Se dice con frecuencia que el paso del tiempo puede con todo y yo creo que eso no es exacto del todo, que hay personas cuya memoria es inmortal y no morirán nunca. Este es el caso del periodista y fotógrafo cordobés Ladislao Rodríguez Benítez “Ladis-Padre”, un profesional de los de antes lleno de sabiduría senequista y buen humor, que junto a Ricardo, Antonio Salmoral y Framar formaron una pléyade de extraordinarios reporteros gráficos que han dejado honda huella en el periodismo cordobés. Hace poco estuve en Córdoba y pasé por la calle Málaga donde antaño estuvo ubicado el restaurante La Hostería. Sentí una profunda nostalgia y pena por los daños que la piqueta ha producido ya de manera irreversible en esta ciudad. Tampoco olvido al personal que nos atendía tan amablemente allí, a quienes sometí a ser actores de la vida por un día al incluirlos en un folletín novelesco que hace muchos años publique en el Diario Córdoba con el título “Diario de un Rodríguez”, pues allí en La Hostería acudíamos a comer todos los Rodríguez de Córdoba.. Aquel establecimiento era el cuartel general de Ladis-Padre y mío también, lugar diario de refrigerio, alimentación y diálogo con los amigos al mediodía. Yo era uno de los asiduos en comer allí todos los días con él, pues en aquellos años aun andaba yo soltero y sin compromisos. La hora de comer era para nosotros como la oración del mediodía y la cita a la amistad. Siempre mantuvimos una cordial relación de amistad, reforzada tal vez por nuestras mutuas aficiones a los toros, a los pájaros y a su propio hijo Ladis. Como no podía ser de otra manera, allí en La Hostería vino a buscarle fatalmente la “parca” con su guadaña un inesperado día del mes de octubre de 1988, para acompañarlo en su último y misterioso viaje hacia un destino eterno y desconocido. Ladis murió con las botas puestas, con su cámara colgada al hombro y en plena actividad laboral. Murió como los buenos…pegando tiros. La Hostería como Ladis ya no existen sino en nuestra memoria, pues la piqueta y los intereses comerciales la hicieron desaparecer. Sin embargo el recuerdo de Ladis perdura en mí y seguirá vivo siempre en la memoria colectiva de Córdoba, por eso escribo estas palabras ahora reflejadas en tinta impresa para que no se olvide nunca. Aquel hombre…con su andar pausado, sus muletas, su mochila al hombro repleta de cámaras fotográficas…que buena gente era…Y es que este hombre dejó una huella profesional, artística y humana indeleble a través del objetivo de sus cámaras.
Sé por su hijo, que su gran ilusión profesional era sacar a la calle una revista de toros, y ese sueño lo hizo realidad para él su hijo Ladislao Rodríguez Galán con la revista La Montera. Ahora yo tengo el privilegio de escribir todos los meses en esa magnífica publicación, y cuando me sale un buen artículo o reportaje, miro al cielo, alzo mi mano y le digo a Ladis-Padre en voz baja: “va por usted maestro”. Me gustaría decirle ahora, que me siguen gustando los pájaros. Que hora crío “trinados” e “híbridos” y que esta temporada me nacieron cuatro preciosos polluelos. Lo que daría yo si pudiera regalarle uno... o cambiárselo por otro de los suyos, tal como hacíamos antes.
Sé por su hijo, que su gran ilusión profesional era sacar a la calle una revista de toros, y ese sueño lo hizo realidad para él su hijo Ladislao Rodríguez Galán con la revista La Montera. Ahora yo tengo el privilegio de escribir todos los meses en esa magnífica publicación, y cuando me sale un buen artículo o reportaje, miro al cielo, alzo mi mano y le digo a Ladis-Padre en voz baja: “va por usted maestro”. Me gustaría decirle ahora, que me siguen gustando los pájaros. Que hora crío “trinados” e “híbridos” y que esta temporada me nacieron cuatro preciosos polluelos. Lo que daría yo si pudiera regalarle uno... o cambiárselo por otro de los suyos, tal como hacíamos antes.
Esta muy bien
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