jueves, 31 de diciembre de 2009

MURIO EL TORERO CORDOBES MANUEL SANCHEZ FUENTES

El gran torero cordobés Antonio Sánchez Fuentes falleció hoy 31 de diciembre en Córdoba, después de sufrir una penosa enfermedad. La misa funeral por el alma del diestro se celebrará mañana 1 de enero, en la Iglesia de San Miguel, de Córdoba. La familia recibe el duelo en el Tanatorio de las Quemadas. Antonio Sánchez Fuentes, pasará a la historia del toreo cordobés, aparte de por sus méritos profesionales, por haber sido integrante del cartel del último festejo celebrado en la desaparecida plaza de Los Tejares. Esa tarde alternó con José María Susoni y Agustín Castellano “El Puri” lidiando novillos de herederos de Enriqueta de la Cova.
Antonio Sánchez Fuentes nació en el barrio de los Olivos Borrachos. Tuvo en su familia varios toreros- su padre y su tío “Camará II”, su hermano Paco, banderillero notable y sus primos los Sánchez Saco.
Antonio toreó la primera vez en un tentadero en la ganadería Sánchez de Puerta. Contaba entonces 13 años. No asiste a ninguna escuela taurina, entrena junto a su hermano Paco y José María Montilla. Se presenta ante el público en una becerrada en Alcolea, y con apenas media docena de festejos toreados, debuta con caballos en Cabra (8-9-1959 ) alternando con Curro Puya y Alfonso Ordóñez. Esa tarde cortó cuatro orejas y un rabo. En Córdoba se presentó el 20 de noviembre de 1960, junto a Alfonso Gómez Ramiro y Manuel Sánchez Saco, para lidiar novillos de Román Sorando. Y en Madrid el 19 de marzo de 1964 con novillos de Moreno de la Cova, completando el cartel “Currillo” y Eduardo Ordóñez. Esa tarde cortó dos orejas y salió en hombros. Tomó la alternativa en Córdoba el 27 de mayo de 1965 de manos de Diego Puerta con Paco Camino de testigo. Cortó una oreja al toro del doctorado, de la ganadería de Monte San Miguel y en el sexto dio una vuelta al ruedo. Confirmó en Madrid el 11 de julio del mismo año, de manos de Paco Corpas, con José Martínez “Limeño” de testigo. Esta temporada se han cumplido cuarenta años de su retirada. Su último festejo lo toreó en Madrid (1968) cortando una oreja a su primero y dando dos vueltas al ruedo en el segundo.
En diez años en activo sufrió otras tantas cornadas de las cuales dos fueron extremadamente graves. Sin embargo reconocía que ser torero es lo mas grande del mundo, aunque conlleve amarguras y sufrimientos, adobados, eso si, con éxitos de los que no se olvidan, como las dos tardes que salió de Las Ventas a hombros, una de ellas cortando solo una oreja.
Cuando Antonio Sánchez Fuentes deja el mundo del toro, se convierte en un importante y prestigioso empresario del mundo del automóvil.
Esta es en síntesis la historia taurina de un honrado y voluntarioso matador de toros cordobés que ha fallecido el último día de 2009, con cuarenta y cuatro años de alternativa.
Ladislao Rodríguez Galán


“GITANILLO DE TRIANA” FUE EL MEJOR AMIGO DE MANOLETE, POR ENCIMA DE ALVARO DOMECQ

Por El Zubi
Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, a parte de Guillermo el mozo de espada, fue el mejor, mas auténtico y leal amigo que tuvo Manolete en vida dentro de su entorno mas inmediato, y quien mas le apoyó con su amistad en su vida íntima y sentimental, por encima de Álvaro Domecq, pues para el jerezano pudieron más sus fuertes convicciones religiosas y otros intereses inconfesables ya, que los deseos sentimentales y las íntimas amarguras de su ingenuo amigo cordobés. La historia, las investigaciones realizadas recientemente y los testimonios de testigos de la época demuestran, que el caballero de Jerez contribuyó bastante, sin que Manolete lo percibiera, en acrecentar la amargura y el abatimiento que el diestro cordobés reflejaba el año en que cayó herido de muerte en la plaza de Linares, según cuanta la periodista madrileña Marita Martín en su libro recientemente publicado “La Serpiente. Lupe Sino y Manolete” y que fue Gitanillo de Triana el único de su entorno que apoyó al cordobés de manera incondicional. Pero empecemos por el principio a contar esta historia.
Entre Gitanillo de Triana y Manolete surgió una sincera y profunda amistad que tuvo su punto de arranque el día en que Rafael permitió al maletilla cordobés, que entonces no era nadie, torear una vaca en un tentadero. Manolete le recordó aquel detalle el día de su alternativa. Un detalle que Rafael no recordaba, pues entonces Manolete era un muchachillo desgarbado que Gitanillo nunca acertó a asociar con el ídolo de Córdoba. Nunca olvidó el cordobés aquel gesto de Rafael, y Manolete quiso corresponder a Gitanillo exigiendo para él, sitio en muchos de sus carteles en unos días en que la estrella del trianero, incomprendido como muchos toreros artistas, oscilaba hacia el precipicio del ostracismo de manera peligrosa..
La primera vez que torearon juntos ambos diestros fue en junio de 1941 en Barcelona, siendo el tercer espada Rafael Ortega “Gallito”. Ese año lidió Rafael 17 corridas, ninguna de ellas con Manolete, a excepción de la citada y la del doctorado. Entre ellas participó en la desgraciada tarde en que el espada sevillano Pascual Márquez murió en Madrid el 17 de mayo de ese año de un cornalón que le sacó el corazón fuera de la caja torácica. Una tarde marcada por una lluvia torrencial que dejó el piso de Las Ventas completamente embarrado. La temporada para el gitano en España no fue buena y se fue a América, donde cosechó sonados triunfos y gano mucho dinero, concretamente en Venezuela. Esos triunfos le abrieron las puertas de nuevo en España, pero la temporada de 1942 comenzó muy mal para el sevillano que tuvo que escuchar los tres avisos en Madrid, lo que le valió tener ese año sólo 8 contratos en España, por lo que de nuevo se embarcó a Venezuela y Colombia, donde de nuevo resurgió. En 1943 Gitanillo sólo pudo torear en España, sin éxito, cuatro corridas. En 1944 toreo también pocas tardes pero logró algunos éxitos que refrescaron su imagen de torero artista. El 27 de junio consiguió triunfar en Barcelona ante Manolete y Domingo Ortega. Paralelamente a estos años de poca fortuna para Rafael, la amistad entre los dos diestros se fue acrecentando. Ese año el torero gitano además de cosechar magníficas actuaciones en plazas pequeñas, triunfó (sin cortar orejas) en Cuenca, también con Manolete, y recobró en Madrid su rango de gran torero artista en la corrida del 28 de septiembre, junto con Manolete, El Soldado y Álvaro Domecq, una tarde en la que Gitanillo sin cortar orejas inundó Las Ventas con su perfume y su aroma de torero, mientras que Manolete si que cosechó un clamoroso triunfo.
Lo cierto de todo esto es que ya en esas fechas Manolete sentía por el gitano una devota admiración por su toreo lleno de magia y una amistad a prueba de bombas. Gitanillo además es que era un gran artista y a Manolete le daba mucha confianza llevar por delante en los carteles a un torero con su experiencia, que siempre redondeaba los carteles, con mucho atractivo para le público. En 1944 y 1945 el cordobés (mas bien su todopoderoso apoderado Camará) incluyó a Rafael en algunas tardes con ganado apropiado para que el gitano pudiera mostrar su arte, a fin de que pudiera comenzar sus temporadas con buen pie.
Al margen ya del toreo, Rafael era un hombre de carácter alegre y divertido que se complementaba a la perfección con la timidez, el apocamiento y la discreción del torero de Córdoba, pues tenía lo que a él le faltaba: alegría. Manolete encontró en él al compañero perfecto para sus salidas nocturnas a Chicote y sus incursiones en las juergas flamencas de Villa Rosa y Los Gabrieles. De temperamento espléndido y extrovertido, Rafael enseñó a Manolete, apocado y desconocedor de otro mundo que no fuera el toreo, a divertirse y pensar en otras cosas que no fuera sólo torear. Además es que Gitanillo de Triana cantaba y bailaba flamenco extraordinariamente bien, dos artes que apasionaban al torero cordobés, que a través de él llegó a entablar una gran amistad también con Manolo Caracol y Lola Flores. Ya en esos años la amistad entre los dos toreros era de auténticos hermanos. Hasta fueron compadres, pues Manolete apadrinó y bautizó al hijo pequeño de Gitanillo, que siempre llevó colgada al cuello con orgullo la medalla de oro que su ilustre padrino le regaló ese día. Aquel bautizó fue una fiesta gitana que duró dos días y que se celebró en Madrid, en la venta “La Capitana” de Ciudad Lineal, que era propiedad de Pastora Imperio y a la que asistieron artistas como Manolo Caracol, Lola Flores, Cagancho, y Luis Miguel Dominguín entre otros muchos.
Sabemos también que Gitanillo de Triana jugó un papel primordial en la presentación a Manolete de la mujer que sería su gran amor Lupe Sino, y con la que con toda seguridad, pensaba casarse el año en que la muerte vino a llevárselo para siempre en Linares. Fue Pastora quien los presentó en Chicote. Sobra decir que fue Rafael Vega de los Reyes el único amigo de todo el entorno del torero cordobés, que le apoyó en su relación con Lupe Sino, y que en muchas ocasiones fue su paño de lágrimas, su consuelo y su más íntimo confidente de las amarguras que todo el entorno del torero cordobés le procuró por rechazar de manera cruel y despiadada a esta chica, a la que Manolete amaba con auténtica locura y pasión. Cuenta la periodista Marita Martín en su libro, como Álvaro Domecq, a quien Manolete le daba, sin merecérselo creo yo, un trato de hermano, que en las largas temporadas que el torero cordobés pasaba en su finca entrenando, el jerezano estaba continuamente intentando disuadir a Manolete sobre su relación con Antoñita Bronchalo, de la que, tras la muerte del cordobés, siempre habló como si hubiese sido una prostituta de lujo con la que el cordobés se “entretenía”. Esta actitud de su amigo el rejoneador, le contrariaba y ponía nervioso al torero de Córdoba, tanto que lo sumía en una profunda tristeza y desazón. Y apunta en el libro citado la periodista madrileña, que podría haber sido la madre de don Álvaro, que al parecer tuvo una gran amistad con doña Carmen Polo, la que iniciara junto a José Flores Camará, la investigación policíaca y de seguimiento a que la Dirección General de Seguridad sometió a Lupe Sino desde 1943 a 1947, a través de una Brigada que velaba por la moral pública y las buenas costumbres, en un intento de arruinar una relación que al parecer, no estaba bien vista por la hipócrita moral que en aquellos años imperaban en nuestro país. Manolete encontró pues en Gitanillo de Triana el apoyo moral que absolutamente nadie de su entorno le dio, a excepción de su mozo de espada Guillermo.
Volviendo al toreo, que es el asunto que mas nos interesa, hay que decir que en el verano de 1947, Rafael, y Manolete recién llegados de América ambos, torearon muchísimo juntos, casi a diario. Trece corridas seguidas: Segovia, Alicante, Barcelona, Pamplona, La Línea, Madrid, Vitoria, Santander, Valdepeñas, San Sebastián, Toledo, Gijón y la trágica tarde de Linares, de la que a estas alturas... sobran comentarios. Gitanillo y Manolete (acompañado por Lupe) habían pasado una temporada toreando juntos en México donde ambos ganaron muchísimo dinero, mucho más que en España, con unos públicos absolutamente entregados porque los consideraban unos ídolos. Un trato que el cordobés ya no tenía de los públicos españoles, que deseaban tirar al ídolo del trono inexpugnable que nadie aun ha logrado ocupar desde su muerte. Allí en México fue Gitanillo el amigo y confidente de la pareja, la única persona que desde un principio vio bien su relación. El confidente de excepción de un Manolete triste y golpeado por los públicos españoles, que veía su felicidad sentimental enturbiada por el rechazo de su madre y todo su entorno hacia su novia, su gran y único amor. Un asunto que le llenó sus cuatro últimos años de vida de amargura y fatalidad.
Cuenta Joaquín Albaicín en su libro “Gitanos en el ruedo” una extraña historia difícil de creer, que aunque fantasiosa e indocumentada desde mi punto de vista, yo les quiero contar aquí para terminar esta historia de una amistad, pues aunque inverosímil está escrita y publicada. Dice Albaicín que en aquel fatídico 1947, se comentaba entre ciertas personas vinculadas a la Fiesta, que estuvo Manolete en aquella última temporada obsesionado por la presencia en todas las plazas, sentado en la barrera del 10, de un desconocido de aspecto vulgar y gris, ataviado con muy mal gusto y que nadie sabía darle el norte sobre la identidad de ese sujeto. El misterio se acrecentaba cuando al morir el último toro de la tarde de cada tarde que toreaba Manolete, aquel enigmático aficionado de la barrera del 10 de todas las plazas, era el primero en abandonar la plaza. Manolete miraba hacia donde el siniestro personaje estaba y ya había desaparecido, y dice Albaicín en el citado libro que: “una de las personas, que muchas de aquellas tardes de 1947 lo vio, afirmó cuarenta años más tarde, haberlo reconocido en la barrera del 10 de la plaza de Colmenar Viejo el día en que un toro mató en la arena a José Cubero ‘Yiyo’ “....
Lo que sí es cierto es que en ese año de 1947, Gitanillo de Triana vio a su entrañable amigo, más preocupado y angustiado que nunca, y él procuró despejar su mente de fantasmas y pesares, con su cante y con su baile. Con su buen humor y su sincera amistad consiguió siempre levantar el ánimo de Manolete.

