domingo, 28 de febrero de 2010

“MORENITO DE VALENCIA” MURIÓ EN GAUYAQUIL (ECUADOR), DE UNA GRAVISIMA CORNADA EN EL VIENTRE


Por El Zubi
Aurelio Puchol “Morenito de Valencia”, fue un matador de toros nacido en Aldaya (Valencia) el 26 de marzo de 1914. Murió con 39 años toreando en Guayaquil (Ecuador), cuando un toro de la ganadería de Lorenzo Tous le propinó una fortísima cornada en el vientre un 11 de octubre de 1953.
Aurelio Puchol se formó como novillero toreando en las plazas de la zona de Levante y Cataluña en las que tenía cierto prestigio. Se presenta en Madrid como novillero en agosto de 1939 junto a Cecilio Barral y Luis Mata, aunque antes en Marsella el 25 de octubre de 1936, hizo la pantomima de tomar una falsa alternativa de manos de El Estudiante. Su mejor temporada fue sin lugar a dudas la de 1940, lo que le empujo para decidirse a tomar la alternativa en serio pronto, cosa que hizo en Valencia un 21 de julio de 1941, de la mano de Juan Belmonte Campoy, actuando de testigo Manuel Martín Vázquez, con ganado de Vicente Charro. En 1943 participa en 17 corridas de toros, el año que más actuaciones sumó pues desde ahí su carrera fue descendiendo como un rayo, hasta tal punto que tres años más tarde torea sólo en tres ocasiones. Mal viviendo pasa en España cinco años más, entrenándose durante los inviernos en ganaderías salmantinas, en Matilla de los Caños, hasta que decide marcharse a probar suerte en América. En estos años además tuvo graves percances en los pocos espectáculos taurinos en los que tomó parte, como el ocurrido en Vinaroz en 1942 en que un toro le metió el cuerno por la axila derecha o la cornada recibida en Valencia (Venezuela) en 1949 que le atravesó el muslo.
En 1948 el infortunado “Morenito de Valencia” decide irse a América a buscar lo que precisamente su patria le niega: contratos para torear, y lo que son las cosas, ya no volvería más a su tierra pues allí se dejó la vida. Pasa unos años en Colombia y Venezuela toreando con cierto éxito. El 11 de octubre de 1953 lo contratan para torear en la Plaza de Toros de Guayaquil (Ecuador) con ganado de don Lorenzo Tous, y en el segundo de su lote, cuando toreaba de muleta, quiso adornarse dando un pase de rodilla, con tan mala fortuna que el toro le dio una cornada seca en el vientre espectacular con salida de los intestinos. Una cornada tan fea que él público de la plaza quedó muy impresionado, y aunque no se suspendió el festejo, los tendidos comenzaron a quedarse vacíos. La cogida fue tan grave que Aurelio Puchol murió a los pocos minutos de llegar a la clínica donde fue conducido a la carrera desde la Plaza de Toros.
Aurelio Puchol “Morenito de Valencia” fue lo que se dice un torero del montón, currante y peleón, que tenía oficio y facilidad para torear pero estaba falto de arte y de esa chispa comunicativa que todos los toreros deben de tener para emocionar al público con sus faenas. Además cometió el grave error de no tomar la alternativa en la Plaza de Madrid, cuestión esta que le cerró mucho las puertas del éxito y le perjudicó de manera evidente en su carrera. Para definir en pocas palabras el estilo de este desafortunado torero, se podría decir que su toreo era vulgar aunque ejecutado con conocimientos y buen sentido, lo que hacia que el resultado fuera poco brillante.

sábado, 27 de febrero de 2010

“A FAUSTINO POSADAS UN MIURA LE PARTIÓ LA TRAQUEA”


Por El Zubi
Faustino Posadas Carnerero, fue un novillero nacido en Sevilla el 9 de noviembre de 1884, que murió con 23 años en la Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), un 18 de agosto de 1907. Un novillo de Miura le dio una cornada en el cuello que le partió la tráquea.
Faustino Posadas era hijo de un guarda de Tablada y a los catorce años, tras acompañar desde muy pequeño a su padre al campo, se hizo también guardia nombrado por el Ayuntamiento. Como desde pequeño tuvo contacto con las reses bravas decidió a los 17 años ser torero y abandonó el oficio de su padre. Se vistió de luces por primera vez en Zufre (Huelva) el 10 de septiembre de 1901, alternando con Antonio Pazos. En 1902 formó parte de la cuadrilla de los niños toreros junto a Fernando Gómez “Gallito”, y para tal ocasión se presentó en Sevilla con el nombre de “Currito”, apodo que no volvería a utilizar más. El año siguiente se metió como banderillero en la cuadrilla de “Bonarillo” y lo pasó toreando en Lima. A la vuelta de América centra su carrera como novillero y comienza a obtener grandes éxitos sobre todo en Sevilla y en Madrid, como los cosechados en 1906. Posadas había encontrado la madurez profesional y llegado 1907 pensaba tomar la alternativa en Sevilla a finales de temporada.
Fue Faustino Posadas un torero inteligente y artista que manejaba muy bien tanto el capote como las banderillas y la muleta, y era muy aseado en todas las suertes ya que sabía llegar al público con sus bonitos adornos. Además paraba mucho a los toros y esto le daba a su toreo una gran emoción. Fue un seguro estoqueador y hubiera sido sin duda un extraordinario matador de toros de no haberle truncado la vida un novillo de Miura.
Esto ocurrió el m18 de agosto de 1907 en Sanlúcar de Barrameda, donde Posadas alternó en un mano a mano con el cordobés “Corchaíto”. El astado que abrió plaza, un berrendo en negro de nombre “Agujeto” salió codicioso y tuvo que tomar cuatro varas. Tras una gran labor con la muleta Faustino Posadas prepara el toro para entrar a matar. El torero tenía la peligrosa costumbre de volver la cara al toro para brindar al público en plena lidia y encima del bicho, y ese fatídico día lo hizo y estando en esta actitud de brindar, se le arrancó el toro y le dio una fuerte voltereta infiriéndole en el cuello una herida de 10 centímetros con desgarramiento de tejidos y perforación de la tráquea. Posadas, malherido fue conducido con rapidez a la enfermería, de donde no saldría ya con vida, pues su estado era tan grave que los doctores no se atrevieron a moverlo de allí. La situación fue empeorando hasta que murió a las 12 horas de la noche del día siguiente 19 de agosto, tras haber sufrido terribles y desgarradores dolores.
Su cadáver fue trasladado a su ciudad natal, Sevilla y el entierro constituyó una multitudinaria manifestación de duelo, reflejo del entusiasmo que este joven torero había despertado en Sevilla con su manera de interpretar el buen toreo.

viernes, 26 de febrero de 2010

“SALERI MURIÓ DE UNA CORNADA EN EL VIENTRE AL HACER EL SALTO CON LA GARROCHA”


