Por El Zubi
El 2 de abril de 2003 se inauguro en la ciudad malagueña de Marbella un bonito monumento dedicado al torero sevillano Manolo González. El monumento en concreto se ha situado junto a la Puerta Grande de la Plaza de Toros de Marbella. Manuel González, aunque fue un torero nacido en Sevilla, estuvo muy vinculado con esta ciudad malagueña por sus negocios y en ella tenía su residencia habitual durante muchos años. Al acto inaugural asistieron sus hijos y su viuda, doña Socorro Sánchez-Dalp, así como el primer teniente alcalde del Ayuntamiento de Marbella, Julián Muñoz.
El monumento muestra a Manolo González de pié, vestido de torero haciendo el paseíllo y con la montera puesta. La imagen mide 2,20 metros, es de bronce y posa sobre un pedestal de piedra caliza de un metro de altura. La escultura ha sido realizada por el escultor Pepe Antonio Márquez, natural de Aracena (Huelva), y ha sido sufragada íntegramente por su familia.
Manuel González Cadello, (se le conocía como Manolo González) fue un matador de toros, nacido en Sevilla el 7 de diciembre de 1929. Torea su primera novillada con picadores en Sevilla el 1 de julio de 1945 junto a Tacho Campos, Belmonteño y Quinito. En agosto de 1946 debuta en Madrid con astados de José Mª Soto, alternando con Gabriel Pericás y Antonio Caro, y gustó mucho al público madrileño.
Tomó la alternativa el 27 de mayo de 1948 en su ciudad natal Sevilla, de manos de Pepe Luis Vázquez, con el toro “Bailarín”, de la ganadería de Clemente Tassara. La confirmó en Madrid el 3 de junio de ese año, de manos de Antonio Bienvenida y con Pepe Luis Vázquez de segundo espada. En esta corrida Manolo González obtuvo un éxito clamoroso que lo perpetuó como torero de arte. A partir de ahí su carrera se vio llena de éxitos. Se retiró de los ruedos el 23 de julio de 1961 en Barcelona. Años después se convirtió en ganadero de reses bravas, al adquirir a los hermanos Nuñez la vacada de don Juan Gallardo con encaste en Murube.
Manolo González ha sido un torero sevillano del más puro estilo, que tuvo un toreo de arte, gracia y garbo en movimientos, al que hay que añadir un valor auténtico que sin duda, fue lo más destacado de su forma de torear. José Mª Cossío dijo de él: “... el recuerdo que este torero deja en la historia del toreo sólo es comparable al de bondad y simpatía que guardamos de él todos cuantos le hemos tratado”.
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