miércoles, 30 de diciembre de 2009





MANOLETE DIO 9 ALTERNATIVAS Y AYUDO A MUCHOS DE SUS COMPAÑEROS A SALIR ADELANTE

Por El Zubi
Manuel Rodríguez “Manolete” fue un hombre de pensamientos nobles a lo largo de toda su vida, y el torero de las grandes hazañas en los ruedos en su carrera profesional. Es verdad que jamás hubo apoderado que defendiera más y mejor a su poderdante que José Flores “Camará”, que lo entendió como nadie y supo llevarlo a la perfección por los caminos de la gloria. Manuel era en el ruedo un titán, pero luego en su vida diaria, era un tanto dejado y desastre en sus cosas, y era “Camará” el que en esos momentos actuaba casi como de padre y le arreglaba todos los asuntos. Como persona Manuel Rodríguez fue un hombre intachable. Discreto, callado, humilde y de una corrección exquisita. Tímido por temperamento. Él mismo se situaba a veces, al margen de los convencionalismos sociales, ansioso tan sólo de tranquilidad y de pasar inadvertido. Su modestia y su sencillez fueron siempre una constante en su carácter. En vez de aparecer en “saraos” y convenciones sociales, prefería esconderse a descansar en Córdoba, cerca de su madre a la que quiso entrañablemente y a la que idolatraba, o en alguna finca de cualquier amigo donde practicaba pelota vasca para fortalecer los músculos de su brazo y su muñeca, esenciales luego para la suerte de matar.
Sin ningún alarde innecesario, Manolete practicó también con hombría digna de encomio, la doble virtud de la caridad y el compañerismo, en una medida muy superior a la que ha trascendido en sus biografías. Ha habido pocos toreros que le superaran en ayudar a otros compañeros de manera callada y noble como lo hizo Manolete. Matadores desinflados en el valor y la suerte, o en su forma apagada de actuar en los ruedos y otros muchos que daban los primeros pasos en la profesión y recibieron del torero de Córdoba, ese aliento o empujón que les sirvió para que prolongaran sus respectivas carreras o su puesta en órbita, según los casos, gracias a la protección de Manolete y a la colaboración, que todo hay que decirlo, de su apoderado José Flores “Camará”. Podría citar muchos nombres, pero por citar sólo los mas evidentes tenemos el de Parrita que llegó donde llegó gracias al decidido apoyo del cordobés. Citar también el caso de Gitanillo de Triana y Curro Caro, o el mismo Julio Aparicio en el momento de su lanzamiento. ¿Habrían todos ellos toreado cuanto torearon sin la sombra de su gran amigo y protector? Seguramente que no.
Fernando Claramunt en su obra “Manolete: él y sus circunstancias” se pregunta si tuvo Manuel Rodríguez discípulos. Quienes estudian la personalidad de los héroes aseguran que estos seres excepcionales mueren jóvenes y sin descendencia. Manolete tuvo ahijados de alternativa, matadores de categoría que aceptarían con orgullo la etiqueta de discípulos del torero más grande que jamás dio la historia.
El primero al que apadrinó fue Manolo Martín Vázquez el 6 de julio de 1941 en Barcelona. Aquella mañana quiso el padrino reunirse en la habitación del hotel con su ahijado para ensayar cada uno de los detalles de la cesión de los trastos. Martín Vázquez, continuador como sus hermanos Pepín y Rafael, de una dinastía ilustre iniciada por el señor Curro y el señor Manolo en Sevilla en tiempos de Rafael “El Gallo”, fue siempre fiel a la escuela sevillana. Era colorista y alegre, pero se dejó influir por “Manolete”, que impuso el toreo al natural y el respeto al toreo fundamental y profundo.
El segundo apadrinado fue Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera”, que llegó muy cuajado ya a la alternativa. Fue un torero muy valiente y completo en todos los tercios. Hombre de linaje taurino, de vez en cuando daba más naturales seguidos, en redondo, que su propio padrino. Conservó su afición intacta incluso después de la retirada, toreando festivales casi hasta el día de su muerte. Existe un busto en bronce dedicado a él junto al de Joselito El Gallo en un tranquilo parque de Talavera, en los accesos a la plaza de toros.
Su tercera alternativa fue a Manolo Escudero, que se doctoró en Murcia el 2 de mayo de 1943. Es uno de esos toreros que con personalidad propia, capta mejor el concepto aristocrático del toreo aportado por su padrino. Pocos toreros han toreado con tanta majestad y elegancia tanto con la capa como con la muleta. Sus verónicas, de manos bajas, contenían un empaque extraordinario, lo mismo que los desmayos de sus naturales.
Su cuarto apadrinado fue Miguel del Pino, novillero del Puerto de Santa María, que tras varios años de una brillante etapa novilleril, toma la alternativa en Algeciras el 14 de junio de 1943, aunque no se mantuvo en el nivel que los aficionados y sus seguidores esperaban, siendo como fue un torero muy bien dotado para el arte.
Otro ahijado de Manolete muy bien dotado de arte y gusto con la capa y la muleta, fue el extremeño Eugenio Fernández “Angelete” natural de Baños de Montemayor. Manolete le concedió el doctorado en Barcelona un 12 de octubre de 1943. Este torero fue calificado por los críticos de su época dentro del grupo de toreros estilistas más depurados.
El valenciano Jaime Marco “El Choni” recibió los tratos de manos de Manolete en la plaza de Valencia el 15 de octubre de 1944. El Choni tuvo mucho tirón en su tierra pues incluso tuvo su propio pasodoble taurino que fue muy popular. Era un torero con estilo y buenas maneras personales, asimilando la línea de honradez y pundonor de su padrino. De él asimiló el temple, el valor y la responsabilidad en los ruedos. Incorporó este torero algunos recursos del rival y amigo de Manolete, Carlos Arruza, como “el teléfono”, la “arruzina” y los molinetes de rodillas. Nunca olvidó los elogios que de él hizo su padrino al termino de la corrida de su alternativa: ”lo mejor de la tarde ha sido lo de este chico de Valencia”.
Punto y a parte para Manolete fue Agustín Parra “Parrita”. De todos sus ahijados este es el más próximo espiritualmente a su padrino. Casado con una sobrina del torero de Córdoba, fue su discípulo por excelencia. Los carteles ya le anunciaban desde novillero como el sucesor del “monstruo de Córdoba”. Era madrileño, hijo del banderillero Bartolomé Parra y sobrino del picador Agustín Parra Vargas, tuvo un hijo matador de toros que heredó el apodo y la pureza y el sentimiento del padre, aunque tuvo una carrera demasiado breve. Recordaba mucho en su toreo al de Manolete, al que vio torear por fotografías, películas de cine y vídeo. Parrita decía de su padrino que fue para él como un padre, un hermano y un maestro. Toreó por última vez con Manolete en Alicante dos meses antes de que muriera en Linares. Parrita cortó dos orejas y el rabo. Llevaba Manolete aquella tarde el traje rosa y oro con el que murió. Parrita señaló años más tarde que “no estuve mal aquella tarde, pero la gente me dio demasiados trofeos yo creo que para molestar a Manolete”. Parrita fue siempre un apasionando de Manolete. Pasados los años, cada vez que hablaba del “monstruo de Córdoba” le afloraban las lágrimas a los ojos.
La octava alternativa concedida por el torero de Córdoba, fue para el madrileño de Barajas, Rafael Llorente, hombre robusto de corta estatura, sabe adaptarse al toreo profundo y puro de su padrino, que le cedió los tratos un 30 de agosto de 1945 en Barcelona. Llorente practicó un toreo serio y seco, aunque era decidido y valiente en el ruedo.
El último apadrinado por Manolete fue Rafael Perea “Boni”. Esto ocurrió en México un 26 de febrero de 1946. “Boni” aunque no fue un torero de primera fila, si destacó por su buen gusto y sensibilidad. Los mexicanos le dedicaron cerca la Monumental una estatua que lo inmortaliza en un quite por verónicas.
Estos fueron los nueve ahijados de Manolete, pero hay que decir que al igual que hiciera años antes Belmonte, el cordobés revolucionó con su personalidad y arte todos los cánones del toreo e impuso sus normas y todos los toreros que han venido después, aunque por su estilo parezcan contrapuestos a la concepción del torero de Córdoba, todos están influidos por Manolete. Él no tuvo rivales. En el escalafón estuvo él... y después todos los demás.