Por El Zubi
Juan Romero Fernández “Saleri”, fue un banderillero nacido en Sevilla el 11 de noviembre de 1861, que murió con 27 años en la plaza de toros de Puebla de los Angeles (México) a consecuencia de la cornada recibida por el toro “Pampero”, de la ganadería de San Cristóbal de Tampa, al hacer el salto con la garrocha, suerte que realizaba magistralmente en la que no tenía rival. El pasado 15 de enero se cumplieron ciento quince años de su muerte, producida en 1888.
Tras pasar por las cuadrillas de los novilleros Cacheta, Punteret y Currito Avilés, debuta en Madrid a las órdenes de Fernando Gómez “El Gallo” en 1885, ocupando el lugar dejado precisamente por Rafael Guerra “Guerrita”. Ese día deja constancia de su clase torera cobrándose un gran triunfo como banderillero ya que brilló con luz propia. Acompañó a Fernando “El Gallo” hasta 1887, en que se pasa a la cuadrilla de Diego Prieto “Cuatrodedos”, con quien viaja a México para hacer la temporada de invierno allí.
El 15 de enero de 1888 “Cuatrodedos” y Carlos Borrego “El Zocato” son contratados para matar seis toros de la ganadería de San Cristóbal de Tampa en Puebla de los Angeles en México. La tragedia se produjo en el cuarto toro, un berrendo en negro, manso como un buey de nombre “Pampero”, que fue muy protestado por el público al presidente del festejo, que decidió dejarlo en la plaza. Aquel día Juan Romero “Saleri” vestía de verde botella y plata. El torero sevillano no hizo caso de las advertencias de los compañeros y cogiendo la garrocha para dar el salto se dirigió hacia el toro. Dio un recorte a cuerpo limpio y cita al bicho con la garrocha. Viendo que el toro no acude a la cita “Saleri” se acerca cada vez más a él. El toro se encampana y arranca de improviso. El torero clava la garrocha en suelo y salta en el aire en el momento en que el toro se para en la suerte y en el aire lo engancha por la ingle izquierda metiéndole el asta en el abdomen hasta el vientre unos cinco centímetros. Derrota de nuevo y lo recoge causándole una herida en la frente. “Saleri” es conducido a la enfermería donde ya llega sin vida. Su compañero Manuel Blanco “Blanquito”, dijo que “la herida no dio ni una gota de sangre y que era tan grande como la picadura de una avispa”. Al no haberle sido practicada la autopsia, nunca se supo a ciencia exacta la causa de su muerte.
El presidente suspendió el festejo y el Gobernador del Estado costeó el entierro del torero sevillano allí en Puebla, al que acudieron varios miles de personas. Sus compañeros le erigieron un mausoleo en su memoria y le colocaron la siguiente inscripción: “D.E.P. El banderillero español Juan Romero Fernández “Saleri” falleció víctima de su profesión en la Plaza de Toros de Puebla la tarde del domingo 15-1-1888. Sus desconsolados y queridos compañeros no lo olvidan y le dedican este recuerdo. Diego Prieto “Cuatrodedos”, Carlos Borrego “Zocato”, Manuel Mejías “Bienvenida”, Antonio García “Morenito”, Manuel Blanco “Blanquito”, Luis Peralta, Francisco Guzmán y Rafael Sáez".

jueves, 25 de febrero de 2010

EL BANDERILLERO “LA PASERA” FUE CORNEADO EN EL CALLEJÓN


Por El Zubi
El banderillero y puntillero cordobés, Rafael Bejarano Córdoba, conocido por el apodo taurino de “La Pasera”, nació en Córdoba el 6 de agosto de 1859. Era hijo de otro banderillero, Juan de Dios Bejarano Martínez, hermano de la madre de Rafael Guerra.
“La Pasera” hizo su presentación en Madrid en la cuadrilla de Manuel Fuentes “Bocanegra”, pasando mas tarde a la cuadrilla de ”Lagartijo”. Su tarde trágica fue un 6 de mayo de 1883 en una corrida lidiada en Barcelona, con toros de don Juan Antonio Mazpule. El tercer toro llamado “Garabato”, un retinto claro, salió con gran bravura al redondel. Dicen las crónicas de la época que el toro necesitó tomar al menos ocho varas por parte de los picadores “El Dientes”, “Manolo” y “Matacán”.
“La Pasera” actuaba ese día de “cachetero”. Fue a la salida del caballo, cuando el banderillero cordobés hizo un quite al toro y le echó el capote a “Garabato”. El toro le apretó lo suyo hasta la misma barrera. Vamos que hizo hilo con él. “La Pasera” se dio cuenta del apuro y saltó con decisión la barrea y una vez dentro de ella pensó que estaba seguro y se relajó. Lo que no pudo imaginar es que “Garabato” hizo hilo tras él, y también saltó al callejón, donde logró engancharlo con los pitones y le propinó una gran cornada en la articulación tibiofemoral izquierda calificada minutos más tarde en la enfermería como “cogida gravísima”.
“La Pasera” quedó gravemente herido pero no murió en el acto. Su curación atravesó varias vicisitudes, hasta el punto de que casi un mes más tarde, el 1 de junio de 1883, su estado de salud de agrava seriamente, hasta el punto de que hubo que amputarle la pierna herida. A pesar de tanto sufrimiento y postración, este modesto torero cordobés no logra vencer a la muerte, que le llegó ese mismo día a las once de la noche. Tenía 22 años cuando murió. Es verdad que no fue un torero importante. Fue un torero de “plata”, pero en Córdoba aun se le recuerda, pues con su muerte engrandeció la historia gloriosa de la Tauromaquia cordobesa.

miércoles, 24 de febrero de 2010

EL NOVILLERO ATARFEÑO MURIO DE LA CORNADA QUE LE INFIRIO “ESTRELLITO” EN LA ANTIGUA PLAZA DEL TRIUNFO DE GRANADA (y 2ª parte)


