo con Gitanillo de Triana.....esta interesante y a partir de pasadio mañana....año nuebo....empiezo con Manolete y Lupe Sino. Va a estar bien. Un abrazo y Feliz Año nuevo.
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