martes, 29 de diciembre de 2009

Manolete en la Plaza de Barcelona






LA PLAZA DE BARCELONA FUE UN TALISMAN DE BUENA SUERTE PARA MANOLETE
Por El Zubi
He dicho en alguna ocasión en estas mismas páginas, que en este país la memoria histórica es frágil, olvidadiza y en muchas ocasiones ingrata con la mayoría de sus protagonistas. Es lo que ocurre con Manuel Rodríguez “Manolete” y la Plaza de Toros Monumental de Barcelona, que fue un auténtico talismán de la buena suerte para el torero cordobés y el lugar donde más veces actuó del mundo: allí dio 70 espectáculos. Sin embargo dentro de pocos días el Parlamento catalán seguramente aprobará una ley que prohíba los espectáculos taurinos para siempre en toda la región catalana, sin ni siquiera ponderar con respeto y consideración, el peso que la afición catalana ha tenido y tiene en la Tauromaquia en España. Estas cosas no son nuevas pues a penas nadie en este país sabe o recuerda la gesta heroica que en 1858 llevó a cabo el coronel Carlos Palanca en la Conchinchina (lo que mas tarde conocimos como Vietnam), que la conquistó para los franceses con apenas dos compañías, ni las muertes, sufrimientos y esfuerzos que aquel logro supuso a un puñado de españoles valientes. Tampoco nadie recuerda la campaña militar del general Juan Prim y Prats en 1861 en México, cuando al frente de las tropas españolas tuvo que ir allí a defender los intereses españoles sin interferir en la independencia del gobierno mexicano.
La historia y la vida de este país esta plagada de ejemplos como los citados, pero me quiero circunscribir hoy solo al idilio y a la complicidad que hubo entre Manolete y la afición catalana de la Monumental de Barcelona. La primera vez que Manolete actuó en Barcelona fue en la Plaza de las Arenas, el 22 y el 24 de julio de 1933, formando parte del espectáculo de la banda-cómico-musical-taurina “Los Califas”. Manolete participó en la parte seria, junto al becerrista Juan Luis Ruiz, matando un becerro de la ganadería de Florentino Sotomayor, y “apuntando maneras de torero” según decía el cronista de El Noticiero Universal, José Mª Hernández. El empresario de la Plaza era Pedro Balañá Espinós y se dio cuenta de que en Manolete había algo nuevo y distinto a los demás toreros. Un estilo muy personal con aires de novedad. Lo cierto es que en esas actuaciones primeras el público catalán lo estimuló mucho con su apoyo, un preludio de su feliz encuentro con Barcelona. El mes de julio en que actuó por primera vez en Barcelona, fue siempre un buen mes para Manolete, un mes que siempre le dio muchas alegrías y compensaciones. En esas fechas por cierto y tras su actuación en Barcelona, Manolete se asoma a Francia y torea una nocturna en Arlés con la empresa Sauze. Según Manuel Quiroga Abarca, esta fue la primera vez que Manolete viste un traje de luces (José Luis de Córdoba cuenta sin embargo que la primera vez fue en Córdoba el sábado 12 de agosto de 1933). En Arlés actuó con una cuadrilla integrada por Rafael Morales “Piripi” y dos hermanos franceses apellidados Gárcene. Intervino más tarde en Nimes en otro festejo análogo, simulando en ambos la suerte de matar.
Tras su participación en la Guerra Civil y una vez tomada la alternativa en Sevilla el 17 de julio de 1939 de manos de Chicuelo, el 12 de octubre de ese año confirma en Madrid, actúa en Barcelona donde no toreaba desde su época en Los Califas. Esto ocurre un domingo a principios de octubre de ese año. Con cuatro toros de Atanasio Fernández y dos de Cobaleda. Obtuvo un rotundo triunfo y la Ciudad Condal se convirtió así desde entonces en la madrina espiritual del diestro de Córdoba, protectora de sus triunfales campañas. Desde entonces Manolete adoptó la Plaza de Barcelona como su plaza, la que le oxigenó, la que le da ánimos cada temporada, y a la afición barcelonesa como su favorita, ya que unánimemente era una incondicional del torero cordobés. Cada vez que iba a Barcelona estaba rodeado con un grupo de amigos catalanes que siempre le arroparon y le mostraron su admiración y cariño. Estoy hablando de Pepe Berard, representante en aquellos días de la firma González y Byass, Ernesto Oresanz (Tito Ernesto, para los amigos), el teniente coronel de Artillería con quien Manolete sirvió en la guerra, Santiago Barceló, el doctor Fernández Boado y el escritor taurino que mas tarde escribiría su biografía, Manuel Quiroga Abarca. Barcelona pues se convirtió en un referente buscado cada temporada por el torero llegando actuar allí a lo largo de toda su carrera 70 veces. Muchas si tenemos en cuenta que en Valencia toreó 34, 26 en Madrid, 20 en Sevilla, 19 en Zaragoza, 18 en Bilbao y solo 13 en Córdoba su ciudad, una plaza con la que nunca llegó a entenderse, por decirlo de alguna manera. Fue en Barcelona, el 6 de junio de 1945, en la única plaza en que un público enardecido y rendido a sus pies, le pide que le den al torero “el toro entero”, para recompensar su extraordinaria actuación.
En Barcelona resultó cogido una sola vez, un puntazo en la espalda, el 22 de mayo de 1941, con toros de Domecq, alternando con Juanito Belmonte y “Gallito”. Manolete otorgó en esta Plaza cuatro alternativas: a Manuel Martín Vázquez (6de julio de 1941), a Emiliano de la Casa “Morenito de Talavera” (el 14 de mayo de 1942), a Eugenio Fernández “Angelete” (el 13 de octubre de 1943) y a Rafael Llorente (el 30 de agosto de 1945).
En 1947, año en que resulto cogido de muerte en Linares, Manolete inició también en Barcelona su temporada, el 22 de junio, con toros de Fermín Bohórquez, y alternó aquel día con Juanito Belmonte y Rafael Boni. Cortó 2 orejas y un rabo. Repite el 6 de julio con toros de Urquijo y Escudero Calvo, junto a Gitanillo y el Andaluz, logrando cortar dos orejas. Barcelona fue siempre para él un referente de suerte y triunfos y sentía a la Monumental como su madrina de la suerte, pero pudo más el toro de Miura Islero en Linares. Como dato estadístico curioso baste apuntar que fue Pepe Luis Vázquez el torero que más veces alternó con Manolete 120 veces seguido de Juanito Belmonte que lo hizo en 112 ocasiones. Barcelona pues fue una de esas plazas que marcaron la carrera taurina del torero mas grande que jamás ha existido. En la ruta taurina de Manolete podemos considerar que pudieran haber existido como diez etapas fundamentales. Son en orden cronológico: su primer éxito en Córdoba; los triunfos novilleriles en Sevilla; la alternativa y la confirmación; la presentación en Barcelona; los primeros éxitos madrileños; las 17 actuaciones barcelonesas de 1941; la Feria de julio en Valencia (1942); los cinco triunfos apoteósicos de 1944 en la Plaza de Madrid, que acaba en la corrida de la Asociación de la Prensa, y la Feria de abril sevillana de 1945 que culmina con sus actuaciones en Toledo y Barcelona. A través de estas 10 etapas Manolete tuvo una constancia tan enorme en el éxito y un despego tan absoluto al fracaso, que hizo posible un nuevo aforismo: él no hizo una lidia para cada toro, sino que de cualquier toro hizo su lidia. Fue un torero que hizo pasar por su muleta a casi todos los toros de todas las ganaderías, y en Barcelona fue además donde se acuño esa frase taurina que luego algunos aficionados de cada época han adoptado para ponderar al torero de su preferencias: “Hoy torea Manolete…y dos más”. El torero de Córdoba triunfó en Barcelona como ningún torero en la historia ha triunfado, precisamente por eso José Tomás, que es un profundo admirador de su toreo ha elegido esta plaza para iniciar y acabar todos los años su temporada, siguiendo además estelas dejadas por Manolete en Málaga y Linares.
Sirvan pues estos apuntes plasmados a vuelapluma en este lluvioso invierno, mas con el corazón que con la razón, para reivindicar la Plaza Monumental de Barcelona y para homenajear el nombre de Manolete y a una afición que no se merece a los políticos que les representan en las instituciones catalanas, pues desde hace años y en lo que respecta a la Fiesta de los toros, se están conduciendo mas por intereses demagógicos y electoralistas que representando los intereses generales de los catalanes. Dicho queda.

lunes, 28 de diciembre de 2009

“EL DIRECTOR DE CINE FRANCÉS, ABEL GANCE, DESCUBRIÓ EN MANOLETE GRANDES DOTES DE ACTOR Y COMENZO A RODAR CON ÉL UNA PELICULA”



Por El Zubi
Cuando Manuel Rodríguez “Manolete” en 1944 se encontraba en la cumbre de su gloria como torero, el mundo atravesaba momentos de tragedia y convulsión por la II Guerra Mundial. Huyendo de la Gestapo llega a Madrid el director de cine y realizador francés Abel Gance, muy famoso ya por escribir y dirigir películas de mucha fama en el cine galo como “Yo acuso”, ”La rueda” o “Napoleón” que es una de las obras maestras de la historia del cine. Gance quedó hondamente impresionado al ver torear en Madrid a Manolete. Su trágica estética, su presencia en el ruedo, su arte, seriedad, dignidad y valentía le sobrecogieron y le llevaron a ser un “manoletista” acérrimo ya que sentía por el torero de Córdoba un gran respeto y consideración. Gance se puso en contacto con el torero y le propuso hacer una película en la que él fuera el protagonista. A Manolete le encantó la idea y accedió deseoso a someterse a unos “casting” en los Estudios “Augustus Films” de Madrid. Allí Manolete asimiló extraordinariamente bien las instrucciones que le daba el director francés, haciéndolo todo con soltura, naturalidad y precisión. En este gran torero, había sin duda también un gran actor que esperaba la oportunidad de manifestarse en plenitud como protagonista en una película.
Abel Gance encontró en un tal Montesinos al productor que financiase esta interesante película. Confió la redacción de los diálogos al poeta y académico Enrique Marquina, formando un equipo para el rodaje y la grabación que estuvo compuesto por el ambientador Luis Marquina que a la sazón era un reputado realizador también. Contrató como operador a Enrique Guerner, maestro alemán nacionalizado español. En el reparto figuraban junto a Manolete las actrices Isabel de Pomés y Sylvie Gance, y los actores José García Nieto, Feliz de Pomés, Juan Calvo, Manuel Requena y el ex boxeador Luciano Díaz.
La película comenzó a rodarse en Madrid con todos los mejores auspicios. Manolete actuó en varias escenas de interiores hechas en los Estudios de “Augustus Films”, en las que sus intervenciones fueron bastante expresivas. Los problemas llegaron al cabo de dos semanas de rodaje, que hubo de suspenderse pues al productor se le había acabado el dinero y ya nunca se reanudaría. Lo cierto es que lamentablemente la película con Manuel Rodríguez como héroe quedaría así inconclusa para siempre. No obstante el material rodado, descartadas las repeticiones y los planos incompletos, llega a componer hasta dos rollos de celuloide con bastante sentido narrativo. Esta grabación fue comprada más tarde por Luis Bueno Linares y se llegó incluso a proyectar en el Ciclo retrospectivo dedicado a toros y toreros en la pantalla del Festival Internacional de Cine de San Sebastián en junio de 1963. Desde entonces nunca mas se ha vuelto a saber ni a hablar de estas imágenes en las que aparece el diestro cordobés expresándose de viva voz.
Todavía le dio tiempo al “monstruo” de Córdoba (como lo bautizó K-Hito) a rodar un cortometraje en blanco y negro de diez minutos de duración, en el que Manolete es el protagonista. La película se llama “Toros” y fue producida por Angel Mateo Cano que la financió íntegramente. Figura en el reparto en varias escenas junto a Manuel Rodríguez una desconocida, joven y guapa muchacha de nombre Ana Mary de Angulo. El guión de la película “Toros” fue escrito y dirigido por José María Aragay, y comenzó con poca fortuna en este oficio de realizador pues las imágenes que grabó fueron de muy mala calidad. La fotografía corrió a cargo de Salvador Gijón. La idea de este film era muy interesante ya que se trataba de presentar a Manuel Rodríguez “Manolete” en un marco taurino, comentando los distintos lances de la lidia y sus conceptos sobre el arte de la tauromaquia.
La película se rodó en la finca “La Jandilla” propiedad de Alvaro Domeqc con quien el diestro de Córdoba siempre mantuvo una estrecha y fraternal amistad. Manolete torea en un cerrado vestido con traje campero. Una señorita que asiste junto a otras personas a la tienta pregunta a Manolete sobre sus opiniones profesionales en relación con el mundo del toro. En estas cortas escenas y diálogos en los que habla Manolete, demostró de nuevo las excelentes condiciones intuitivas que tenía de actor para la interpretación que ya descubriera el cineasta francés Gance. El cortometraje tiene muy mala calidad de imagen y por esta razón ha sido poco difundido, pero recogen en el recuerdo un testimonio auténtico de la personalidad y seriedad del añorado diestro cordobés.
Existe otro documental muy bueno que fue grabado en México, en el que se recoge la famosa corrida que protagonizó Manolete el 9 de diciembre de 1945 en la Plaza “El Toreo”, con toros de la ganadería de Torrecilla, donde obtuvo un extraordinario éxito. La cinta se llama “Manolete, monstruo” y fue dirigida y producida por Alberto Santander a petición expresa del mismísimo presidente de la República, señor Avila Camacho. La fotografía corrió a cargo de Domingo Carrillo, Agustín Jiménez y Antonio Chavisa.
La película comienza con imágenes del torero en su habitación del hotel atendiendo a varios compatriotas: los actores Juan y Armando Calvo, la tonadillera Conchita Martínez y el cantante Miguel de Molina. Después se le ve siguiendo el sagrado rito de vestirse de torero, camino a la Plaza y el paseíllo ante una lluvia torrencial de pétalos de flores. Manolete confirmaba allí su alternativa, apadrinado por Silverio Pérez, actuando de testigo Jesús Solórzano. El toro que lidió en ese documental se llamaba ”Gitano” y le cortó las dos orejas y el rabo, pues hizo una faena sensacional. Se ve también en esta película la dramática secuencia de la cogida del cordobés en el quinto de la tarde, un negro bragao de nombre “Cachorro”, ocurrida al dar un lance con la capa que le produjo una grave herida en el muslo izquierdo. La película termina con imágenes del torero de Córdoba en el quirófano de la Plaza, tras la operación que transcurrió de manera satisfactoria y que le impediría torear durante más de dos semanas.
Tras la muerte de Manuel Rodríguez “Manolete” en Linares el 28 de agosto de 1947, los productores cinematográficos Miguel García Pino y Adolfo Arenaza hicieron un año después para la marca “Hércules Films”, la película “Brindis a Manolete” con argumento de José Mª Pemán y José Carlos de Luna, argumento adaptado a guión cinematográfico por Enrique Llovet y Eduardo Manzanos. La película es un homenaje a Manolete como torero y como hombre, aunque no se ajusta estrictamente a su biografía real. La dirección de la película corrió a cargo de Florián Rey (Antonio Martínez del Castillo, que era su verdadero nombre), con fotografía de Enrique Guerner; escenografía de Francisco Escriña y Enrique Salvá; música de José Muñoz Molleda y canciones de Manuel L. Quiroga; montaje de Magdalena Pulido.
La película alterna la comedia, el drama y la ejemplaridad en tono elevado y poético. Los intérpretes de la película fueron José Greco, Paquita Rico, Manolo Morán, Ana Adamuz, José Jaspe, Juanita Mansó, Manuel Monroy, Eulalia del Pino y Domingo Ribas. Encabezando el reparto e interpretando el personaje de Manolete se eligió a Pedro Ortega, un auténtico desconocido que guardaba un parecido físico sorprendente con Manuel Rodríguez. No sólo se parecía en el físico sino que los rasgos faciales recordaban una barbaridad al torero. Pedro Ortega era un barbero de Puertollano (Ciudad Real), que acabó revelándose en esta película como un gran actor. Para las escenas taurinas se intercalaron imágenes y secuencias reales de Manolete, grabadas en España y México que se encontraban en distintos archivos. La cinta fue un auténtico éxito en los cines de España y América.
Después de esta película vinieron otras como “Recuerdo a Manolete” grabada en 1951 bajo la dirección de José H. Gan y Julián de la Flor, con guión de Francisco Narbona y Manuel Remis. Su duración fue de dieciocho minutos. En 1967 se hizo “Yo he visto la muerte”, en la que intervinieron Luis Miguel Dominguín, Antonio Bienvenida, Alvaro Domecq, Andrés Vázquez, Alvaro Domecq Romero y Pepe Bienvenida. Esta película que dirigió José María Forqué, fue otro nuevo homenaje a Manolete y obtuvo un relativo éxito comercial.