Por El Zubi
El mencionado José Luis Entrala llega a la conclusión de que, aparte del precario estado de la cirugía en 1934, Atarfeño se debió encontrar con todo esto para poder salvarse: 1) Una enfermería mejor dotada, sin que faltaran suero y jeringuillas. 2) Un cirujano verdadero especialista, aunque la actuación del doctor Fernández Cambil fue de lo mejor que podía hacerse en aquel momento. 3) Los medios y las personas más adecuadas para hacerle una inmediata transfusión de sangre, ya que en aquella época no existía la sangre envasada, que hoy es obligatoria.
El tristemente célebre Estrellito fue matado por el sevillano Epifanio Bulnes, que actuaba de sobresaliente. Necesitó de cinco pinchazos, media estocada y dos descabellos para acabar con el novillo, que fue pitado en el arrastre. Bulnes también lidió al tercero, de Garrido, que contra lo que auguraba Atarfeño fue bravo y noble y aunque Epifanio no era ajeno al drama que se vivía en la enfermería, aún tuvo entereza de ánimo para matar al cuarto, de Moreno Santamaría, en el que dio la vuelta al ruedo. Cuando sale el quinto, de Garrido, la noticia de la extrema gravedad de Atarfeño corre de boca en boca y llena de consternación los tendidos. El astado, manso, es condenado a banderillas de fuego y justo cuando El Cabezas coloca un par, Miguel Morilla expiró en la enfermería. El presidente, Emilio Montalvo, decide la suspensión de la corrida. La tragedia se ha consumado. Al tiempo que los cabestros retiran del ruedo al toro, Bulnes y todos los componentes de la cuadrilla, rompen a llorar desconsoladamente camino de la enfermería. Ponce, Parrita, Payán, Mulillas, Gabriel Moreno, los hermanos Chavito… no aciertan a creer que Miguel, tan lleno de ilusión y vida una hora antes, sea el hombre que yace allí inerte, terriblemente pálido y con la angustia de la desesperación grabada en sus ojos. Los terribles momentos que siguieron a la muerte del espada quedan fielmente reflejados en una breve semblanza publicada en IDEAL: “Ha llegado la noticia de la muerte del diestro a la plaza. Ha sido un mozo de espadas quien la ha traído. Ha salido pálido y tembloroso. En el movimiento de sus labios, más que en las palabras, que no llegaron a salir de su boca, adivinamos toda la tragedia: ha muerto ‘Atarfeño’. Rápida, como estampido de rayo, ha volado de tendido en tendido la maldita noticia. Todo el público se ha puesto en pie; todos los lidiadores se han descubierto y la lidia se ha dado por terminada. Hemos penetrado en la enfermería. En una de las camas está Miguel Morilla. Está pálido, con una palidez muy oscura por la intensa hemorragia. Un pañuelo pretende inútilmente mantener cerrados los labios finos del gladiador”. “Me he separado del lecho. En mi rincón está, sucio de sangre y lágrimas, el traje del torero. Casi no puedo escribir y las notas se amontonan en el ‘block’ y no dicen nada pretendiendo decirlo todo. Allí, frente a lo que hace unas horas era el traje más vistoso de todos los luchadores, he comprendido toda la barbarie de la fiesta. El ídolo popular ha muerto. Ahora le toca el turno al romance, a la leyenda, a la copla… “ La capilla ardiente fue instalada en la misma enfermería, donde el cadáver de Atarfeño fue velado por sus amigos y por infinidad de aficionados de Granada y Atarfe.
Luisa Jiménez, la esposa de Atarfeño, mujer bellísima, residía con el torero en Madrid, donde se encontraba el día de la corrida. Supo de la cogida de Miguel el mismo domingo a través del apoderado del torero, Justo Amorós, con el que viajó esa misma noche en tren hacia Granada. Un largo viaje y una noche de pesadilla en la que Justo Amorós tuvo tiempo de ir preparando a Luisa -ignorante aún del triste final de Miguel- para lo peor. Ambos llegaron a Granada a las nueve de la mañana y minutos después Luisa se abrazaba al cadáver del torero presa de un ataque de nervios. Ni Luisa ni ninguna mujer -no era costumbre en aquella época- asistieron por la tarde al entierro. La llevaron directamente al Casino de Labradores de Atarfe, donde estuvo recluida en una de sus salones de la segunda planta. En Granada la salida del cadáver constituyó una impresionante manifestación de duelo, que se repetiría después cuando a las siete de la tarde, con todo el pueblo de Atarfe en la calle, el féretro con los restos del infortunado Miguel era conducido hasta el cementerio de su localidad natal. Escenas de dolor se sucedieron a lo largo de todo el día, pero ninguna tan desgarradora como la que Luisa Jiménez protagonizó al salir al balcón del Casino y gritar desesperadamente mientras veía alejarse el cortejo fúnebre. Concepción Espinar Pinteño, la madre de Miguel, no pudo gritar su dolor porque, enferma de cáncer y postrada en cama, los familiares le ocultaron la noticia. El sábado, un día antes de la corrida, Miguel estuvo en casa de su madre y doña Concepción le dijo al torero: - “Miguel, el dinero que ganes con esta corrida servirá para mi entierro; a lo mejor cuando vuelvas mañana me encuentras de cuerpo presente, pero no dejes de venir por si puedo abrazarte por última vez”. Miguel, que tenía estipulado esa fatídica tarde un fijo de 6.500 pesetas, más un 5% de los ingresos brutos de taquilla -sus representantes cobraron algo menos de 10.000 pesetas- volvió a Atarfe, pero no pudo abrazar a su madre. Las palabras premonitorias de doña Concepción se habían cumplido, pero con los papeles cambiados. Relata José Luis Entrala lo que José, el hermano de Atarfeño, le contó muchos años después: - “Mi madre no se enteró. Estaba muy enferma y no se lo dijeron. Pero como las campanas doblaban mucho, de hora en hora, mi madre le preguntó a mi mujer”. - “¿Quien se ha muerto que tanto doblan?” - “Un señor de Granada”. - “Pues así será el señor ese, que hay que ver de que manera doblan todo el día”. - “A. la mañana siguiente -sigue recordando José- le dijo mi madre a mi mujer”: - Hay que ver el sueño que he tenido esta noche, que estaba yo en el balcón y he visto pasar un entierro muy grande, muy grande y la gente no hacía mas que mirarme”.
Tanto se le quería a este torero en Granada, que unos meses después de la tragedia se dio una función taurina a beneficio de la viuda y su hijo Miguelillo, que contaba año y medio. Se recaudaron 30.000 pesetas y con su importe se le compró una casa para la viuda y el huérfano poniendo la casa a nombre del niño.
Pero he aquí que al cabo de un año, cuando los granadinos casi se habían olvidado de la tragedia, saltó la sorpresa en los periódicos: María Luisa Jiménez, viuda de “Atarfeño”, se había hecho torera y se anunciaba su presentación en el mismo ruedo donde un año antes había encontrado la muerte su marido. La novillada estaba anunciada para el 4 de octubre de 1935 y con el nombre de Luisita Jiménez “La Atarfeña”, aunque ella era de Guadix. Alternaba en el cartel con Alfonso Ordoñez “Niño de la Palma II” de Ronda y Enrique Millet “Trinitario II” de Málaga. “La Atarfeña” no vistió de luces aquel día sino con un traje de corto, con un pantalón negro ceñido y una chaquetilla blanca de piqué blanco. “Atarfeña” era morena, delgada, muy guapa, con unos ojos negros rasgados que llamaban la atención, por lo que le pusieron el sobrenombre de “La Pasionaria del Albaicín”. Su carrera taurina fue breve y con escaso éxito. Ella misma declaró que sólo quería torear para que sonara y no se olvidara el nombre de su esposo muerto “Atarfeño”: “Quiero mantener el fuego sagrado de su gloria” dijo la torera. Luisa Jiménez se hizo torera exclusivamente por amor a su marido muerto un año antes de una cornada. “La Atarfeña” cosechó en aquella corrida un ruidoso fracaso, ya que no pudo terminar con el toro y fue sacada del ruedo en brazos de su cuadrilla compuesta exclusivamente por hombres, porque se mareó al parecer de miedo, según contaron los revisteros de la época. “La Atarfeña” resistió poco más de un año en activo. Su última actuación tuvo lugar el 3 de mayo de 1936 en Guadix, su ciudad natal. Cosas de la vida, locuras de amor, ni más ni menos.
El domingo 5 de septiembre de 1976 el pueblo de Atarfe erigió un monolito de piedra de Sierra Elvira al torero local “Atarfeño”. Según recogía IDEAL en esos días, el monumento, un monolito de dura roca de Sierra Elvira de color gris y de más de dos metros de altura está asentado sobre una pequeña escalinata de tres peldaños también de esta piedra. En la parte superior lleva grabado un capote de paseo y la siguiente inscripción: “Atarfe, a su torero Miguel Morilla “Atarfeño” 1909-1934.


martes, 23 de febrero de 2010

"LADIS" RECOGE EN MADRID LA MEDALLA AL MÉRITO TAURINO




En la Gala Nacional del Toreo que anualmente organiza la Real Federación Taurina de España, se procedió a la entrega de los XVI Trofeos Nacionales “Cossío” y Medallas al Mérito Taurino correspondientes al año 2009.
El acto se celebró en un prestigioso restaurante de Madrid donde se reunieron alrededor de setecientas personas venidas de todos los puntos de España.
Por Andalucía fue galardonado con la Medalla de Plata al Mérito Taurino nuestro querido compañero Ladislao Rodríguez Galán “Ladis”, fotógrafo taurino y director de la revista taurina “La Montera”, que la recogió de manos de Mariano Aguirre, presidente de la Real Federación Taurina de España.
Los premios “Cossío”, por su parte, correspondieron, entre otros, al matador de toros Enrique Ponce, al novillero Javier Cortés, al ganadero Vitorino Martín, al rejoneador Hermoso de Mendoza, al subalterno Vicente Yangüez “El Chano”, y al picador Diego Ortíz.
Tras la entrega de distinciones a las diversas Peñas y entidades taurinas que han cumplido 25 años, Mariano Aguirre felicitó a los distinguidos y les agradeció la labor en pro de la Fiesta nacional.- R.R.S.

EL NOVILLERO ATARFEÑO MURIO DE LA CORNADA QUE LE INFIRIO “ESTRELLITO” EN LA ANTIGUA PLAZA DEL TRIUNFO DE GRANADA (1ª parte)


