sábado, 19 de diciembre de 2009

DE LOS ANTITAURINOS….


Gabriela Guevara-Pasifae-
Los antitaurinos se pueden dividir en, al menos, dos bandos. Por un lado están aquellos que no van a las plazas pero que cuando les preguntas si les gustan los toros responden amablemente que "no, pobres animalitos" y están los otros que se montan en un burraco blanco dizque quijotesco. Estos últimos los podemos encontrar de muchos sabores: un tanto es de los que usan insignias que aluden a su no-participación en la Fiesta (playeras, pinnes, mochilas y toda clase de imágenes que desaprueban a la tauromquia), otro tanto se apunta en greenpace, unos más te "regañan" por ser un "bárbaro-asesino" y tratan -con vacuos argumentos- de hacerte dejar la Fiesta, y los peligrosos son los radicales que al no tener nada mejor que hacer (como convivir con su familia, cuidar a su abuelo, ver por sus hermanos o amigos, o cambiarle el agua a la pecera en su cuarto) pues se deja ver de cuando en cuando en una manifestación antitaurina, o llega a la plaza a arrojar sobre los autos de los aficionados pintura roja (en general de esos maleantes que dizque tienen vida pero no) y por último los ARRIBISTAS que ni saben qué demonios es la Fiesta, nunca han visto un toro o un traje de luces, no saben, vaya, ni cómo, ni cuándo, ni de dónde vienen los toros, es decir no saben de su crianza, no entienden porque no preguntan qué es este ritual de sangre, el por qué a cautivado a tantos, por qué acuden a él no sólo las masas -que ellos si tachan de- "ignorantes" sino también los grandes pensadores, no saben y jamás reconocerán que la plaza en plena corrida es el lugar más democrático, ahí no pasa nada sin el consenso de todos, o por qué un hombre sin ser suicida se arroja al ruedo a desafiar a la muerte, no entienden cómo un capote detiene el tiempo tan sólo con balancearse, no saben por qué ahí el "ooole" es un clamor que no busca la sangre. No saben, no saben.

De esos antitaurinos, de los arribistas que sin consciencia del mundo taurino lanzan improperios, amenazas, falsos escupitajos, marejadas de información malinterpretada, imcompleta, hay que cuidarse. Porque sus intenciones son otras, buscan sacar ventaja con este alboroto usando a la tauromaquia como chivo expiatorio para fines baratos como lo es la política, para cosas que sólo les traerán unos pocos dineros a sus cuentas. Porque si tratarán de salvar una especie estarían a bordo de un barco greenpace, hubieran estudiado biología o veterinaria, o estarían buscando fondos para salvar una hectárea de tierra para "las últimas arañas" que han seguido desde su adolescencia. Yo creo que esos hombres que se asumen como verdaderos ecologistas o consevacionistas, no pretenden los micrófonos, ni los puestos gubernamentales para fines personales, ni son iletrados, al contrario son gente que se prepara, investiga y se mueve por la vía decente y legal.

Lo que sucede en Cataluña es una pena, los argumentos son pobres contra de la tauromaquia, y sus voceros unos arribistas que no saben y no les importa saber de la Fiesta.

Cuidado con esos porque son los que sin la menor pizca de lo humano pretenden joder a los que sí gustamos de la Fiesta, y podrían afectar severamente la vida de algún taurino. Hoy más que nunca debemos estar unidos como la Familia Taurina que somos. Denunciemos a aquellos que se atreven a cruzar la línea de la privacidad y el respeto al otro, denunciemos a los que hacen pintas en las plazas y dañan el patrimonio taurino que tambièn es patrimonio de la humanidad. Denunciemos a esos patanes que nos insultan. Porque nosotros no obligamos a nadie a ir a una corrida de toros, no se obliga a nadie a ser torero, nosotros no obligamos, ni siquiera buscamos adeptos.

En lugar de estar agrediendo a los taurinos, por qué no se dedican a salvar a los niños que viven en situación de calle, o adoptan a un drogadicto o bueno tan sólo a un perrito callejero...

Que hagan algo "verdadero" que no rompa con la seguridad, privacidad y libertad a la que TODOS tenemos derecho. Mientras, sigamos unidos, llenemos las plazas, contemos historias de toros y toreros heróicos a nuestros hijos, sobrinos y nietos, cantemos pasodobles, busquemos las noticias taurinas, opinemos, y lo más importante sigamos creyendo en el TORO BRAVO.