domingo, 27 de diciembre de 2009

LA TAUROMAQUIA DE MANOLETE LE DIO LA INMORTALIDAD Y EL MITO SE INICIO CON SU MUERTE


Por EL ZUBI
(Este artículo obtuvo el Primer Accésit en el I Premio Literario Taurino “José Luis de Córdoba”.2008)

Nunca pude ver torear a Manolete, porque nací seis años después de que muriera en Linares de aquella forma tan dramática, sólo reservada a los héroes y a los mitos. Mi padre, que fue un gran aficionado a la Fiesta, siempre me habló de Manolete como si de un dios del Olimpo se tratara, y me metió el veneno en el cuerpo. Luego me consolé viendo todas las películas o videos que han caído en mis manos sobre él. Por suerte hay muchas imágenes de Manolete mostrando su tauromaquia y su poderío. No me canso de verlos un día y otro… y lo que más me impresiona de esas secuencias de imágenes, es la mirada siempre triste del torero. Manolete reflejaba en su rostro, llevar sobre sus hombros una pesada carga aunque triunfase con ella en todo el mundo. Me impresionan de esas vueltas al ruedo que daba, como ofrecía su mirada triste a quienes le aplaudían, los mismos que más tarde le mostraron las entradas, le insultaron y le decían a gritos el precio que les había costado. Esa mirada triste del héroe, es para mí, como si Manolete quisiera establecer comunicación entre él y cada uno de los espectadores a los que miraba. Siento en esa mirada como si el héroe quisiera despedirse porque intuye su final cercano. Me impresiona siempre la solemnidad con la que hacía los paseíllos, una solemnidad que rozaba lo majestuoso, por las connotaciones estoicas de aquel que va a encontrarse con la muerte, y lejos de huir, camina con paso firme y resignado hacia ella, desmonterándose solemnemente ante la presidencia. Ese hombre que caminaba en Linares con paso firme y resignado hacía la muerte, también lo hizo aquel día con una tremenda personalidad. Con el prestigio que emanaba de su enjuta figura, hizo concentrar en torno de su forma de ser, siempre discreto y callado, el paradigma del toreo de su tiempo. Su tauromaquia, sin duda le dio la inmortalidad, pero el mito fue obra exclusiva de la muerte. En eso el torero, nada tuvo que ver.
Es verdad que Manuel Rodríguez “Manolete” no era un santo, sólo un ser humano extraordinariamente dotado para su profesión. Pero había dos seres en él. El “Manuel Rodríguez” humano y el “Manolete” torero. Manuel Rodríguez era humano… demasiado humano, y cuando quiso liberarse de las ataduras de su profesión fue ya demasiado tarde. Él mismo, yo creo, aquella tarde de Linares, sintió con abrumadora certeza que sólo la muerte podría librarle de las dificultades para poder seguir siendo Manuel Rodríguez. El patetismo de su cara aquella tarde del 28 de agosto de 1947, antes de la corrida es, cuanto menos, acongojante y siempre que veo sus fotos me causa una espantosa angustia.
Manolete emerge como torero en el momento en que comienza la posguerra. Los figuras que estaban en la cumbre años antes tenían ya los días contados con la irrupción del cordobés. Hablo de Domingo Ortega y de Marcial Lalanda, pues estaban ya en el ocaso de sus carreras y sin embargo no se habían dado cuenta. Manolete los mandó a los dos al retiro forzoso, pues mientras Domingo Ortega daba pases de trincherilla y rodillazos para doblegar al toro, Manolete llevaba ya un buen rato toreando y dando naturales con la izquierda en redondo. Con la llegada del cordobés, se fueron mas toreros al asilo: Chicuelo, Cagancho, Pepe Bienvenida, Gitanillo de Triana, Vicente Barrera y Nicanor Villalta. El público español de la posguerra necesitaba nuevos toreros para olvidar la tragedia. Manolete asumió esa responsabilidad muy a su pesar: “la responsabilidad de hacer olvidar una guerra”. A partir del 2 de julio de 1939, fecha en la que toma la alternativa cortando dos orejas en la Real Maestranza de Sevilla, el diestro cordobés será la nueva figura que revolucione los carteles. Siguen mandando durante unos meses Ortega, Lalanda, Bienvenida o Vicente Barrera, pero todos ellos tenían los días contados, pues el nuevo estilo, diferente e inquietante, impuesto por el cordobés había ya calado hondamente entren los públicos. A los aficionados que acudían a verlo, les inquietaba su personalidad tan fuera de lo corriente. Manolete daba una importancia y un sello extraordinario a los lances fundamentales: la verónica, la media, los pases al natural con la mano izquierda en tandas de cinco seis y siete pases. Demuestra día a día que es un extraordinario estoqueador en la suerte del volapié, que posee un valor sin límites que derrocha en todas las plazas tanto grandes como pequeñas y, como ahijado de Chicuelo, dio mucha importancia al toreo en redondo. No en vano el poeta Gerardo Diego escribió sobre él: “Torneados en rueda/ tres naturales/ y una hélice de seda/ con arrabales”.
Quien llevó muy mal el retiro fue Marcial Lalanda, pues Manolete impuso su estilo de torear cerca del toro y con unos condicionantes estéticos nuevos y sorprendentes, que hacen que Lalanda se quede sin sitio y se retire en 1942. Marcial no supo digerir el nuevo toreo del cordobés y llegó a decir de él que era “un torero de poca clase”, algo normal pues el toreo de cada uno era radicalmente diferente, pero en los duelos que mantuvieron entre ambos, en aquellos apasionantes mano a mano, fue Manolete quien siempre salió victorioso y fortalecido. Manolete y Arruza, a pesar de lo que se haya escrito, nunca fueron en realidad rivales, pues ambos se complementaban. Respecto a Luis Miguel Dominguín, él creyó hacerle sombra al cordobés, pero la realidad fue muy distinta. Nadie de la época vio en Dominguín un rival para el maestro de Córdoba. Logró fama por desafiar a Manolete en la temporada 1947, sin embargo en la de 1946, que Manolete no toreó en España, nadie consideró a Luis Miguel como el número uno del escalafón, puesto que en ausencia de Manolete su trono siempre quedó vacante.
Fue el historiador taurino Néstor Luján, quien discernió y aclaró lo “sobredimensionada” que fue la “supuesta rivalidad” entre los dos toreros, pues a juicio de Luján, Dominguín perteneció a un mundo nuevo, una manera adulterada y ficticia de entender la tauromaquia, que aun se entendía como anacrónica mientras Manolete estuvo vivo. Nada pudo hacer Dominguín en vida para anular a Manolete. Cuando el cordobés toreaba de perfil lo hacía para ceñirse muy cerca del toro, mientras que Dominguín haciendo lo mismo daba la sensación de un “desangelado desapego”. En realidad ningún torero consiguió ser un verdadero rival para Manolete, porque el verdadero rival no fue otro que la propia sociedad de aquella época, cansada ya del dominio indiscutible del “héroe inexpugnable”.
Lo cierto de todo esto es que el torero cordobés, enseñó al público que era posible estar bien con el 90% de los toros, a base de aguantar y consentir en un sitio que ningún torero de su tiempo fue capaz de pisar. Pues Manolete no solo paraba, templaba y mandaba mas que ningún otro, sino que “ligaba” como nadie. La ligazón en el toreo se convierte así en la clave de su tauromaquia, y no el muletazo aislado. Impuso la unidad básica de la faena. Los pases dejan de ser un fin en sí mismos para convertirse en eslabones de un todo que es “la tanda”. Manolete impuso romper con la curvada geometría belmontina y adoptó la recta, que le permitía ligar mejores muletazos que propiciaban que el torero se convierta en el eje de la acción sin apenas enmendarse. De esta forma hacía pasar una y otra vez la embestida del toro, ciñéndolo al máximo hasta que le impedía seguir prolongando la serie. Esa prolongación al máximo es la razón técnica de su toreo perfilero y puro. Toreaba de esta forma porque así él sentía el toreo, y esa concepción hierática y verticalista de su toreo le llevó a torear de perfil, nunca como ventaja sino todo lo contrario, pues arriesgaba así más que ningún otro. Al dejar la muleta a la altura del cuerpo mas bien retrasada, podía pensarse que el torero escamoteaba la primera parte del muletazo, poro era ahí donde más arriesgaba pues traía al toro embebido de lejos teniendo este que pasar antes delante de su cuerpo, con el riesgo que eso tenía. Citando de esa manera permitía, con enorme aguante, que los toros intentaran estrellarse en la tela sin dejar él que la enganchara, y era capaz de llevarlos toreados con lentitud y rematar el pase allá donde la máxima extensión física de su brazo le permitiera. Por eso consiguió dar los pases más largos en duración que cualquier torero de la época. Los naturales con la izquierda de Manolete fueron un ejemplo de perfección y temple. Esta manera de concebir el toreo le permitía arrimarse como ninguno al toro, y con esta técnica logró sacarle partido a toros, que en otras manos, hubieran acabado en tres minutos en el desolladero. Consiguió por tanto hacerles faena a esos toros que cualquier torero llama “inservibles”. No cabe duda por tanto, que el cordobés agrandó el toreo, pues lo dotó de majestad y empaque personalísimos, huyendo del adorno histriónico y afectado tan común en toreros como Ortega o Marcial. Esa ausencia de abalorios, la recia seriedad y sequedad de su valor dio a todo cuanto hizo un halo de autenticidad que a ojos del público parecía un gigante. Hacía faenas extraordinarias que culminaban finalmente con una inmejorable y perfecta estocada a volapié.
Con él llegó a México la locura en los inviernos de 1944, 1946 y 1947. Muchos aficionados mexicanos empeñaban sus relojes y sus pequeños tesoros familiares, para pagar una entrada y ver torear a Manolete. El Gobierno Federal de México tuvo incluso que intervenir impidiendo que se celebraran más festejos de los previstos de antemano, porque la alteración que se estaba produciendo en las economías domesticas era tan notable, que la economía del país comenzó a estornudar. La gente vendía sus automóviles y empeñaban incluso sus colchones para verlo torear. Allí fue más ídolo si cabe que en España y no digamos ya mas que en Córdoba, donde nunca se ponderó en su medida a este “monstruo” mientras estuvo vivo. Fue por tanto un ídolo indiscutible en México y un ejemplo para los toreros de allí que no habían visto nunca torear de esa manera. No habían concebido aun ponerse delante de un toro como lo hacía Manolete y eso fue lo que más impacto causó. Cuando lo vio torear por primera vez Silverio Pérez en la Maestranza de Sevilla quedó perplejo, y lleno de estupor preguntó: “¿…pero esto lo hace todas las tardes?”. Gregorio Corrochano, que como sabemos era belmontino de pies a cabeza, dijo sin embargo de él que “…la plaza se llenaba con su presencia; él eclipsaba el ruedo y al toro, y sólo se le veía a él”. Por su parte Felipe Sassone, publicó en Dígame que Manolete dio una vuelta de rosca mas al concepto de tauromaquia impuesto por Juan Belmonte, pues hacía sus faenas en un palmo de terreno “que es la mas suprema y difícil manifestación del arte del buen lidiador”. Por su parte Francisco J. Domínguez en su libro “Los Califas del Toreo” apunta que “Manolete aporta ritmo, precisión, cercanía, el tiempo de las faenas y la fragmentación de las mismas, aportando quietud con un vertiginoso juego de muñecas. Fue la perfección del concepto de ligazón en el toreo”.
La muerte de Manolete supuso la desaparición de su toreo que, reconozcámoslo ya de una vez, fue el “toreo eterno” y perfecto. Su manera de torear, citando de perfil, fue imitada por algunos durante pocos años pero pronto cayó en desuso, precisamente por una razón de mucho peso: el terreno en que Manolete clavaba las zapatillas estaba demasiado cerca de la muerte. Tras él, se vuelve pues al toreo de frente y aparece una nueva manera de torear, exagerada, de alardes innecesarios y una supuesta valentía inconsciente pero de riesgo calculado. Me refiero a los Litri y los Chamaco; los toreros “tremendistas” que aparecen justo cuando en España acaban las “cartillas de racionamiento”: nuevos toreros y una nueva sociedad que comienza a comer y a olvidar una guerra. Pero mientras Manolete estuvo en activo, desde 1939 a 1947, nadie osó hacerle sombra: ni toreros ni toros. Él fue el faro en torno al cual giraron todos los públicos en España y América. Por eso será siempre inmortal, aunque la muerte lo convirtiera, muy a su pesar, en un mito.