Por El Zubi
Miguel Morilla Espinar “Atarfeño”, fue un novillero granadino nacido en Atarfe el 17 de noviembre de 1909, que murió con 25 años de una cornada mortal que le infirió el 2 de septiembre de 1934 el toro “Estrellito”, de la ganadería de Rufino Moreno Santamaría, en la antigua Plaza de Toros del Triunfo en Granada.
“Atarfeño” debutó con picadores en Priego de Córdoba en 1927 junto a “Parrita” y el lucentino “Parejito”. El 17 de mayo de 1929 se presentó en Madrid como novillero consumado dejando una extraordinaria sensación entre los aficionados. Llevaba muy bien su carrera como torero hasta que llega el año 1934. El 2 de septiembre se anuncia su despedida como novillero en Granada, donde se encierra con seis novillos toros de la ganadería de don Rufino Moreno Santamaría. Su próxima actuación como matador iba a ser un mes más tarde, el 2 de octubre en la Plaza del Puerto Santa María, donde iba a tomar la alternativa de manos del mismísimo Juan Belmonte, pero el desafortunado “Atarfeño” no pudo cumplir esta importante cita ya que murió esa tarde de su despedida como novillero. El soñado y ansiado doctorado no iba a tener a sus paisanos como testigos ya que estaba previsto en la plaza del Puerto de Santa María -nada menos que con el maestro Juan Belmonte de padrino- y por eso tal vez Miguel no dudó en encerrarse en su querida Plaza del Triunfo con seis astados grandes y cornalones. Era un gesto de paisanaje que pretendía ser también gesta importante, truncada fatalmente durante la lidia del segundo toro, cuando el citado Estrellito berrendo en negro, gordo, gran¬de y manso, que había llegado al último tercio con mucho poder y avisado, le corneó brutalmente en la ingle y le secciono la arteria femoral y la vena safena. Fue al darle el tercer pase de muleta, falleciendo a poco de entrar en la enfermería. Atarfeño ganaba esa tarde mil duros y estrenó un terno azul y plata. El novillero Epifanio Bulnes, que actuaba de sobresaliente, despachó tres toros, pues al conocer el público la muerte del torero hizo que se suspendie¬ra la corrida. Los astados de aquella tarde no eran todos del hierro anunciado de Rufino Moreno Santamaría, de Sevilla. Dos de ellos pertenecían a la ganadería de Julio Garrido de Vílchez, de Jaén. Estos dos Últimos, desecho de tienta y cerrado, como los restantes, llevaban al parecer dos meses en los corrales de la plaza y Atarfeño, que confiaba poco en su juego, ordenó que no salieran al comienzo de la corrida. Quería el torero alcanzar el triunfo desde el primer toque de clarín y tenía más fe en poder hacerla con los novillos de Rufino Moreno. Miguel Morilla, Atarfeño, que viste para la ocasión de azul celeste y plata, sale decidido. Está con enormes ganas y se deja notar en el que abre plaza, a pesar de que no puede hacer faena de orejas. Una vuelta al ruedo es el premio a su meritoria labor. Estrellito, segundo de la tarde, ya está en el ruedo. Manso y peligroso, toma cuatro puyazos y tres pares de banderillas. Miguel advierte las dificultades de su enemigo nada más instrumentarle un pase por bajo, según se relata en IDEAL, periódico que dedicó cinco páginas a la cogida y muerte del espada granadino: “Inicia Atarfeño la faena de muleta con un pase por bajo y huye del toro; dos más después de buscado y cambia la espada con la que estaba haciendo la faena por la de muerte. Otro pase por bajo y al dar el segundo, delante del tendido uno, casi en el centro del redondel, el astado engancha al matador, metiéndole la cabeza entre las piernas. Tira el toro la cornada y el torero sale despedido por los aires; la res lo busca en el suelo y lo pisotea, rompiéndole la taleguilla. Hay un lío en los peones y, al fin, Jesús Fandila, en un rasgo de valentía, lo saca a rastras de los cuernos del toro. ‘Atarfeño’ se pone de pie y se sacude la taleguilla con ánimo de continuar, pero al verse el muslo manchado de sangre se apoya en el citado banderillero y se dirige hacia el más próximo burladero, desde el cual, en brazos de las asistencias, pasa a la enfermería, dejando un reguero de sangre por el callejón. La cogida ha producido una enorme impresión en el público que, desde el primer momento, se ha percatado de la importancia del percance”. Miguel Morilla también fue consciente desde el primer momento de la gravedad de la cornada. “Cogedme bien que me caigo”, le dice a Fandila y a su hermano José, que le ayudaron a levantarse. “Que me desangro, que me muero,” añade el torero. Un monosabio y el futbolista Pepe Carmona, íntimo amigo suyo, lo llevan hasta la enfermería, donde el doctor Francisco Fernández Cambil le opera inmediatamente en unas condiciones dramáticas. Del patetismo de la situación vivida en la enfermería ha quedado el testimonio gráfico de Torres Molina publicado en IDEAL y en el que puede verse al diestro con la cabeza fuera de la camilla totalmente inclinada hacia atrás. La enorme pérdida de sangre hacía temer un fatal desenlace y se pretendía de esta forma que no dejara de circular el flujo sanguíneo por el cerebro. “Me derramo por la vegija, me muero “, le comenta angustiado Atarfeño a los médicos, que tratan desesperadamente de reponer la sangre y ligar las arterias y venas. “No hagáis nada, todo es inútil, quiero morirme para no sufrir más”, suplica el torero, que pide a los amigos: “Id por mi hijo corriendo. ¡Hijo mío!”. El niño estaba con su abuela materna en el hotel San Pedro y no pudo ver a su padre con vida. Atarfeño moría instantes después, a las siete menos veinte de la tarde, rodeado de los médicos, de su ex apoderado, Vicente Benítez, de Joaquín Sabrás, catedrático en Madrid y amigo de Miguel, y del periodista Juan García Canet, Juanito. En una habitación contigua se encontraban los hermanos del torero, su suegro y gran número de amigos y curiosos. También estaba en las dependencias de la enfermería el picador Francisco Embiz, Chófer, lesionado por el tercer novillo y que esperaba, conmovido por el drama, asistencia médica. Años después, Francisco Embiz también pasaría a engrosar la lista de víctimas de la fiesta por un fatídico percance ocurrido en la Plaza de Toros de Málaga. El parte facultativo emitido por el doctor Fernández Cambil, jefe médico de la enfermería, define así la cornada: “Una herida en el tercio superior de la cara interna del muslo izquierdo que secciona los músculos aproximadores, arteria femoral, vasos colaterales y vena safena. Pronóstico gravísimo”. El dictamen de la autopsia realizada por los forenses Francisco Sánchez Gerona y Damián Balaguer, con auxilio de los practicantes Molina de Haro y Olóriz, confirma la herida. Dice así: “La herida se encontraba en el tercio superior de la cara anterior del muslo izquierdo con dirección de abajo arriba y de dentro a fuera. Presentaba destrozos de los planos musculares e interesaba el paquete vásculo-nervioso de dicha región. La arteria y venas seccionadas causantes de la hemorragia intensa que originó la muerte aparecían todas ligadas. La herida tenía una longitud de 15 centímetros. Al abrir la caja torácica se aprecian los síntomas propios del colapso originado por la hemorragia”. José Luis Entrala, autor de un formidable y extensísima trabajo sobre la vida y tragedia de Miguel Morilla, Atarfeño, publicado en IDEAL en 1988, analiza con gran rigor, a través de testimonios directos y de documentos escritos, las circunstancias que rodearon la muerte del torero granadino. Gracias a ello se ha podido saber que la situación en la enfermería se complicó notablemente ante la carencia de suero, que era necesario inyectar en grandes cantidades para suplir la falta de sangre. Los periódicos denunciaron que incluso faltaba la jeringuilla para inyectar el suero y que alguien fue corriendo a traerla a la Casa de Socorro, distante varios kilómetros de la Plaza del Triunfo. ¿Fue mortal de necesidad la herida de Atarfeño? ¿Existieron los medios oportunos para evitarla? ¿Tuvo el torero la asistencia debida? Las interrogantes han quedado despejadas con la prudencia, ambigüedad y reserva que un hecho así aconseja. Lo único que sí está claro es que aquella aciaga tarde del 2 de septiembre de 1934 murió un torero y se desvanecieron muchos sueños de gloria. (Continua mañana)

