Por El Zubi
1-De 1800 a 1880: el romanticismo. Los carteles tienen un carácter de pregón o anuncio
Los carteles tienen todavía un formato horizontal, dividido generalmente en dos mitades por medio de un filete; en la mitad superior, se utilizan mayúsculas de diferentes cuerpos así como cursiva, la mitad inferior, está compuesta en caja baja en caracteres de obra cursiva y redondo. La letra orlada es la característica de la época romántica. Son caracteres de época donde la anécdota, el rasgo de pluma, el dibujo sentimental predominan claramente. La letra romántica del cartel taurino no suele tener formas tan caprichosas y anecdóticas como las utilizadas para el libro y, aunque muy decorada, es más austera y publicitaria.
Este tipo de caracteres se emplearon profusamente en el cartel isabelino, que tiene ya unas características muy configuradas: greca delimitadora con mayor protagonismo y decoración, con hojas de acanto de raíz neoclásica; encabezamiento con tipografía en versal de importante tamaño (unos 60 puntos) con caracteres romanos muy decorados y elementos vegetales también basados en la hoja de acanto, dispuestos creando un verdadero «trompe-l'oeil» en relieve. Este tipo de caracteres de fantasía, se reserva para las frases claves del cartel: «LA REINA »/. También hacia 1840 el cartel de toros comienza a desarrollarse en vertical, utilizando en el encabezamiento una letra normanda (Didot recargado) extra-negra chupada, de remates muy geométricos. Sin embargo será a partir de los años 1845-1850 cuando aparezca en el cartel taurino la primera renovación de los caracteres tipográficos, con el empleo sistemático de la familia tipográfica de la «egipcia». El interés por el Gótico es una de las consecuencias del movimiento Romántico, impregnado de un gusto medievalista muy de moda por aquel entonces, como lo demuestra el cartel fechado el 7 y 8 de Septiembre de 1895.
2.- De 1880 a 1910. El Modernismo:
A partir del último cuarto del siglo XIX comienza a configurarse la forma definitiva del cartel taurino moderno tal y como hoy lo conocemos. Esta etapa se le conoce como “la etapa de los precursores”. Se introducen los adelantos en las artes gráficas: la litografía y cromolitografía, fotograbado, y se hacía ya grandes tiradas a color. Es cuando el cartel deja de ser anónimo y aparecen firmados por sus autores.
La revolución industrial supuso la automatización y mecanización de la industria de impresión. Con la aparición de la litografía y casi inmediatamente de la cromolitografía —aplicada al cartel taurino en torno a los años 1880—, se desarrollaron nuevas tendencias que afectaron, no solamente a la ilustración, sino también al diseño de letras. El nuevo procedimiento permitía la impresión en color con mayor facilidad que la tipografía; de otra, la piedra caliza (y más tarde la plancha de zinc) que se empleaba como molde, otorgaba al artista la facultad de dibujar libremente sobre ella.
La posibilidad de dibujo directo y la importancia del color, dio como resultado la aparición de caprichosos tipos de letras personalizadas, trazadas con pincel, lápiz, cepillo o pluma ancha, cuya variedad era infinita por su condición caligráfica (al contrario que la tipografía). La aplicación de este nuevo procedimiento de impresión tuvo también como resultado la configuración de dos tipos diferentes de carteles taurinos definidos por su formato: el cartel de mano, de pequeñas dimensiones, que se repartía al público y hacía las funciones de programa —con el «estadillo» en el reverso— y el cartel mural, de dos o tres metros, que ejercía como reclamo publicitario en vallas y paredes. Sin embargo, el cartel taurino, por ser un género eminentemente popular, observó una escasa exigencia metodológica en el tratamiento gráfico.
Hasta muy entrado el siglo XX, no se produjo la intervención del diseñador gráfico y de la figura del pintor de estudio y el dibujante. Así cada dato informativo del cartel: plaza, hora, fecha. ganadería... se imprimió en un tipo de letra diferente que, de esta forma, quedaba enfatizada con respecto a la información anterior y posterior. Desde 1880 hasta 1910 podemos encontrar una cierta continuidad estilística que nace en el historicismo y el último Romanticismo, en la Restauración y que recibirá influencias de Inglaterra (esteticismo, prerrafaelismo), de Francia, del naturalismo y el simbolismo también llamado “orientalismo”. El Modernismo, coincide pues con el periodo de esplendor de las artes gráficas. Su interés se expande hacia todo tipo de impresos: carteles, etiquetas, ex libris, etc... impresos que van desde el libro de bibliófilo hasta la publicidad de productos de consumo para las mayorías. Los carteles comienzan a albergar escena en las que se explica el desarrollo de la Fiesta y sus distintas fases. Utilizaban ya el truco ilusionista a base de efectos “trompe-l’oeil”. Se abusa hasta el cansancio del lenguaje de alegorías, símbolos y atributos. Sin duda esto es una influencia de los estilos artísticos predominantes en Europa en aquellos años: el simbolismo francés, que en España tuvo a su máximo representante en el pintor cordobés Julio Romero de Torres, que también fue un extraordinario pintor de carteles comerciales y taurinos. En las composiciones se superponen objetos al propio fondo del cartel. Sobrepuestos engañosamente al espacio real de la escena: testas de toro, símbolos taurinos, abanicos, cartelas, tarjetas o vistas paisajísticas en miniatura, que demuestran la pericia del artista. Los textos también se ponían de forma ilusionista a través de cartelas flotantes que como papeles flotaban arremolinados por el viento, o son sostenidas por personas o clavadas en la pared. A veces el texto se colocaba en fondos de pergamino de bordes ondulados o enrollados o bien colgando de un vástago o mástil, o sea un concepción de “cuadro dentro del cuadro”, un elemento heredado directamente del barroco. Otras veces la técnica es aún mas teatral y barroca: una cortina que se corre y hace el efecto ilusionista de mostrar una escena, o “manolas” y “majas” que nos muestran la escena de una plaza de toros. La composición de los carteles está también relacionada con los escenarios teatrales en sus dos aspectos de misterio y teatro propiamente dicho. Muchos artistas que se dedicaron a este género eran a la vez figurinistas y escenógrafos teatrales. Ese fue el caso de artistas como L. Labarta, Pastor, Colmenero, Melída, Lozano de Sotés o el propio Daniel Perea y Ángel Lizcano, de los mas adelante veremos su obra. Las composiciones o parten muchas de ellas de un marco arquitectónico arriba de la composición, que engloba al conjunto. Las escenas se llenan de detalles circulares: encuadres semicirculares, panderetas circulares con escenas en el interior, orlas, enmarques circulares, cartelas, claraboyas... son los motivos iconográficos que mas predominan en estos años de finales del siglo XIX.
(Continuará mañana)
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