sábado, 26 de diciembre de 2009

LA RUMOROLOGIA Y LAS MALEDICENCIAS DE LOS PUBLICOS LLENARON DE AMARGURA A MANOLETE HASTA LA MUERTE


Por El Zubi

Manuel Rodríguez “Manolete” ha sido tal vez el mejor torero y el más completo que ha dado la historia de la Fiesta de los Toros. Sin lugar a dudas fue el torero que levantó mayores pasiones en la década de los cuarenta, inmediatamente después de nuestra Guerra Civil. Un torero que supo levantar el ánimo castigado de los españoles después de los horrores de una triste guerra fratricida. Un personaje popular idolatrado con razón, que sufrió también las espinas punzantes de la rumorología más baja y las maledicencias de la envidia: el deporte favorito de todos los españoles. A Manolete, por ser un personaje tan popular y sobresaliente, se le inventaron y adjudicaron multitud de actos, ideas y hechos que nunca ocurrieron en la realidad y que le amargaron en parte sus últimos años de vida. Ya es hora de zanjar algunas heridas y aclarar algunas cosas para la historia de manera contundente y definitiva.
A Manolete se le adjudicó un acto patriótico en México que jamás ocurrió. Dicen que minutos antes de hacer el paseíllo, se negó a torear en la plaza de México hasta que las banderas de España no ondearan en los tejados de la plaza. Todo fue una mentira inventada por la fantasía el populacho o tal vez por José María Pemán que todo hay que decirlo. También se le calificó como “el torero del régimen franquista”. Otra patraña que ha empañado la verdad sobre la verdadera personalidad del diestro cordobés.
Manuel Rodríguez “Manolete” hizo sus primeras actuaciones como novillero unos meses antes de que estallara la Guerra Civil. Actuó como becerrista por primera vez en un ruedo de sobresaliente de Juanita Cruz en Cabra el domingo después de Carnaval de 1933 con Ramón Lacruz, y repitió una semana más tarde de nuevo con la torera madrileña y con Palitos. Por cierto que en ambas actuaciones los dos toreros varones tuvieron una actuación desastrosa. Debutó en Madrid en 1935 en la Plaza de Tetuán de las Victorias, donde fue anunciado en los carteles con el nombre de Angel Rodríguez; fíjense el escasísimo conocimiento que de él se tenía. Cuando estalló la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, Manuel Rodríguez alternó las funciones de soldado de Artillería con las actuaciones en festivales benéficos taurinos a favor del Ejército y hospitales de la zona sublevada, pues en ella vivía. Su pertenencia al Ejército de Franco le proporcionó entre el populacho malintencionadas y tergiversadas biografías que forman parte más de la fantasía de mentes retorcidas, que de una realidad histórica auténtica y contrastada. Incluso se le adjudicó su participación en muestras violentas y sangrientas con prisioneros rojos, (dicen que se entrenaba a entrar a matar con los prisioneros rojos de la guerra civil) sin ningún fundamento histórico ni científico. Todo son auténticas mentiras y calumnias inventadas por la gente.
Hechos ciertos son que Manuel Rodríguez se tuvo que incorporar a filas al estallar la guerra. En su reemplazo normal quedó exento de servicio militar porque era estrecho de tórax. Semanas más tarde y cuando la contienda se encona sobremanera, lo movilizan de nuevo, pues ya todos los hombres son necesarios en el frente. A Manolete lo asignan en el Regimiento de Artillería número 1, asentado en Córdoba. Está a las órdenes del coronel Manuel Aguilar Galindo y directamente a las del capitán José Gutiérrez Ozores, un gran aficionado a la Fiesta que siente además una especial predilección por el torero cordobés. Cuando el servicio militar daba una tregua, la vida en el Regimiento se tornaba hacia el arte de torear. Allí quien más baza metía era un personaje entrañable, un tal Curro Molina, mozo de espadas que trabajaba como albañil durante el invierno, que era sin duda el principal incondicional del novillero-soldado.
Los ataques del Ejército Republicano obligaron al Regimiento de Artillería de Córdoba a entrar en combate y estar en varios frentes. En Peñarroya, el artillero de segunda, batidor de la Primera Batería, Manuel Rodríguez, se distinguió por su eficacia y valor. En Villafranca y Extremadura, “Manolete” cumplió como el mejor del Regimiento. Poca gente sabe, que los aviones rusos estuvieron a un paso de privar a España y al mundo del mejor torero de todos los tiempos. El hecho ocurrió cuando el Regimiento de “Manolete” avanzaba en fila de dos columnas hacia Cabezas del Buey (Extremadura), cuando una escuadrilla de bombarderos rusos los avistó a lo lejos como a una fila de hormigas que avanza lentamente hacia su hormiguero. Los aviones giraron en breves segundos y cayeron como moscas en picado sobre ellos, disparando con furia todas las ametralladoras de sus morros. “¡Desplegarse!. ¡Cuerpo a tierra!, gritó el capitán Gutiérrez Ozores. Las acémilas fueron dispersadas en cuestión de segundos y los soldados buscaron refugio lanzándose a las cunetas de la carretera a la carrera. La confusión, el caos y el miedo se apoderaron del Regimiento. En cuestión de pocos segundos caen las bombas a diestro y siniestro, que estallan muy cerca de la columna de soldados causándole grandes daños. “Manolete” tuvo la fortuna de lanzarse al lado contrario donde uno de sus compañeros salta despedazado por los aires. La muerte estuvo aquel día más cerca que nunca de “Manolete” hasta la tarde de Linares, en que lo recogió para hacer el viaje eterno. Aún no había llegado su hora.
En marzo de 1937 el capitán Gutiérrez Ozores es el que más interés pone en que se celebre un Festival Benéfico en Córdoba. En realidad lo que quería era ver torear a su subordinado y analizar sus posibilidades como torero. Tan pronto como fue lanzada la idea del Festival, se ofrecieron a participar en él de manera incondicional muchos toreros que había en la zona: Juan Belmonte, como rejoneador, José Flores “Camará”, que insistía en seguir toreando ante la buena acogida que tuvo semanas antes en Ecija. Sánchez Mejías, “Gallito” y los cordobeses Zurito, Manolete y Pepe Luque completan el cartel del Festival Patriótico de Artillería a beneficio de “Auxilio de Invierno”, que a raíz de aquel 28 de marzo quedó instituido durante muchos años en el coso de los Tejares. Al parecer, la faena que Manuel Rodríguez “Manolete” le hizo al novillo “Camarón” de la ganadería de José de Goya fue tan memorable y extraordinaria, que los cordobeses que asistieron a este Festival instalaron la primera Peña Taurina Manolete en “Casa de Almoguera”. El capitán Gutiérrez Ozores no cabía de gozo en su uniforme y presumía de soldado ante medio Ejército nacional. Ahí comenzó la leyenda de Manolete: en el Ejército.
Pero la participación de Manuel Rodríguez en la contienda civil en el Ejército nacional, no fue algo elegido por él sino circunstancial fruto del azar. El vivía en Córdoba, y no significa eso ser nacional o republicano. Manolete lo que de verdad era entonces y siempre fue torero por encima de todo. Por eso fue absolutamente injusto que obviando su genialidad se le calificara como el “torero del régimen”, y más tras el homenaje que la intelectualidad de la época le tributó en Madrid en el transcurso de una cena en el restaurante Lhardy. Hay en la vida de Manolete dos hechos ciertos relacionados uno con el primer ministro británico Winston Churchill y otro con Indalecio Prieto, que podrían servir para desmentir esa supuesta querencia que se le adjudicó al torero de Córdoba con los jerarcas del régimen franquista. El año de 1945, el de su debut en México, está mas que comprobado que mantuvo contactos en la ciudad azteca con gentes españolas en el exilio. Yo creo que Manolete era torero fundamentalmente, y un hombre liberal. Allí en la capital azteca se sabe que almorzó junto con su apoderado José Flores Camará con Indalecio Prieto, que como sabrán fue cronista taurino en Bilbao, ministro socialista y director de un periódico. También conoció allí al general Miaja y a otros hombres de aquella España perdedora y desterrada.
Pero tal vez uno de los hechos menos conocidos de su vida fue el de su relación con el primer ministro británico Winston Churchill. Torea Manolete en Valencia en 1945 durante la Feria de Julio. Allí mató un toro de la ganadería de Escobar, un toro lucero que tenía dibujada en la testuz una “V” que era el signo de la victoria que había hecho famoso el “premier” británico. Manolete mandó disecar la cabeza del astado y se la envió al político inglés en señal de homenaje y adhesión a su lucha, lo cual no coincidía precisamente con la política exterior española que en esos días estaba decididamente a favor de Hitler.
El regalo fue tan bien acogido por Churchill que le respondió a Manolete con una cariñosa carta de agradecimiento, carta que se encuentra expuesta en el salón taurino-museo del cortijo de Las Bernabelas en la Sierra Norte de Sevilla, muy cerca de Constantina, propiedad de Manuel Flores Camará. Dos años más tarde mandaría también un telegrama de pésame a la madre del torero doña Angustias Sánchez, mostrándole su pesar por la tragedia de Linares.
La vida taurina de Manolete no fue un camino de rosas precisamente. Con Carlos Arruza mantuvo un duelo de rivalidad paralelo a una amistad casi fraternal y familiar. Supieron ambos mantener la amistad a la vez que la rivalidad y dignidad profesional en los ruedos. Luego no es cierto que el mexicano Carlos Arruza fuera su enemigo tal y como se ha rumoreado tantas veces. Después le llegó el turno a Luis Miguel Dominguín, que le quiso desplazar del pedestal... pero esa es otra historia. Manolete sufrió la incomprensión de los públicos en sus últimos años de vida. Sufrió las luchas taurinas y las rivalidades, las acusaciones de perfilero y consentidor del afeitado (otra gran mentira). El público comenzó a mostrarle las entradas cada vez que no cortaba orejas. En Córdoba insultaban incluso desde los tendidos de la plaza de toros a miembros de su propia familia, haciendo con ello un gran daño moral al torero. Todo esto junto a su apasionando romance con la bella actriz Lupe Sino, acumuló tales circunstancias que hicieron que Manolete, como otros toreros de la historia, acabase su carrera en un hospital amortajado.
Manolete y Camará formaron un tándem perfecto. Era la moneda compacta con las dos caras. Camará puso un hito en la historia del apoderamiento que difícilmente podrá superarse. Esta perfección en el toreo y en el apoderamiento dio paso a las consabidas envidias de la gente que desembocaron en maledicencias y calumnias. De Manolete por ejemplo se dijo que lo mató el toro Islero cuyos pitones habían sido manipulados. Incluso se dijo que a Islero le habían echado encima antes de salir al ruedo, varios sacos terreros para mermarlo en su vigor. Todo fueron mentiras y maledicencias, como desmintió durante años con dolor José Flores Camará. Lo cierto es que el torero cordobés fue idolatrado por los mismos públicos que le amargaban la vida, porque se le percibía como un símbolo de la España caída que trataba de zafarse de la enfermedad.
Y esa es otra. Su aspecto. Manolete era un hombre de aspecto frágil y enfermizo. La rumorología popular, tan puñetera siempre, dijo que el torero padecía tuberculosis y que necesitaba constantes inyecciones de penicilina y transfusiones de sangre para poder vivir, transfusiones que él pagaba además generosamente. En aquellos días se sabe que el torero recibió muchas cartas de gente que quería donarle sangre de manera altruista. Hubo una carta de una señora oscense que le ofrecía dos litros de sangre a cambio de dos millones de pesetas de aquella época (Manolete cobraba entonces una media de 240.000 pesetas por corrida). El torero le dijo a su apoderado: “...contéstale a esa mujer y dile que por dos millones de pesetas le doy toda la mía y la de mi familia”. Sin embargo la oferta más generosa vino de una señorita anónima que le ofrecía toda su sangre a cambio de su amor... Lo cierto es que la presunta anemia y tuberculosis del matador cordobés, fue casi una enfermedad nacional, porque el cariño de los españoles por él era general. Hay que tener en cuenta que en aquellos años en España había unas 300.000 personas enfermas de tuberculosis y que sólo había 7.000 camas en los pocos hospitales que había en todo el país. Así que la “penicilina” y la “tuberculosis” también forman parte de la “leyenda negra manoletista”.
Como quedó apuntado anteriormente, al diestro cordobés los públicos cada día le exigían más y más. Sus últimas campañas las vivió presionado con más amargura que felicidad. Murió en el año que había anunciado su retirada. Manuel alcanzó la cima de su fama y el reconocimiento social, poco habitual en los toreros, en la famosa cena del restaurante Lhardy en Madrid, donde se dio cita lo más granado de la intelectualidad de la época. El homenaje fue organizado por José María Alfaro que presidía la Asociación de la Prensa de Madrid, y el diplomático, escritor y personaje muy popular Agustín de Foxá le dedicó allí unos bellos versos muy significativos, cuyo último párrafo quiero hoy reproducir aquí para terminar esta historia:
...
y saludo en ti a Córdoba; olivares y ermitas,
Surtidor de azulejos, hoy cubiertos de tierra,
Quien te dio esa desgana de Califa sin trono,
De Almanzor que no vuelve, que es orgullo y tristeza.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