lunes, 22 de febrero de 2010

MARIANO MONTES MURIÓ EN LA MISMA PLAZA DE ‘VISTA ALEGRE’ A CAUSA DE VARIAS CORNADAS MORTALES


Por El Zubi

Mariano Montes Mora fue un valiente matador de toros nacido en Portillo (Toledo) el 22 de abril de 1894, que murió en Carabanchel el 13 de junio de 1926 con 32 años, en la enfermería de la Plaza de Toros de “Vista Alegre”, a consecuencia de las tremendas cornadas que le dio el toro “Gallego” de la ganadería de Florentino Sotomayor.
En los ambientes taurinos se le conocía con el apodo de “Mataocho”, por la gesta heroica que llevó a cabo en la Plaza de Toros de Madrid, el 15 de agosto de 1920, siendo aún novillero. Se lidiaban ocho novillos de la ganadería portuguesa de Palhá Blanco, que debían de matar los novilleros Faustino Vigiola “Torquito II”, Ramón Fernández “El Habanero”, Emilio Mayor “Mayorito” y Mariano Montes. Ocurrió aquel día que el primer novillo de Palhá que salió para lidiarse, mando a la enfermería a todos sus compañeros de cartel y Mariano Montes tuvo que despachar él solito a los ocho cornúpetas, cosa que hizo por cierto, muy bien pues cortó varias orejas y recibió una grandísima ovación del público. Cuando terminó el festejo, el público entusiasmado lo sacó en volandas a hombros de la plaza, situada entonces donde hoy se encuentra el Palacio de Deportes, y se lo llevaron calle Alcalá abajo hasta la misma Puerta del Sol. Tuvo que intervenir la autoridad porque tal bullicio y exhibición de alegría interrumpió el escaso tráfico rodado que por aquel entonces tenía Madrid.
Aquel año toreó Montes 26 novilladas con gran brillantez y se preparó para su alternativa, que la tomó precisamente en Córdoba, en la Plaza de los Tejares el 25 de septiembre de 1921, de manos del matador “Joseíto de Málaga”. Tras pasar una breve temporada en Perú regresa a Madrid donde confirma su alternativa el 25 de mayo de 1922, actuando de padrino esta vez el matador Matías Lara “Larita”. Durante los años siguientes el público se olvidó pronto de su hazaña y eran escasos los contratos que le llegaban. Además el torero no era bien visto por la empresa de la Plaza de Madrid, así que el toledano buscó su sitio en la de Carabanchel.
Así pudo torear en “Vista Alegre” el 13 de junio de 1926, su última corrida de toros, pues allí le aguardaba la muerte. Aquella tarde alternaba en los carteles junto al rejoneador Alfonso Reyes y el diestro Antonio Sánchez. Fue en el segundo de su lote, el quinto toro, de nombre “Gallego” de la ganadería de Florentino Sotomayor, al que Montes le dio dos lances con la capa bastante buenos. Al recogerlo en el tercer lance, el toro se le vino encima, empitonándolo por la entrepierna y arrojándolo violentamente al suelo. Mariano intentó incorporarse, y ese fue su error, pues el toro hizo de nuevo por él y ahí lo mató. Al ir a incorporarse el animal metió de nuevo la cabeza, lo enganchó y lo lanzó con fuerza al aire dándole una vuelta de campana.
Mariano Montes fue recogido rápidamente por los auxiliares y trasladado a la enfermería manando abundante sangre de sus heridas. Una vez allí los médicos le apreciaron una tremenda herida en el triángulo de scarpa izquierdo, con sección completa del paquete femoral, y otra herida en la región costal izquierda, al nivel del noveno espacio intercostal, penetrante de vientre y tórax, con salida del epiplón y herida de pulmón, con gran hemorragia. Las heridas eran sin duda mortales de necesidad, y el infortunado lidiador murió allí mismo en la enfermería veinte minutos más tarde... Poco pudieron hacer por él los médicos sino certificar su defunción.
Dice la crítica contemporánea al torero toledano, que Mariano Montes no fue nunca un gran torero, pues ni lidiaba bien ni tenía arte, sólo mucho valor, tanto que en el ruedo establecía un verdadero pugilato con el animal, aunque todo el mundo lo reconoció como un gran “estoqueador”, suerte esta en la que Mariano Montes se entregaba, ejecutándola con decisión y valentía exponiendo continuamente. Sin embargo murió en el primer tercio, lanceando de capa al toro. Cosas del destino.

domingo, 21 de febrero de 2010

“ENRIQUE CANO ‘GAVIRA’ MURIÓ DE UNA CORNADA EN EL VIENTRE AL ENTRAR A MATAR”


Por El Zubi
Enrique Cano Iriborne “Gavira” nació en Cartagena el 15 de julio de 1890 y murió en la Plaza de Toros de Madrid el 3 de julio de 1927 a la edad de 37 años, a consecuencia de la fuerte cornada que le propinó el toro “Saltador” de la ganadería de Pérez de la Concha, precisamente al entrar a matar.
Enrique Cano sintió de muy joven la afición por el toro aunque su oficio era el de marmolista. Aprovechó la salida desde Cartagena de un navío con dirección a Sevilla, cuyo capitán era amigo suyo. Una vez en la capital andaluza anduvo por los ambientes taurinos, y en la Maestranza se tiró de espontáneo para dar unos pases a un toro que lidiaba Ricardo Torres “Bombita”. Aprovechó la notoriedad que aquel hecho le dio para participar en capeas y otros festejos pueblerinos, de tal forma que al volver a su tierra tenía la firme determinación de ser torero y no marmolista. Sus deseos se cumplieron pues se viste de luces por vez primera en Cartagena el 1 de junio de 1913, y dos años más tarde logra triunfar como novillero en Madrid. Su mejor temporada como novillero fue la de 1922. Toma la alternativa el 22 de abril de 1923 en Cartagena de manos de Villalta actuando de testigo Fausto Barajas, que lidiaron toros de Pablo Romero. El 17 de junio del mismo año confirma alternativa en Madrid con ganado de Bañuelos, cediéndole Paco Madrid el primer toro. Alternaba en el cartel Julián Sáez “Saleri II”.
Enrique Cano “Gavira” tuvo una carrera con muchos altibajos, prodigándose sólo en su tierra natal. En 1926 sólo torea siete corridas entre Murcia, Alicante, Carabanchel, Barcelona y Cartagena. Fue contratado para torear en Madrid el 3 de julio de 1927. Era su primera corrida esa temporada, con ganado de Pérez de la Concha, alternando en el cartel con Manuel Alvarez “El Andaluz” a quien le confirmaba la alternativa y con Ángel Navas “Gallito de Zafra”. Cuentan las crónicas de la época que transcurría la corrida con más pena que gloria para “Gavira”, cuando salió el tercer toro al ruedo, negro zaino, de nombre “Saltador” con el número 47 en los lomos. Un toro grande con mucha cuerna, astifino y manso como un burro, tanto manseó en la capa que al negarse a capotear, el presidente ordenó que le pusieran “banderillas negras” para despabilarlo. En el momento en que “El Andaluz” le está devolviendo los trastos a “Gavira” como parte de la ceremonia de confirmación, y estando ambos de espaldas, el toro les dio un susto de muerte pues se arrancó inesperadamente e hizo por ellos. Pudieron eludir la cogida gracias a los gritos del público que los alertaron. “Gavira” cogió su montera y en los tendidos brinda la muerte del toro a un tal don José Semprún Alzurema. Trastea al toro por bajo con la muleta convencido de que a un manso no hay quien lo pueda torear, aunque el toro iba a la muleta, cosa que él no debió ver. A los cuatro minutos del brindis intenta cuadrar al toro para entrar a matar. El toro no se deja cuadrar, “Gavira” se desespera y entra a matar desde largo excesivamente despacio, sorprendiendo al toro con la mano izquierda adelantada. Logró sin duda una gran estocada a volapié en todo lo alto, de efectos fulminantes pero a su vez fue corneado el torero en el vientre y volteado por “Saltador”. Una cornada seca con el cuerno derecho en la parte izquierda del hipogastrio. “Gavira” a pesar de estar herido logra levantarse sujetándose con ambas manos la enorme herida. Llegadas las asistencias el torero se desvaneció en sus brazos y lo último que dijo fue: “¡me ha matado! Cuando lo llevaban en volandas por el callejón camino de la enfermería a la altura del tendido 3, sus brazos cayeron inermes y su cabeza se abatió hacia la derecha con la mirada perdida en los ojos. Acababa de morir. El toro “Saltador” por su parte, rodaba como una pelota en el ruedo pocos segundos después. La plaza quedó tan conmocionada por el suceso que la presidencia dispuso suspender ahí el festejo. El parte facultativo del Dr. Segovia decía así: “Durante la lidia del tercer toro ha ingresado en esta enfermería el cadáver del diestro Enrique Cano “Gavira”, que presenta una herida por asta de toro en la fosa ilíaca izquierda. La muerte le sobrevino por un “shock” traumático”.
En esta ocasión se cumplió en este valeroso y desafortunado torero, aquel antiguo refrán taurino que dice: “estocada por cornada…ni el toro ni yo nos debemos nada”.