viernes, 18 de diciembre de 2009

UN ANONIMO DESCEREBRADO ANTITAURINO ME MANDA MENSAJES AMENAZANTES A MI MOVIL

Sevilla. Viernes 18 de diciembre de 2010. Cuando eran aproximadamente las 14 horas en España, un mensaje en mi móvil me sacó de los trabajos periodísticos que para mi blog taurino vengo realizando. Cuando lo abro y lo leo pienso que alguien me esta gastando una broma, pues el número del remitente queda registrado
6 1 8 2 1 7 8 0 4
El mensaje decía textualmente : “Uf q m corro de gusto xq hayan prohibió ya hoy los toros en Cataluña. Ya os kea menos”.
Yo pensé que algún amigo me estaba gastando una broma, hasta que a los pocos minutos suena de nuevo la alarma del móvil indicándome que acababa de entrar otro mensaje, y este tenia ya otro tono:
“M corro, basuras. Como vais a salir ahora del acoso. Y donde vais a buscar dinero para seguir torturando, atrasados cerdos. La vergüenza d España”
Ante el tono de este mensaje intento llamar al número desde donde me han llegado los mensajes, pero nadie me descuelga el teléfono, sino que me mandan otro mensaje con el siguiente texto:
“Comeme la polla loco cabron. T voy a buscar cerdo, q te tengo ganas”
Y ya comienzan a llegar una ráfaga de mensajes que a continuación les muestro para que ustedes mismo juzguen:
“Si te cojo me durarías un asalto puto anciano. T voy a tratar como tus amigos maricones a los toros. Hijosdeputa”
“Pesado. Olvidame ya por la cuenta que te trae. Q yo me olvidare definitivamente de ti. Te interesa el acuerdo”
“Aaaaajajajaja, Si va a ser cierto q andas fatal de la olla”
“Me haces reir barrigon”
“A que m presento en tu casa capullo”
Las amenazas, los insultos y las descalificaciones de este descerebrado “nazi” o tal vez….”nazionalista” no me impedirán seguir defendiendo a la Fiesta de los Toros. Los cobardes se amparan en el anonimato para hacer daño a los demas, aunque estos sean unos desconocidos que jamas le hayan infligido mal alguno a su persona. Soy de la opinión de que debemos de vivir en una sociedad libre donde podamos elegir aquello que nos guste, ir al cine si nos apetece, al futbol, o a un concierto de rock….pero que se prohíba la Fiesta de los Toros en una determinada región de España, además de un disparate, me parece un acto de tiranía propio de una dictadura hitleriana, que es en lo que se han convertido los nacionalistas catalanes y todos los antitaurinos de Europa, que quieren despojarnos de nuestro mas íntimos sentimientos culturales.
Por tanto, y ante esta situación de indefensión en la que me encuentro ante un anónimo descerebrado, os pido a todos cuantos me seguís a través de mi blog o en el grupo de Facebook “Amigos de la Fiesta de los Toros” que me no me dejéis solo y que me echéis una mano y le mandéis a este estúpido un mensaje con todo lo que pensáis sobre su actitud al
618 21 78 04 y le digáis que nos dejen vivir en paz y con la posibilidad de poder seguir yendo a las Plazas de Toros de España a defender el espectáculo mas bello, mágico y misterioso que existe.
Firmado: Rafael GONZALEZ ZUBIETA
“El Zubi”

LA ARGENTINITA MATUVO UN ROMANCE APASIONANDO CON JOSELITO Y CON SU CUÑADO IGNACIO SÁNCHEZ MEJIAS, AMBAS RELACONES ACABARON EN DRAMA


En las imágenes vemos Ignacio Sánchez Mejías, la Argentinita en la portada de una revista de la època y a la cupletista Adelita Lulú. Abajo unas imágenes de Joselito a ambos lados y de la canzonetista Consuelo Hidalgo y a Federico Garcia Lorca con la Argentinita.