JOAQUIN BERNADO, EL MEJOR TORERO CATALAN DE TODOS LOS TIEMPOS



Por El Zubi
Joaquín Bernadó Bartomeu es probablemente el mejor torero catalán que ha dado la historia. Su carrera se desarrolló entre los años 1950 a 1983. Fue un torero dotado con personalidad propia, que si bien flojeó en la suerte suprema, fue uno de los grandes en el manejo del capote y de la muleta. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que en su profesión rozó la gloria, pues fue muy apreciado en plazas como Madrid, Barcelona o México, sin embargo su vida personal y familiar desembocó en un fracaso amoroso, propiciado tal vez por los celos de su mujer, justificados o no, las prolongadas ausencias o el cotidiano distanciamiento de su bellísima mujer, la guapísima bailaora gitana, María Albaicin, hija del singular torero y artista Rafael Albaicin. Lo que les quiero contar hoy es la historia de una pasión amorosa entre un torero payo y una gran artista gitana, que acabo en un fracaso amoroso y familiar, del que el torero catalán, como veremos a la postre, se llevó la peor parte. Joaquín Bernadó, es en la actualidad comentarista taurino en Telemadrid y responsable del grupo de chavales con mas alto nivel de la Escuela de Tauromaquia “Marcial Lalanda” de Madrid, cuyo director artístico es, el también torero Gregorio Sánchez.
Joaquín Bernadó, comenzó muy joven la carrera de comercio, la cual abandonó para dedicarse a los toros desde los quince años. Nació en Santa Coloma de Gramanet, el 16 de agosto de 1935. Su primera actuación tuvo lugar en Manresa, el 28 de mayo de 1950 y debuta con picadores en 1953 en Ledesma (Salamanca). Se presentó en el coso madrileño de Vista Alegre el 25 de abril de 1954, formando parte de un cartel junto a Vicente Escribano y Alejandro Valiente, matando astados de Ortega Estévez. Aquella tarde Bernadó estuvo excepcional, por lo que repitió en la misma plaza los días 9 y 16 de mayo. Actúa después en Barcelona y Valencia, donde obtiene éxitos de gran resonancia. Fue pues 1954 una temporada crucial para el torero de Santa Coloma de Gramanet, ya que participó en 41 festejos. Su debut en Sevilla se produjo el 22 de abril de 1955, junto al granadino Miguel Montenegro y Joselito Huerta, y gustó su fino sentido estético, por lo que le volvieron a anunciar el 15 de agosto, tarde en la que cortó una oreja, alternando con dos novilleros que serían mas tarde figuras del toreo: Jaime Ostos y de nuevo el mexicano Joselito Huerta. El 23 de junio de ese año se presentó en Las Ventas, junto a Miguel Montenegro y Jaime Ostos, y su actuación fue premiada con una oreja de un novillo del Marqués de Villagodio. Se doctoró el 4 de marzo de 1956 en Castellón, de la mano del maestro Antonio Bienvenida y actuando como padrino Julio Aparicio. El toro de su alternativa, de nombre Carolo, fue de la ganadería de Manuel Arranz. Confirma su doctorado en Madrid, el 10 de junio de ese mismo año, con toros del hierro de El Pizarral, actuando como padrino Mario Carrión ante el mexicano Joselito Huerta. En 1961 cuando finaliza su campaña española, viaja a México, país al que se desplazaría durante diez inviernos, actuando allí en 200 ocasiones. Probablemente sea el torero español que mas veces haya toreado en los cosos mexicanos, donde llegó a ser considerado como un ídolo indiscutible.
Fue en estos años cuando conoció a una joven y guapísima gitana, María Albaicin, que siguió la carrera de sus tíos en el baile. Era de una espectacular belleza y comenzó luciéndose en tablaos como El Corral de la Morería. Siendo aun muy joven conoció al torero catalán y surgió entre ellos una auténtica pasión de amor que desembocó en boda. Durante años formaron un matrimonio modélico, pues incluso tuvieron un hijo y una hija, de los que más adelante halaremos.
El 30 de abril de 1967 el torero catalán Joaquín Bernadó, realiza una faena memorable en Las Ventas en Madrid, frente a un toro de la divisa de Alonso Moreno de la Cova. Falló con la espada por lo que no se llevó las orejas, pero tuvo que dar dos vueltas al ruedo entre las emocionadas ovaciones del respetable. Esta actuación contribuyó a subir su cotización como torero fino, de arte, valor y gran técnica. Estando en el cenit de su carrera surge de manera sorpresiva su separación de la bailaora María Albaicin. Según cuenta Julián García Candau en su libro “Celos, Amor y Muerte. Tragedias y pasiones del Toreo”, corrió el rumor en aquellos años en las revistas del corazón, de que ella deseaba volver a los escenarios, pero al parecer según el citado autor, la causa fundamental de tan inesperada ruptura, fueron las horas de desamor. Joaquín Bernadó hizo largas y exitosas temporadas en México, lo que supuso muchas horas y días de soledad para María, una mujer profundamente amorosa. Fueron pues las soledades, que a ella le costó digerir, las que acabaron con la ruptura de la pareja y con la destrucción de la familia que ambos habían formado. Las muestras cada día de un mayor distanciamiento pudieron más que los sentimientos que ambos se profesaban, el amor se transformó en odio y la separación resultó inevitable, y es que a cada regreso de México se abrían mayores grietas en la relación entre ellos, pues crecían en ella los celos y las sospechas, no sabemos si justificadas o no. Para el torero la actitud de su mujer resultó un golpe muy doloroso y más doloroso aun la actitud que adoptaron su dos hijos, que fueron víctimas del conocido “síndrome de alienación parental”, un proceso psicológico que según los especialistas, se caracteriza porque uno de los progenitores manipula a sus hijos para que odien al otro progenitor. En estos casos, tras las palabras, los reproches o cualquier tipo de conducta humana, lo que realmente se esconde es el afán de venganza, y naturalmente... el resultado es desastroso, pues causa graves trastornos a los hijos durante toda la vida.
En el caso de Joaquín Bernadó y María Albaicin, los hijos hicieron piña con su madre y rechazaron cruelmente a su padre. El hijo, Joaquín Albaicin, escritor que ha tenido muy buenas críticas en obras como Gitanos en el Ruedo, La Serpiente terrenal o La estrella de plata, ni siquiera firma con el apellido de su padre, sino con el de la madre. Jacaranda, la hija, es pintora y parece una buena especialista en temas taurinos. En cierta ocasión, hace pocos años, su hijo Joaquín en una entrevista concedida a un medio de comunicación, al referirse a la familia lo hizo diciendo que “a él lo alumbró una gitana” y nunca hace referencia a ese gran torero catalán que fue su progenitor. Jacaranda Albaicin tuvo un notable éxito en el año 2000 en Santander, pues incluso fue incluida en los actos culturales de la feria taurina, como la presentación de la “Tertulia José María Cossío”. María Albaicin tras su separación del torero, siguió en parte los pasos tradicionales de la familia bailando en algunas películas. Su tío Miguel actuó junto a su madre, la modelo Agustina en La pícara molinera, trabajó en París para la Paramount y coprotagonizo la versión de El amor brujo de Antonio Román. María bailó en La fuente mágica, Los pianos mecánicos y Café de Chinitas.
A raíz de todas estas circunstancias, la buena estrella del torero catalán se apagó, y el 24 de septiembre de 1983, año de su primera despedida, con 48 años de edad, se encerró en la plaza de Barcelona con seis toros de la ganadería de Begoña, haciéndole un faenón al toro Mequetrefe, y se retira del toreo. Reaparece de nuevo el 23 de abril de 1983 en Sevilla, con una corrida de Miura, junto a Ruiz Miguel y Manili. La Monumental de Barcelona fue una plaza emblemática para él, pues fue escenario de sus faenas en 243 ocasiones. En Barcelona reapareció el 19 de abril de 1987, alternando junto a Lucio Sandín y Manuel Cáscales. Todavía toreó una vez más de luces, en 1990, cuando tenía 55 años. Joaquín Bernadó fue un lidiador muy estimado, un hombre de una historia taurina relevante que no tuvo suerte en su vida familiar. Fue un torero elegante, muy fino tanto con el capote como con la muleta. La regularidad no fue ciertamente una de sus cualidades, pues por circunstancias aquí explicadas tuvo una carrera muy desigual, con muchas luces y muchas sombras, afectado sin duda por su fracaso sentimental y familiar. Sus dificultades con el estoque le imposibilitaron muchas veces de haber llegado más alto. A pesar de ello, su carrera está plagada de destellos de maestría y calidad. Hasta el momento de su retirada fue un diestro de una honradez ejemplar. Se fue de las plazas con 16 cornadas en el cuerpo.
El periodista Ángel Cebríán, publicó el 24 de septiembre de 1983 en La Vanguardia, una emotiva crónica con motivo de su retirada en la Plaza Monumental de Barcelona, donde tantísimas veces triunfó y, tras titular “Joaquín Bernadó, el mejor torero catalán. Tras 32 años de profesión se despide de la tauromaquia”, dice textualmente: “Muchos sustos, miedos y casi glorias han transcurrido por la vida de Joaquín Bernadó desde que en 1950 se planteara seriamente introducir su vida en esa aventurada profesión que es la de torero. Desde aquella primera actuación en Manresa hasta esta, su última y tal vez nada deseada retirada en la Monumental de Barcelona hoy, festividad de la Mercé, ha sido Bernadó un torero catalán por antonomasia, al que sin duda le ha perjudicado más que favorecido esta condición natural. Su fina y elegante figura, tal vez al tenor de su toreo, le delata casi mas como un gentleman al uso que como un matador de toros. Sin aspavientos ni forzados ademanes, se mueve y maneja en la plaza transmitiéndonos ese algo especial que sólo en la personalidad de los maestros tiene carácter de arte. Sabido y cierto es que nunca se ha llevado con el estoque y, sin embargo, a la par, mima el capote y acaricia la muleta”.
El torero Joaquín Bernadó tiene en la actualidad 73 años. Años mas tarde, tras su separación de María Albaicin, fijo su residencia en la provincia de Madrid. Se casó de nuevo con una bella peruana y con ella vive en el serrano y madrileño pueblo de Canencia. Lleva una vida sencilla y humilde, alejado del mundanal ruido, pero dentro del mundillo del toreo, trabaja como comentarista taurino y profesor de la Escuela Taurina “Marcial Lalanda” de Madrid, ejerciendo de profesor de chavales que quieren ser torero como lo fue él. Despreciado por sus hijos.. a estos chavales, aspirantes a figuras del toreo, dedica ahora su vida y su frustrado sentimiento paternal, junto a otros viejos toreros que ejercen también como profesores: Juan Antonio Alcoba “Macareno”, Jose Luis Bote y Faustino Inchausti “Tinín”. Valga pues este humilde reportaje, para tributar un merecido y emocionado homenaje a este gran torero catalán, que a pesar de haber rozado con sus dedos la gloria de los elegidos, la vida le negó la felicidad que cualquier ser humano merece por derecho propio: la felicidad que proporciona la propia
familia.