sábado, 20 de febrero de 2010

‘VARELITO’ MURIÓ EN SEVILLA DE UNA TREMENDA CORNADA EN EL MISMÍSIMO ANO


Por el Zubi
Manuel Varé García “Varelito”, fue un matador de toros que nació en Sevilla el 23 de septiembre de 1893, y murió en su ciudad natal 29 años más tarde en 1922, a consecuencia de una tremenda cornada que un toro le propinó en el ano durante la Feria de Abril.
“Varelito” se sintió atraído por el toro desde muy pequeño. Formó parte este trianero de una cuadrilla de chavales toreros, los “Niños Sevillanos”, junto a “Pacorro” e “Hipólito”. Se presentó en la Maestranza de Sevilla el 13 de septiembre de 1912 y en Madrid en 1913 y en todas sus actuaciones estuvo muy bien. En los carteles alternó con Manuel Navarro y Juan Belmonte. De tal modo toreaba este muchacho que en 1917 se reafirma como un novillero puntero a nivel nacional. Toma la alternativa en Madrid el 26 de septiembre de 1918, la misma tarde que la tomó Domingo González “Dominguín”, con toros de la ganadería de García de la Lama, en una tarde arrolladora de “Joselito”, que actuó como padrino. Sin embargo, la actuación de “Varelito” fue muy sobresaliente.
A Manuel Varé le tocó pues vivir una época muy difícil por la competencia y hegemonía que en esos años ejercieron en la Fiesta “Joselito” y Belmonte. Fue un torero muy castigado por los toros, demostró continuamente que no conocía el miedo. Tenía mucho amor propio y auténtica voluntad de triunfar. Este pundonor profesional fue precisamente lo que le perdió. La temporada de 1922 se le presentaba extraordinaria. En lo más alto del escalafón, se le consideraba hasta 1920 por detrás de “Joselito” y Belmonte. En 1922 comienza toreando en Valencia y le contratan cuatro actuaciones en la Feria de Abril de Sevilla. En el ambiente nacional flotaban como fantasmas las ausencias de “Joselito”, ya muerto y de Belmonte, retirado momentáneamente. Los públicos se habían vuelto cada vez más exigentes e impertinentes con los toreros. Alterna en esos años con Manuel Granero, Marcial Lalanda y Chicuelo.
La muerte le esperaba en su ciudad natal. Fue en su última actuación en la feria abrileña, el día 21 de abril de 1922. Salió “Varelito” a torear su quinto toro de la ganadería de Guadalest, de nombre “Bombito”, número 33, negro y cornicorto. Durante su lidia, el torero mantuvo una fuerte bronca con el público. Para responder a los improperios del “respetable”, se propuso ganar sus aplausos arriesgando más de la cuenta. La muerte del toro se la brindó a uno de sus peones, con frases en voz alta, que enfurecieron aún más a los espectadores de los tendidos: Porque dijo: “Este es el último toro que voy a matar en Sevilla. A ver si se entera esta gente de lo que soy capaz de hacer”.
Arreció el escándalo. Tras unos muletazos, se volvió de espaldas al toro como despreciándolo, sin haberlo dominado todavía. Después se perfiló para matar y dejó un pinchazo en todo lo alto. El torero pensó que bastaba con eso y que el toro doblaría en segundos, y de nuevo, “Varelito” se volvió de espaldas con gesto de desprecio. El bicho, que pensaba otra cosa, se arrancó de pronto enfurecido y le metió un cuerno por el mismísimo ano. “Varelito” cayó malherido al albero. Recogido rápidamente por las asistencias, lo condujeron a la carrera a la enfermería. De camino hacia esta, mientras pasaban por el callejón de la barrera, se le oyó decir: “¡Ya me la ha ‘pegao’! ¡Ya se han salido ustedes con la suya!”.
En la enfermería los doctores le apreciaron una gran cornada, con rotura del esfínter y la pared anterior del recto, desgarros musculares y destrucción de vasos. El interés de los aficionados por su estado tenía todo el carácter de un remordimiento en masa. Tras la cura en la enfermería de la Maestranza, los médicos lo mandaron a su casa. En aquellos años aún no había penicilina y los médicos no pudieron hacer nada para evitar la septicemia. Tras una muy dolorosa agonía murió al amanecer del 13 de mayo a las seis de la mañana.
“Varelito” murió en la cima de su carrera. Esa temporada de 1922 tenía contratadas 60 corridas. Manuel Varé “Varelito” fue ante todo un excelente estoqueador. Más que un gran matador, seguro y eficaz fue un estilista de esta suerte.

viernes, 19 de febrero de 2010

A “ESPARTERO” LO MATO UN MIURA DE UNA CORNADA EN EL VIENTRE


Por El Zubi

Manuel García y Cuesta “Espartero” fue un matador de toros nacido en Sevilla el 18 de enero de 1865. Murió en la plaza de toros de Madrid en 1894, cuando sólo tenía 29 años, a causa de la cornada que le dio el toro de Miura de nombre “Perdigón”. El oficio de su padre era el de espartero y de ahí le vino a él su apodo.
Torea por primera vez en Guillena en 1881, con 16 años, y participa en muchas capeas, tentaderos y en cercados, sobresaliendo desde un principio por su audacia y valor frente a los astados. Comenzó a torear como banderillero con “Cineo”, mientras seguía con sus andanzas taurinas nocturnas por cuantos cercados podía, hasta que fue sorprendido por la autoridad y termina con sus huesos en la cárcel, de donde fue sacado gracias a las buenas gestiones realizadas por el ganadero Antonio Miura. Se presentó en Sevilla como novillero en 1885, con ganado de Anastasio Martín y obtuvo un gran éxito, que le acompañó en toda su etapa novilleril. Era el torero y la promesa de Sevilla, donde toma la alternativa el 13 de septiembre de ese año con toros de Saltillo, junto a Antonio Carmona “El Gordito” que le dio el doctorado, y se lo confirmó él mismo en Zalamea la Real (Huelva) un mes más tarde con toros de Miura. Fue aquella temporada del 85 muy accidentada para “Espartero” pues recibió muchas cornadas y anduvo mucho tiempo lesionado.
En 1887 se presenta de forma apoteósica en Ronda y en ese año, el 17 de julio sufrió una grave cornada en Cabra (Córdoba) al entrar a matar a un toro de Atanasio Linares. En esta época tenía un gran cartel, entre las primeras figuras del toreo junto con Guerrita, Lagartijo y Mazzantini, con quienes compartió en muchas ocasiones carteles y rivalidades por parte de la afición. La temporada de 1891 fue la mejor de su carrera. El 29 de septiembre de ese año le dio la alternativa en Sevilla a Emilio Torres “Bombita” fundador de una dinastía de toreros.
En 1894 es contratado para torear en Madrid. Allí le aguardaba la muerte un 27 de mayo. Fue el primer toro, de la ganadería de Miura y de nombre “Perdigón”. Era colorao, ojo de perdiz, terciado y corto de cuerna, aunque bien puesto. El toro cumplió, pero se mostraba tardo y muy dolido en el castigo, tanto que se defendía mucho en el tercio de banderillas.
“Espartero” logró hacerle una gran faena a pesar de que cada vez se le acentuaba más su tendencia a defenderse, echando la cara al suelo y acostándose mucho del lado derecho. De esta forma “Perdigón” llegó a la suerte suprema. “Espartero” cuadra al animal a la altura del tendido 9 y le entra a matar al volapié, logrando darle sólo un pinchazo en buen lugar, aunque el torero salió enganchado por la entrepierna, sin más consecuencias. El torero enrabiado por el percance se fue derecho de nuevo a la cara del toro y tras darle tres pases con la derecha, lo cuadra delante del tendido 10 y con decisión, le entra de nuevo de nuevo a matar a volapié, dando hasta la mano una estocada hasta la bola, algo contraria, y con la mala fortuna de taparle la salida al animal, por lo que salió empitonado por el vientre de mala manera.
Según cuentan las crónicas periodísticas de la época, ambos, torero y toro, quedaron tendidos en el albero. El animal dando los últimos estertores y “Espartero” con las rodillas junto a la barbilla, estremecido del fuerte dolor que sintió con la cornada. Después se estiró de pronto como electrizado. Los tendidos gritaban aterrorizados de la fuerte emoción vivida en unos segundos. El ruedo se llenó de peones, mozos y toreros que corrían a auxiliar al torero herido, pero la muerte estaba ya agazapada en su herida, penetrando lentamente por cada rincón de su cuerpo.
Las asistencias lo llevaron en volandas, en alto y horizontal para que no perdiera mucha sangre. Dicen que cuando pasaban por el tendido 4, “Espartero” levantó el brazo derecho nerviosamente, lo sacudió dejándolo caer inerte a la vez que volvía la cara hacia donde estaba el toro ya muerto y se le contrajo el rostro, y tuvo un estremecimiento, una sacudida, una rigidez... Allí, mientras era llevado por las asistencias hacia la enfermería, perdió para siempre el conocimiento. En la enfermería le esperaba el doctor Marcelino Fuertes, que certificó la llegada del herido “en un estado de profundo colapso, presentando una herida penetrante en la región hipogástrica con hernia visceral, una contusión en la región esternal y clavicular izquierda. No pudiéndose hacer nada por él se le administraron los sacramentos, falleciendo el herido a las cinco y cinco minutos de la tarde”, a los veinte minutos de su ingreso en la enfermería. El cadáver fue cubierto por una sábana de la cama en la que yacía inerte y sin vida. Sin embargo, su semblante, blanco como la cera, no había perdido su sonrisa.
Tanto en Madrid como en Sevilla el entierro fue una explosión del sentimiento popular. Sus restos descansan en el cementerio de San Fernando de Sevilla. Sobre su sepultura hay una columna rota, con el plinto y parte del fuste erguido y el capitel con el resto del fuste derribado en tierra, que simboliza la vida truncada del diestro sevillano. El paso por los ruedos de “Espartero” fue como una “polvareda meteórica”, pues poseía condiciones de revolucionario del toreo, truncadas por su desgraciada muerte. Se dice que de él era la famosa frase taurina: “Más cornadas da el hambre”.

