Por El Zubi
José Delgado Guerra Pepe-Hillo nació en Sevilla el 14 de marzo de 1754 y murió con 48 años en la Plaza de Toros de Madrid, un 11 de mayo de 1801, hace ahora mas de 200 años, a consecuencia de las cornadas que le infirió en el estómago el toro “Barbudo” de la ganadería de Joaquín Rodríguez, de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).
Pepe-Hillo se decantó desde niño por el toreo. Pronto su fama fue creciendo en Andalucía, pero es en Madrid donde adquiere su plenitud como torero de leyenda. Mantuvo una gran rivalidad en los ruedos con el legendario maestro rondeño Pedro Romero, una rivalidad que llegó a desembocar en enemistad personal entre ambos, a causa de la afición que se dividió entre las dos escuelas: la rondeña, profunda y seria, y la sevillana, alegre y vistosa. La fama de Pepe-Hillo se incrementa en gran parte tras la publicación de su “Tratado de la Tauromaquia”, cosa que ocurrió en Cádiz en 1796. Este fue el primer libro publicado sobre esta materia, que desde entonces se convirtió en esencial para conocer la evolución del toreo. Al parecer el libro fue redactado por José de la Tixera, amigo personal del torero. José Delgado iba cada día adquiriendo mayor fama de tal forma que se convirtió en un ídolo popular, adorado por el pueblo y la nobleza.
En 1801 fue contratado para torear en Madrid el 11 de mayo, en la tercera corrida de abono. Fue aquella una corrida larguísima, duró todo el día ya que se lidiaron 16 toros: 8 colmenareños, 6 de Villarubia de los Ojos y 2 de Peñaranda de Bracamonte. Pepe-Hillo alternó cartel aquel día con Costillares y Pedro Romero. Por la mañana Pepe-Hillo sufrió un leve percance pero siguió en el ruedo. A primera hora de la tarde comenzó a resentirse un poco y se baraja la posibilidad de que el diestro abandone la corrida, pero el torero no accede.
Ya por la tarde sale el séptimo toro, de nombre “Barbudo” de la ganadería de Joaquín Rodríguez. Un toro negro de capa de una gran envergadura. Tomó sólo cinco varas y llegó a la muleta con mucha fuerza y un poco crudo, al parecer no le castigaron adecuadamente. Pepe-Hillo le dio dos naturales y uno de pecho cerca de chiqueros. El torero prepara al toro para la muerte cerca de la querencia de las tablas. Quiere matarlo recibiendo pero el toro no acude al cite, y es el espada el que se arranca a volapié dejándole media estocada en todo lo alto. Pero en el encuentro resultó empitonado por la pierna izquierda, volteado y lanzado con fuerza a tierra, donde queda tendido conmocionado y sin conocimiento. El torero cayó boca arriba, con los brazos en cruz, quedando a merced del toro, que en efecto hizo por él, de tal forma que le hundió violentamente el pitón izquierdo en el estómago y lo levantó como a un pelele campaneándole. Un vez que le quitaron al bicho de encima, pues se enceló con el cuerpo del torero, las asistencias le llevaron a la enfermería en estado agónico y allí falleció a los 20 minutos.
Su muerte causó una gran conmoción en todo el país, incluso se suspendieron en Madrid las corridas de toros durante lo que restaba de mes de mayo en señal de luto. El torero tenía entonces 48 años y le había dado tiempo a amasar una gran fortuna. Su viuda María Salado, percibió el importe de esta última corrida toreada por su marido: 2.800 reales. Pepe-Hillo fue enterrado entre un duelo multitudinario en Madrid, en la parroquia de San Ginés, que se encuentra en la calle Arenal número 13.
Pepe-Hillo se decantó desde niño por el toreo. Pronto su fama fue creciendo en Andalucía, pero es en Madrid donde adquiere su plenitud como torero de leyenda. Mantuvo una gran rivalidad en los ruedos con el legendario maestro rondeño Pedro Romero, una rivalidad que llegó a desembocar en enemistad personal entre ambos, a causa de la afición que se dividió entre las dos escuelas: la rondeña, profunda y seria, y la sevillana, alegre y vistosa. La fama de Pepe-Hillo se incrementa en gran parte tras la publicación de su “Tratado de la Tauromaquia”, cosa que ocurrió en Cádiz en 1796. Este fue el primer libro publicado sobre esta materia, que desde entonces se convirtió en esencial para conocer la evolución del toreo. Al parecer el libro fue redactado por José de la Tixera, amigo personal del torero. José Delgado iba cada día adquiriendo mayor fama de tal forma que se convirtió en un ídolo popular, adorado por el pueblo y la nobleza.
En 1801 fue contratado para torear en Madrid el 11 de mayo, en la tercera corrida de abono. Fue aquella una corrida larguísima, duró todo el día ya que se lidiaron 16 toros: 8 colmenareños, 6 de Villarubia de los Ojos y 2 de Peñaranda de Bracamonte. Pepe-Hillo alternó cartel aquel día con Costillares y Pedro Romero. Por la mañana Pepe-Hillo sufrió un leve percance pero siguió en el ruedo. A primera hora de la tarde comenzó a resentirse un poco y se baraja la posibilidad de que el diestro abandone la corrida, pero el torero no accede.
Ya por la tarde sale el séptimo toro, de nombre “Barbudo” de la ganadería de Joaquín Rodríguez. Un toro negro de capa de una gran envergadura. Tomó sólo cinco varas y llegó a la muleta con mucha fuerza y un poco crudo, al parecer no le castigaron adecuadamente. Pepe-Hillo le dio dos naturales y uno de pecho cerca de chiqueros. El torero prepara al toro para la muerte cerca de la querencia de las tablas. Quiere matarlo recibiendo pero el toro no acude al cite, y es el espada el que se arranca a volapié dejándole media estocada en todo lo alto. Pero en el encuentro resultó empitonado por la pierna izquierda, volteado y lanzado con fuerza a tierra, donde queda tendido conmocionado y sin conocimiento. El torero cayó boca arriba, con los brazos en cruz, quedando a merced del toro, que en efecto hizo por él, de tal forma que le hundió violentamente el pitón izquierdo en el estómago y lo levantó como a un pelele campaneándole. Un vez que le quitaron al bicho de encima, pues se enceló con el cuerpo del torero, las asistencias le llevaron a la enfermería en estado agónico y allí falleció a los 20 minutos.
Su muerte causó una gran conmoción en todo el país, incluso se suspendieron en Madrid las corridas de toros durante lo que restaba de mes de mayo en señal de luto. El torero tenía entonces 48 años y le había dado tiempo a amasar una gran fortuna. Su viuda María Salado, percibió el importe de esta última corrida toreada por su marido: 2.800 reales. Pepe-Hillo fue enterrado entre un duelo multitudinario en Madrid, en la parroquia de San Ginés, que se encuentra en la calle Arenal número 13.
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