martes, 22 de diciembre de 2009

LOS APODOS TAURINOS DE TODAS LAS EPOCAS SON SINTOMA DEL PESO QUE EL MUNDO RURAL AUN TIENE EN LA FIESTA

En las imágenes Rafael El Gallo, Carnicerito de México y

Morante de la Puebla. Abajo, Manolete, Despedicios y El Cid.

Por EL ZUBI
Es curioso cómo en Madrid, ciudad donde el asfalto impone su ley y un tipo de vida muy peculiar y deshumanizado, esté tan arraigada la costumbre de los apodos entre sus toreros, y es que un espectáculo arquetipo como es la Fiesta, nos trae una fresca brisa del campo no sólo con animales como el toro y el caballo, sino también apodos característicos del medio rural y de las capas sociales más desposeídas de las grandes urbes. De lo que se deduce claramente que los apodos taurinos tienen su origen en el mundo rural que creámoslo o no aun sigue rigiendo en la Fiesta de los Toros. Porque la Fiesta, su pasado, su presente y su futuro reposan en el toro…y no en empresarios, ni toreros, ni siquiera ganaderos. El manantial de toda esta cultura hay que buscarlo en esas dehesas verdes y ocres de la España brava, donde sigue estando aun el templo sagrado del dios toro.
En la torería actual, el mayor número de alias tiene como referencia los lugares de procedencia o nacimiento de los toreros, y así hay apodos que aluden a prácticamente toda nuestra geografía y numerosas zonas suramericanas, e incluso nos encontramos con varios chinos e indios y un oriental hasta llegar a Saib Kazar, El Palestino, primer torero árabe, que lleva varios años intentando triunfar como novillero en España sin conseguirlo. Empecemos nuestra reflexión por los múltiples “Morenitos”, que hasta la presente es el apodo que más se ha usado. Le siguen en extensión los apodos que hacen referencia a animales: Lagartija/o, Lince, Lobo, Murciélago, varios Gallitos, Pajarillo, Pato, Pollo, Puma, Cucaracha o el popular banderillero Periquito (Carlos Romero), al que su apodo no le satisface, pese a su buen humor: "Esto nació cuando yo tenía 11 o 12 años e iba al tentadero de don Juan Belmonte y cuando me acercaba a la becerra dando saltitos, gritaba: 'Dejad a Periquito, dejad a Periquito'. Y en Periquito me quedé". Al banderillero Manuel Morales por ejemplo, le conocen por El Rabioso no porque salga al ruedo de mal humor pegando “bocaos” a los toros, sino porque su familia tenía una finca, denominada La Rabia, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). El mismo lo contó de esta manera: "Yo me crié en ella, y a partir de ahí me decían: 'Ése es el de La Rabia, El Rabioso. Lo malo es que mi padre vendió la finca y ahora estoy como el que tiene el título de conde y no tiene dinero". Apodos tienen desde los ayudas y mozos de espadas hasta el empresario de Las Ventas, Manuel Chopera, que nos sorprende de este modo: "No nos llaman así porque seamos muy altos, como chopos -como algunos piensan-, sino que mi abuelo Severino Martínez tenía una cuadra de caballos en San Sebastián y junto a ella montaron a principios de siglo una cervecería holandesa. A las jarras típicas de cerveza con tapa de estaño se las denominaba chop en holandés. A partir de ahí, la gente le comenzó a llamar Severino el de la Chop hasta que derivó en Severino Chopera". Por supuesto, entre la coletería actual no podía quedarse sin apodo uno que fue durante muchos años líder del escalafón, Juan Antonio Ruiz Espartaco, que nos cuenta una de romanos: "La mayoría de la gente piensa que mi apodo procede de Espartinas (Sevilla), mi pueblo, cuando en realidad me lo puso Rafael Sánchez El Pipo, que me dijo: 'Tú serás el mejor gladiador del toreo, como Espartaco lo fue de Roma". Como si de otra película se tratase, los alias, motes o apodos afloran cada año en cualquier fecha colgados de los carteles de San Isidro, recordándonos principalmente la importancia del mundo rural en el planeta de los toros.
Desde el comienzo del toreo como profesión, un altísimo porcentaje de diestros, banderilleros, subalternos y picadores se han anunciado como alias. Los apodos asumidos han estado relacionados con sus gentilicios, diminutivos (El Boni, por ejemplo, diminutivo de Bonifacio), sus cualidades físicas, con términos animales y vegetales, con fenómenos atmosféricos, profesiones e incluso personajes históricos. Sería casi interminable profundizar en el apodo de cada diestro, pero al menos sí podemos decir que desde el legendario Costillares (nacido en el sevillano barrio de San Bernardo en 1729) hasta Espartaco (Espartinas, Sevilla 1962), incontables artistas han llevado e incluso universalizado su apodo, nombres ya grabados en oro en la memoria del pueblo. La mayoría de los apodos tienen como referencia los lugares de procedencia o nacimiento de los toreros. Así, tienen marchamo regional: El Andaluz, El Aragonés, El Catalán o hasta el Gallego; provincial, como El Cordobés (Manuel Benítez), El Madrileño o El Segoviano o de poblaciones, como El Ecijano, Bienvenida o Rondeño o los más recientes Jesulín de Ubrique, Morante de la Puebla, Eugenio de Mora, Agustín de Espartinas, o Morenito de Aranda.
También tienen mucho predicamento los apodos por diminutivos del nombre de pila. Al ya citado del subalterno de El Cid, El Boni hai que recordar el de Manolete (Manuel Rodríguez) o los actuales El Juli (Julián López) y Rafaelillo (Rafael Rubio). Asimismo están muy extendidos los que aluden al aspecto físico: Morenito, Rubio, Finito (de Córdoba, de Triana, etcétera), El Gordito, Cara Ancha y Chatillo.
En cuanto a animales, es sumamente conocida la dinastía sevillana de los Gallo, que cuando comenzaban en la profesión llevaban como apodo el de Gallito. Entre los últimos con este mote, Gallito de Tarifa. Pero hay muchos más: Lagartijo (Rafael Molina) "porque se movía como una lagartija", recogía la revista La Lidia. Lagartija, Lince, El Lobo, Murciélago, Pajarillo, Pato, Puma, Conejo, El Grajo, Hurón, Periquito y hasta se ha contado con un Cucaracha y un Mariposa. Algunos de estos toreros coincidieron en un cartel en 1894 y en La Lidia nos encontramos con un comentario en verso sumamente gracioso y sugerente: "De refilón./ Dice en un cartel que se fija/ en la calle del espejo:/ 'Toros de Colmenar Viejo./ Matadores: Lagartijo,/ Gallo, Lobito y Conejo'./ Y uno que el anuncio ve/ así murmura enseguida:/ aseguro por mi fe,/ que eso no es una corrida,/ sino el arca de Noé".
También destacan aquellos que indican oficios, comenzando por el legendario torero sevillano Costillares, cuyo apodo lo adquiere de su familia, que trabajaba en el matadero, entre costillas, de donde procedían los toreros sevillanos en sus orígenes. También llevó a gala un apodo relacionado con su oficio uno de los toreros sevillanos y más valientes de la historia, El Espartero (Manuel Jiménez), que trabajó en la espartería que sus padres tenían en la sevillana plaza de la Alfalfa. Hay preponderancia de Carnicerito y Carnicero (hoy en día Carnicerito de Úbeda, matador de toros, sobrino de otro diestro, estilista, que puso en boga este apodo) o el malogrado extraordinario Carnicerito de México. Pero están representados casi todos los gremios. Por ejemplo, El Albañil, Comerciante, Chófer, Grabador, Herrero, Pescadero, Pollero, El Cabrero, Astronauta, El Camisero, torero sevillano que fue a la vez crítico taurino, El Cobrador, El Sastre, Zapaterito. Muchos de ellos de Sevilla: Broncista, Cerrajero, El Ferroviario, El Taxista y hasta el inquietante Sepulturero, sin olvidar a El Doctor, torero que paradójicamente ingresó como paciente en la Clínica Sagrado Corazón tras una grave cornada en La Maestranza de Sevilla.
Con alias de Niño hay también una extensa relación de toreros en la historia. En Sevilla por ejemplo, El Niño de Osuna o el japonés el Niño del Sol Naciente, retirado ya de los ruedos por un gravísimo percance y que reside en la actualidad en la capital. Con este apodo, alcanzó el grado de maestro, El Niño de la Capea (Pedro Gutiérrez Moya). Y últimamente lo han empleado el Niño de la Taurina o el Niño de Aranjuez.
El clero se encuentra representado ampliamente entre los apodos de toreros como por ejemplo El Monaguillo, El Obispo, El Niño de las Monjas, famoso subalterno de Córdoba, El Pío y Fray Gaditano o el más reciente, el francés Julien Dusseing El Santo.
Con evocación militar tenemos apodos como El Legionario o El Sargento. En menor medida, pero que han sido muy curiosos, se encuentran aquellos relacionados con el mundo vegetal: El Platanito, Lechuga, Melones o Limonero e incluso algunos toreros se han colocado alias o apodos que aluden a fenómenos atmosféricos como El Trueno, Tormenta o Relámpago. También hay un grupo que hace referencia a personajes históricos: Nerón, Napoleón o los más recientes ya citados de Espartaco y El Cid, que en este caso es su apellido real.
COMO FUE EN MEXICO
Algunos diestros mexicanos, en diferentes épocas han adoptado como seudónimo el nombre de un famoso matador español y excepcionalmente el de un torero modesto. Cito, como ejemplo, los siguientes: Arcadio Ramírez (1879-?), torero indígena nacido en Irapuato, Gto. Después del atenqueño Ponciano Díaz, fue el torero mexicano de cierta significación, adoptó el mote de "Reverte Mexicano". Antonio Reverte Jiménez, "Reverte" (1870-1909) fue un matador español nacido en Alcalá del Río (Sevilla), famoso espada cuyos recortes con el capote plegado al brazo se le aplaudían por la manera personalísima de ejecutarlos, imprimiendo un carácter genial a su toreo. En el año de 1902 toreó en nuestro país Agustín Velasco, que fue quien inauguró el gran coso El Toreo de la Condesa (22/IX/1907) al estoquear el primer toro, previa cesión de trastos que le hiciera el espada hispano Manuel González "Rerre". Nació en León, Gto. En 1891 y a pesar de que no toreaba mal, nunca tuvo personalidad relevante. A este torero guanajuatense le gustó apoderarse "Fuentes Mexicano", el apellido de Antonio Fuentes, el diestro sevillano, de quien dijo don Alfonso de Icaza, "Ojo", periodista capitalino, que por verlo en los descansos, recargado en la barrera, podía pagarse". En nuestro país fue sin duda uno de los toreros españoles de más cartel de su tiempo. Entre los múltiples apodos del "Meco" Juan Silveti, otro matador guanajuatense oriundo de la capital del estado nacido e 1893, hay que tomar en cuenta el de "Belmonte Mexicano", nada menos que el apellido del Pasmo de Triana, cuyo nombre fue Juan. Pero aún hay más, pues un diestro de Matehuala, SLP, cuyo nombre verdadero es José F. Vargas Castillo, tomó como seudónimo el nombre del torero de Sevilla, Pepe Luis Vázquez. Nació este Pepe Luis Vázquez mexicano el 15/VIII/1921 y allí en su pueblo citado se hizo torero, y fue según las crónicas uno de los más intuitivos y artistas de toda la historia del toreo, con la percepción característica de los diestros dominadores.
Para el final hemos dejado al maestro de Saltillo, Fermín Espinosa Salcedo, quien desde pequeño ha sido grande, al que se le adjudicó el seudónimo de "Armillita Chico", pues su hermano mayor, Juan, ya lo ostentaba. Es curioso observar que mientras los toreros mexicanos anteriormente citados adoptaron apodos de famosos figuras españolas del toreo, el saltillense llevó el de modestos toreos.
El primer torero que aparece en la lista de apodos con el de "Armilla", según José María Cossío en su tratado "Los Toros", es un banderillero madrileño (1845-1879) autor de esta frase que registran los anales taurinos: "Para banderillear toros no hacen falta más que dos cosas: "riñones" y "arbeliá" (habilidad quería decir, claro) , y el primero con el mote de "Armillita" ( en diminutivo, lo que da idea de modestia), fue un novillero de Carriza, Ciudad Real (1868-1897) que llegó a torear en Brasil. Tales son los antecedentes del apodo del maestro Fermín que, a diferencia de los diestros paisanos aludidos, dio fama y gloria al apodo de toreros modestos, mientras que aquellos al tomar el de figuras de su tiempo, intentaron…pues aparentar lo que no eran. Me parece que la tendencia de nuestros toreros mexicanos a la adopción de apodos de famosos coletas extranjeros operó en los tiempos previos a la emancipación taurina nacional mexicana, a excepción del caso de Fermín Espinosa, "Armillita Chico" que sin malicia, y dicho sea sin ánimo de ofender a nadie, como reza el dicho popular, "no necesitó guajes para nadar", ya que él dio fama a su apodo y no al revés, pues fue un torerazo.
En una época informatizada, deshumanizada, fría y alejada del campo, una época en la que muchos jóvenes viven de espaldas a la tauromaquia y sus circunstancias, vemos que existe un universo campechano, familiar y próximo que es proclive a los apodos. El mundo taurino todavía es una reserva natural para los alias que nos sigue sorprendiendo año a año desde todas sus vertientes: gentilicios, cualidades físicas, animales, vegetales, fenómenos atmosféricos, profesiones e incluso personajes históricos. Todo un tratado para los eruditos y estudiosos del tema.