jueves, 18 de febrero de 2010

UN TORO DE PALHA HIRIO MORTALMENTE A FELIX MERINO AL SALTAR LA BARRERA


Por El Zubi

Felix Merino Obanos, fue un matador de toros nacido en Valladolid el 25 de febrero de 1894. Sin antecedentes taurinos en su familia, nació en una casa acomodada de industriales ricos, Feliz Merino se sintió desde muy joven inclinado por la profesión de torero y durante años participó incansablemente en esas duras capeas castellanas, destacando siempre entre los demás muchachos por sus habilidades ante el toro. Se viste por primera vez de luces el 19 de abril de 1914 en su ciudad natal, alternando con otro novillero local que apuntaba buenas maneras, Ramón Fernández “Habanero” y Sandalio Corral. Realizó aquel día tan buen papel que repitió actuación el domingo siguiente.
Se presenta en Madrid con picadores el 30 de agosto de 1917 con un gran éxito. Esta plaza se le dio muy bien en estos años, tanto que los empresarios de la Plaza lo apoderan y quieren que tome la alternativa de manos de Joselito. El torero de Gelves se negó en un principio ya que consideraba que Felix Merino estaba aún muy verde para considerarlo maestro. La empresa de Madrid presionó lo indecible a José Gómez “Gallito”, que al final cedió a la petición a regañadientes y el 16 de septiembre de 1917 doctora al vallisoletano actuando como testigo Juan Belmonte. Aquel día se lidiaron toros de la ganadería de Pérez Tabernero. Su actuación pasó con más pena que gloria sobre todo al lado de dos titanes como Joselito y Belmonte.
Los recelos de José Gómez sobre la impericia de Felix Merino estaban más que fundados, pues a partir de esa fecha su estrella comienza a apagarse paulatinamente. Cada año tiene menos contratos y a los pocos años pierde la ilusión y renuncia a la alternativa como matador, para presentarse de nuevo como novillero en Madrid el 27 de mayo de 1926.
El 4 de octubre de 1927 acude a torear a Ubeda (Jaén) en unión de José Iglesias y Sanluqueño, para dar cuenta de una poderosa novillada de la ganadería de José Pereira Palha. En el novillo que abría plaza Merino fue alcanzado por el toro al saltar el torero la barrera, corneándolo de consideración en el muslo derecho, una cornada grande y limpia, sin que el asta del novillo le afectara órganos importantes.
Una vez recibida la primera cura en la enfermería de la Plaza los médicos de Úbeda recomendaron su traslado a Madrid por la noche, al Sanatorio del Perpetuo Socorro. Allí se hizo cargo de sus curas el doctor Segovia, y todo apuntaba a que su curación sería rápida y sin contratiempos. Pero el día 8 de octubre de madrugada, se agravó el estado de salud del torero de Valladolid, de tal manera que en pocas horas y de manera sorpresiva dejó de existir produciéndose la muerte por asistolia.
Felix Merino fue un excelente capoteador, con el capote por la izquierda toreaba magistralmente, que tuvo desde el principio de su carrera por compañía la estrella de la mala suerte y que acabo sus días de manera trágica.

miércoles, 17 de febrero de 2010

“MANUEL JIMENEZ ‘EL CANO” MURIO EN MADRID DE UNA CORNADA EN EL MUSLO DERECHO”



Por El Zubi
Manuel Jiménez y Meléndez “El Cano”, fue un matador de toros nacido en Chiclana (Cádiz) el 25 de abril de 1814, que murió con 38 años en Madrid, el 23 de julio de 1852, diez días después de que recibiera una fuerte cornada en el muslo derecho, de un toro de la vacada de Veragua.
Desde muy joven figuró como subalterno en las cuadrillas de Juan León y de su paisano José Redondo “El Chiclanero”, y con el paso de los años llegaría incluso a competir con este, desde que en 1848 se presentase en Madrid como matador de toros, alternando ya con los espadas más solicitados de la época.
La tarde del 12 de julio de 1852 fue contratado para torear en la Plaza de Madrid, alternando en los carteles con su paisano “El Chiclanero” y el matador “Pucheta”. Aquel día se lidiaron seis toros del Duque de Veragua. La corrida transcurría sin más problemas hasta que salió el segundo de su lote, el cuarto toro en lidia, de nombre “Pavito”, un berrendo colorado y botinero que de salida mostró muchas dificultades para su lidia. Tomó ocho varas de manos de los picadores “Chola” y Carlos Puerto, siendo banderilleado por “El Pando”.
Manuel Jiménez trasteó al animal con valentía y estuvo a punto de ser prendido en varias ocasiones mientras lo lidiaba. La faena de muleta fue corta pues el toro tenía mucho peligro y ofrecía pocas garantías de éxito. “El Cano” cuadró al toro a la vez que plegaba su muleta y entró a matar a volapié con valentía y decisión, dejándole media estocada caída en el morrillo del morlaco, momento en el que el torero es arrollado y corneado al caer en la misma cara del toro. El torero de Chiclana con mucha sangre fría se agarró a las patas delanteras del bicho, mientras que su compañero de cartel “El Chiclanero” le hizo el oportuno quite y se llevó al toro de allí.
Llevado por las asistencias a la enfermería de la Plaza, los facultativos le apreciaron una gran cornada en el muslo derecho, limpia y de una trayectoria, que en realidad no revestía demasiada gravedad. El torero herido quiso ser trasladado a su domicilio particular, donde al parecer tuvo algunos problemas familiares, que hicieron que no guardara el reposo oportuno, circunstancia que propició se le abriera la herida y le viniese una gran hemorragia que le valió la muerte, diez días después de que fuese herido en la Plaza de Madrid.
Manuel Jiménez “El Cano” fue un claro exponente de la escuela taurina chiclanera. Torero sobrio y de mucha verdad, que ejercitó su oficio con maestría, pasión y mucha afición, ya que fue un dominador de todas las suertes.

martes, 16 de febrero de 2010

CÓRDOBA: EL VETERANO FOTÓGRAFO CORDOBÉS “FRAMAR” DISTINGUIDO CON LA INSIGNIA DE ORO DE LA FEDERACIÓN PROVINCIAL TAURINA


Con ochenta años a la vuelta de la esquina, y una vitalidad envidiable, el querido compañero Francisco Martínez “Framar” fue objeto de un cariñoso homenaje por parte de la Federación Provincial Taurina que le distinguió con la Insignia de Oro.

Acompañado de una nutrida representación de la Córdoba taurina ( matadores de toros, novilleros, subalternos, empresarios, apoderados, peñistas y aficionados) “Framar” recibió emocionado el reconocimiento a más de cuarenta años fotografiando la fiesta de los toros desde todos los ángulos. Un interminable peregrinar por plazas en busca de la mejor foto del torero de moda. Y muchas veces lo consiguió, convirtiéndose en uno de los mejores fotógrafos taurinos que ha dado esta ciudad.

El presidente de la Federación Antonio Sanz, le impuso la Insignia de oro y el veterano matador de toros Alfonso González “Chiquilín” le entregó el diploma acreditativo. También estuvo presente, Marcelino Ferrero, concejal de festejos del Ayuntamiento de Córdoba que le hizo un obsequio en nombre de la Corporación Municipal. Igualmente la Peña Finito le regaló unos catavinos grabados. Y La Montera le hizo entrega de una portada-almanaque personalizada.

En su turno de agradecimiento, el bueno de Paco, embargado por la emoción, tuvo palabras cariñosas para la familia taurina cordobesa y prometió seguir haciendo fotos mientras el cuerpo aguante.

Una espléndida copa de vino sirvió de broche a una velada entrañable.

Es la segunda Insignia de Oro que la Federación concede a un fotógrafo taurino, pues nuestro querido compañero Ladis ya la recibió en noviembre de 2007.- R. R. S.






EL MIURA “DESERTOR” MATO A DOMINGO DEL CAMPO DE UNA CORNADA EN LA INGLE



Por El Zubi
Domingo del Campo Alcaraz “Dominguín”, fue un matador de toros nacido en Madrid el 12 de junio de 1873, que murió con 27 años en Barcelona, a consecuencia de la tremenda cornada que el miura de nombre “Desertor” le infirió en la ingle. Provenía de una familia muy pobre. Su afición por los toros le llegó muy pronto en el taller en el que trabajaba de aprendiz, donde se fabricaban banderillas, puyas, rejones y otros objetos relacionados con la lidia. Un taller que en realidad se convirtió para él en una escuela de técnica taurina, donde todo el mundo exponía su opinión sobre el tema.
Tras un azaroso aprendizaje, debuta de luces en Madrid en 1893 y logra allí tomar la alternativa el 28 de octubre de 1898 de manos de Rafael Bejarano “Torerito”, alternando con Antonio Moreno “Lagartijillo” y Emilio Torres “Bombita I”, con toros de la ganadería de Ibarra. Su carrera fue en ascenso desde esa fecha y alternó por las plazas españolas con Guerrita, Torerito, Parrao, Algabeño, Ricardo Torres “Bombita”, Antonio Fuentes...
Fue contratado para torear el 7 de octubre de 1900 en Barcelona una corrida de don Eduardo Miura, en un mano a mano con José García “Algabeño”. El primer toro que le tocó en suerte fue “Desertor” negro mulato, a quien lanceó bien con la capa y logra colocarlo en suerte para ser picado por Moreno, su picador. “Dominguín” se situó en la cola del “miura” para hacerle el preceptivo quite. El toro manseó, se dolió en el castigo y salió del caballo por piernas disparado, encontrándose en su camino a Domingo del Campo, que no tuvo tiempo ni siquiera tiempo para desplegar el capote y zafarse de su acometida. “Desertor” lo empitonó y le metió el cuerno de mala manera por la ingle izquierda infiriéndole una tremenda cornada. “Algabeño” se echó encima del toro y tras muchos esfuerzos le hizo el quite llevándose al animal lejos del herido, aunque antes de lograrlo el toro había golpeado fuertemente a “Dominguín” arrastrando su cuerpo varios metros por el ruedo.
Las asistencias se llevaron a la carrera al torero malherido a la enfermería. Allí fue atendido por el doctor Raventós, que le apreció una herida penetrante en la región inguinal izquierda, con rotura de la safena, de diecisiete centímetros de profundidad y con abundante hemorragia. El pronóstico del médico fue de “gravísimo”. Por voluntad de “Algabeño” hubo junta de médicos en la plaza, los cuales dictaminaron que la vida del torero herido tenía difícil salvación. Su agonía duró cinco o seis horas. Murió en la plaza a las diez de la noche de aquel mismo día, acosado por horribles dolores, llamando a gritos a sus padres y hermanos, en brazos de su picador “Badila”, a quien, según cuentan, pidió un beso antes de morir. Su muerte afectó mucho a su compañero de cartel José García “Algabeño”, que ordenó embalsamar su cadáver y sufragó los gastos de entierro y traslado de su cuerpo a Madrid, donde recibió sepultura en medio de una gran manifestación popular de duelo.
En “Dominguín” predominó el valor sobre cualquier otra cualidad. Era una promesa del toreo cuando se cruzó en su camino el miura “Desertor”. Era hábil con el capote, los palos y la muleta, e instrumentaba magníficas estocadas. No tuvo tiempo de hacer mucho más que lo hecho. Cinco años de novillero y dos de matador de cartel no le valieron para encumbrase, pasando a la historia del toreo como una esperanza frustrada de forma trágica por un “miura”.



lunes, 15 de febrero de 2010

A JOSE MATA “El CANARIO” EL TORO “CARACOL” LE PARTIO LA FEMORAL DE UNA CORNADA


Momento de la cogida de "El Canario"

Por El Zubi

José Mata García, fue un matador de toros canario, nacido el 23 de julio de 1939 en Garafia, en la isla de La Palma en la provincia de Tenerife, que murió con 32 años, el 27 de julio de 1971 a consecuencia de la cornada que dos días antes le propinó el toro “Caracol” de la vacada de Luís Frías, en la plaza de toros de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), cornada que le partió la vena femoral.
José Mata debutó con picadores el 24 de junio de 1960 en Orduña (Vizcaya) anunciándose entonces en los carteles como “José Mata El Canario”. Debuta como novillero en Las Ventas el 5 de agosto de 1962, alternando con José Morán “Facultades” y Guillermo Sandoval, actuación que fue muy apreciada por la afición madrileña por su valor y pundonor torero. Tuvo una brillante trayectoria como novillero hasta que el 8 de agosto de 1965 toma la alternativa como matador en la Plaza de Benidorm, de manos de Manuel Benítez “El Cordobés” actuando como testigo Manuel Herrero, con astados de Pío Tabernero, ocasión en la que cosechó una buena actuación pues salió a hombros por la puerta grande tras cortarle una oreja a cada uno de sus toros. En septiembre de ese año le otorgan “La Oreja de Oro” en el ruedo francés de Ceret. Confirma su doctorado en Madrid el 12 de octubre de ese año, apadrinado por Andrés Vázquez y Enrique Trujillo como testigo. Durante estos años (1969-70) alternó su profesión de torero con la de actor de cine.
Su fecha fatídica fue el 25 de julio de 1971, en que toma parte en una corrida que se organizó para la inauguración de la Plaza de Toros de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), en sustitución de Juan Asenjo “Calero”. El cartel de aquel trágico día lo completaron Francisco Ceballos y Antonio Millán “Carnicerito de Ubeda”, lidiándose reses de la ganadería de Luís Frías Piqueras. Aquel día José Mata vistió un precioso terno salmón y oro que quedaría roto y manchado de sangre.
Ocurrió el percance al entrar a matar a “Caracol”, un toro negro y bragao, que le corneó de lleno en el muslo derecho en el momento del embroque, rompiéndole de cuajo los vasos femorales. En la enfermería de la Plaza se vieron desbordados por la gravedad de la herida por lo que le hicieron un torniquete en la pierna y lo trasladaron en ambulancia a Valdepeñas. Una vez allí vieron que tampoco podían operarlo ni hacer nada por él, por lo que la ambulancia llegó a Madrid al Sanatorio de Toreros cuatros horas mas tarde de que se produjera el percance, momento en el que fue operado.
La larga demora en la operación y el deambular en ambulancia de un lado a otro, parece ser que fue determinante para su proceso postoperatorio que no pudo superar, llegándole finalmente la muerte en las primeras horas de la noche del día 27. La demora en su atención fue muy criticada por la prensa de aquellos días. Las explicaciones posteriores dadas tras su fallecimiento no lograron aclarar la dinámica de la fatal complicación.
Su cuerpo descansa en el cementerio de La Almudena de Madrid, donde fue enterrado después de que el furgón fúnebre con sus restos mortales diera la vuelta al ruedo en la Plaza de Las Ventas donde el torero había triunfado en numerosas ocasiones. En Villanueva de los Infantes su muerte sobrecogió sobremanera, de tal forma que aun hoy se le recuerda pues el municipio manchego le erigió un busto en su memoria en 1972, al cumplirse el primer aniversario de su muerte.
José Mata fue un valiente torero que tuvo poca fortuna en esta profesión, ya que pasó casi desapercibido en una carrera plagada de cornadas e infortunios.