lunes, 21 de diciembre de 2009

“EL POETA RAFAEL ALBERTI, FUE TORERO POR UN DIA JUNTO A IGNACIO SANCHEZ MEJIAS”


Por El Zubi

El poeta del Puerto de Santa María, Rafael Alberti, escribió uno de los más bellos y vibrantes poemas dedicados al genial Joselito “El Gallo”, que a continuación reproducimos. Las anécdotas en torno a como se escribió este emocionante poema, vale la pena conocerlas. La historia ha sido recogida del libro “Joselito El Gallo o la exactitud emocionada del toreo”, escrito por Daniel Pineda Novo, y publicado en 1995 por el Ayuntamiento de Gelves (Sevilla), con motivo del 75 aniversario de la tragedia de Joselito en Talavera.
Rafael Alberti, amigo del torero Ignacio Sánchez Mejías, llorado por García Lorca, dedicó a Joselito uno de los mejores poemas de nuestra poesía taurina. Es en el libro “La arboleda perdida” donde cuenta Alberti como se gestó este poema “Joselito en su gloria”, que fue escrito en Sevilla a incitación de Ignacio Sánchez Mejías. Con motivo del centenario de Góngora, en 1927, el torero sevillano Sánchez Mejías, invitó a varios amigos poetas a la ciudad de la Giralda. Así lo cuenta el propio Alberti: “Poco antes de la fecha del centenario, me llamó a Sevilla. Se celebraba el séptimo aniversario de la trágica muerte de Joselito. Del tren, me trasladó a un cuarto del Hotel Magdalena, encerrándome con llave, mientras me advertía: No comerás ni beberás hasta que escribas un poema dedicado a José. La Velada en su honor es esta misma noche. En el Teatro Cervantes. Unas horas más tarde recuperaba yo mi libertad, leyéndole a Ignacio “Joselito en su gloria”, cuartetas muy sencillas que repetí en la fiesta, entre los oles y ovaciones de un frenético público compuesto de gitanos y gentes de la torería devotas del espada...”
Pecó de modesto Alberti (nos cuenta Daniel Pineda Novo), porque el poema es uno de los más elocuentes de nuestra poesía taurina. Hasta La Macarena vistió de luto, por su muerte llorada:

JOSELITO EN SU GLORIA , a Ignacio Sánchez Mejías

Llora, Giraldilla mora,
Lágrimas en tu pañuelo.
Mira cómo sube al cielo
La gracia toreadora
Niño de amaranto y oro,
Cómo llora tu cuadrilla
Y cómo llora Sevilla,
Despidiéndote del toro.
Tu río, de tanta pena,
Deshoja sus olivares
Y riega los azahares
De su frente, por la arena.
Dile adiós, torero mío,
Dile adiós a mis veleros
Y adiós a mis marineros
Que ya no quiero ser río.
Cuatro ángeles bajaban
Y, abriendo surcos de flores,
Al rey de los matadores
En hombros se lo llevaban.
Virgen de la Macarena,
Mírame tú, cómo vengo,
Tan sin sangre, que ya tengo
Blanca mi color morena.
Ciérrame con tus collares
Lo cóncavo de esta herida,
¡Qué se me escapa la vida
Por entre los alamares!
¡Virgen del Amor, clavada,
Igual que un toro, en el seno!
Pon a tu espadita bueno
Y dale otra vez su espada.
Que pueda, Virgen, que pueda
Volver con sangre a Sevilla
y al frente de mi cuadrilla
Lucirme por la Alameda.

Así pues, la amistad entre el poeta Rafael Alberti e Ignacio Sánchez Mejías fue en aumento tras la muerte de Joselito El Gallo. El poeta gaditano acudió al homenaje del torero infortunado con este maravilloso poema que hemos reproducido mas arriba, y a partir de ahí, los contactos entre Alberti y Sánchez Mejía se fueron prodigando con bastante asiduidad. Tan buena relación tenían que Ignacio Sánchez Mejías estaba empeñado en que Alberti saliera alguna vez con él vestido de luces en los ruedos, cosa que no ocurría porque el poeta se resistía con uñas y dientes al propósito del torero sevillano ya que los toros le imponían un gran respeto y temor.
El primer intento fue en la plaza de toros de Badajoz. Cuenta Alberti en su libro de memorias “La Arboleda Perdida” (tomo I), que Ignacio le mando desde Sevilla un telegrama a Badajoz, citándolo allí para que Alberti debutara como torero en aquella plaza haciendo solemnemente el paseíllo con él y vestido de luces, y que luego contemplara la lidia de los toros desde la barrera. Rafael Alberti no acudió a esta cita por miedo y su amigo el torero se enfadó muchísimo con él.
Cuenta Alberti que Ignacio Sánchez Mejías era feroz cuando se proponía una cosa lográndolo siempre. Así que en el 3 de junio del año 1927 logra vestir de luces al poeta gaditano Rafael Alberti y hacer el paseíllo con él formando parte de su cuadrilla, en la Plaza de toros de Pontevedra. Aquel día alternaron en el cartel con Ignacio Sánchez Mejías, los toreros Joaquín Rodríguez “Cagancho”, Antonio Márquez y el rejoneador cordobés Antonio Cañero, y se lidiaron toros de la ganadería de Murube. Al parecer, tan importante e insólito acontecimiento fue presenciado desde un tendido bajo por un testigo de excepción, don José María de Cossío, a quien Ignacio había insistido personalmente para que asistiera a esta corrida de toros.
Rafael Alberti lucia para tal ocasión un traje de luces “naranja y azabache”, traje de luto que Ignacio conservaba desde la trágica muerte de su cuñado Joselito en Talavera, siete años antes. Aquellos momentos los describe Alberti en sus memorias mejor que nadie y dice: “con cierto encogimiento de ombligo, desfilé por el ruedo entre sones de pasodobles y ecos de clarines. Después... ¡Oh! Cuando el primer cornúpeto, tremendo y deslumbrado, se arrancó pasando entre las tablas y mi pecho, comprendí la astronómica distancia que mediaba entre un hombre sentado ante un soneto y otro de pie y a cuerpo limpio bajo el sol, delante de ese mar, ciego rayo sin límite, que es un toro recién salido del chiquero. Menos mal que aquel público gallego no era de esos que piden “hule”, como el andaluz o el madrileño, y pude pasar desapercibido, dentro del callejón, durante toda la lidia. A la salida de la plaza, me corté la coleta: quiero decir que di por terminada mi carrera taurina. Tan sólo había durado tres horas”.
También Ignacio Sánchez Mejías se retiró inesperadamente de los toros aquella tarde y tal anuncio lo hizo públicamente en la plaza al brindarle el toro a José María Cossío: “Te brindo este toro -le dijo-, que será el último que mate”. Cuenta Cossío en su crónica que Ignacio estuvo con ese toro muy mediano. Se da la circunstancia que ese mismo día moría en la Plaza de Toros de Madrid el desdichado diestro Enrique Cano “Gavira”. La malicia del destino quiso establecer relación entre uno y otro acontecimiento, aunque no la hubo, ya que la noticia de la muerte de “Gavira” llegó al hotel de Pontevedra por la noche, e Ignacio manifestó su deseo de abandonar la carrera taurina por la tarde durante la corrida. Dejaba Ignacio su valiente aventura para meterse en otra, en donde las cornadas son a veces más graves. Cambió la arena por las tablas: de matador de toros a autor teatral. Así de inquieto fue este inmenso torero de tan marcada personalidad.