Por El Zubi

A Encarnación López La Argentinita no le acompañó la suerte en el amor. Se enamoró de dos toreros: primero de Joselito El Gallo y mas tarde de su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. El primero murió en Talavera de la Reina de una cornada de Bailaor, toro de la Viuda de Ortega y el segundo, que fue la relación que en realidad vivió en plenitud y durante mas de una década, cayó en Manzanares en 1934 a consecuencia de la cornada de Granadino de la ganadería de Ayala. Estas tres personas conformaron un triángulo amoroso, una trama dramática que acabó en viudedad espiritual para la gran artista de la época Encarnación López, cuyo final fue de la más absoluta soledad. Esos dos nombres: Bailaor y Granadino marcaron la vida de La Argentinita, con la desgracia, la tragedia y la muerte. Pero hubo más mujeres que lloraron amargamente esas dos muertes.
Pero empecemos el relato por el principio. Joselito El Gallo siendo ya el “rey de los toreros” tuvo varias relaciones amorosas antes de que La Argentina se cruzara en su camino. Tuvo un noviazgo (o algo parecido) apenas conocido con una muchacha andaluza, una hija del ganadero Pablo Romero, que no llegó a nada, a pesar de que muchos investigadores hayan afirmado que esa fue la mujer de su vida, y que esta relación no pudo llegar a nada porque el padre de la chica, Pablo Romero, se opuso a que su hija, una chica de la alta alcurnia sevillana en aquellos días, pudiera ser la mujer de un gitano, a pesar de que fuera el “rey de la torería”. Lo de Joselito y la hija del ganadero, fue si acaso sólo una atracción platónica de juventud, cuyo principio y final terminaba cuando Joselito concluía de tentar las reses del ganadero en su ganadería sevillana.
Si es cierto sin embargo, que tuvo una relación amorosa apasionada en Madrid con un cupletista de moda en aquellos años locos posteriores a la I Guerra Mundial: se llamaba Adelita Lulú, y triunfaba por los teatros de España la vez que lo hacían otras canzonetistas famosas del momento, como Pastora Imperio, Raquel Meller, La Goya y Paquita Escribano. Adelita Lulú fue una artista con muy buen gusto, que vestía lujosos trajes y portaba siempre costosas joyas. Se decía de ella que siempre llevaba encima joyas por valor de cuarenta mil duros como mínimo. En aquellos años veinte fue una auténtica estrella de las que llamaban “fotos iluminadas”, porque las jóvenes mostraban ya en sus actuaciones algunas partes de sus cuerpos. Es el caso de Tina Jarque, que fue la primera que permitió que se le fotografiase con un seno desnudo. Adelita tuvo una buena voz y, según las crónicas de la prensa de la época, (Mundo Gráfico y La Unión Ilustrada, principalmente), cantaba con mucha intención...y picardía. Por ejemplo se hizo muy famosa interpretando cuplés como Ladrón, un cuplé en el que preguntaba a un hombre, “ladrón..ladrón ¿dónde empeñaste mal hombre, los pendientes y el mantón”. Otros de sus éxitos fue La duquesa torera o ¡Te has caído chaquetón!, cuplés todos ellos letrados por el maestro Retama con música de Quinito Valverde. Adelita Lulú debutó en 1915 en el Teatro Apolo, y su gran éxito entre los hombres debió de ser el detonante para que el torero Joselito la abandonara, a pesar de que se llegara a hablar en la prensa de una posible boda.
No hubo tal boda y si un nuevo noviazgo del torero sevillano, esta vez con Consuelo Hidalgo, una gran estrella, graciosa y chata, siempre sonriente y con unas piernas espectaculares. Hizo Consuelo una revista de mucho éxito cuyo nombre era La duquesa del Tabarín. Estamos hablando de una época en que también había una gran crisis inflacionista, surgida tras la Gran Guerra europea, y sin embargo artistas como Consuelo Hidalgo o Julia Fons, fueron contratadas por el empresario José Campúa para actuar en el Madrid Cinema por la cantidad de mil pesetas diarias, una cotización propia solo de las grandes estrellas. Cuando el cadáver de Joselito, muerto en Talavera el 16 de mayo de 1920, posaba en la capilla ardiente instalada en la casa que el matador poseía en Madrid en la calle Arteta, junto al Teatro Real, llegaron hasta allí amigos, admiradores y muchas personalidades a dar su último adiós al torero, incluido el presidente del Gobierno Maura. En el velatorio, y en medio del silencio que había en el comedor de la casa donde estaban los restos de José, se oyeron los sollozos de una mujer enlutada de arriba abajo, que lloraba ante el cadáver con una gran pena. El velo cubría su bello rostro, pero todo el mundo reconoció a Consuelo Hidalgo que a pesar de los años transcurridos y de posteriores relaciones que el torero mantuvo con otras mujeres, no lo había olvidado. Se arrodilló ante el cadáver y lloró con amargura porque en aquel momento comprendió que ya no le cabía ninguna esperanza a su corazón.
El tercer gran amor de José, y también el más serio y profundo, fue el que sintió por Encarnación López La Argentinita. José María de Cossío, en su conocida enciclopedia al hablar de Joselito el Gallo reflejó el concepto que el torero tenía del amor y de las mujeres, un concepto que, de manera genérica, también queda perfectamente reflejado en la novela que Alberto Insúa, publico con gran éxito en 1930 con el título “La mujer, el torero y el toro”. Cuando a José le preguntaron si le halagaba la popularidad que tenía entre las mujeres, este contestó: “¡hombre!...¿a quien le amarga un dulce?...pero el peor enemigo que puede tener un torero es la mujer. Un enemigo muy adorable, desde luego, pero muy peligroso. Nosotros los toreros, desde que comienza la temporada hasta que concluye, debemos de huir de las mujeres bonitas y hacer de casto José. Las mujeres son un vino dulce que se sube fácilmente a la cabeza y dobla las piernas, y para torear hay que estar muy fuerte. Hay, sobre todo, que tener las piernas como el acero y la cabeza muy firmes”, y el torero apostilló a los periodistas que lo entrevistaron: “¿Ven ustedes esta medalla doblada?...fue el pitonazo de un toro que me echó mano. La noche de antes de la corrida, me la había pasado mirándome en los ojos de una mujercita”.
Lo cierto es que el amor de José por Encarnación no debió de ser lo profundo que ella hubiese deseado. Joselito fue un hombre un tanto taciturno y triste, y más aun desde que se produjo la muerte de su madre, la señora Gabriela, y nunca se entregó a nada ni a nadie como se entregó a su profesión. Las relaciones entre Joselito y La Argentinita debieron de ser las normales en aquella época. Se conocieron en plena temporada taurina, pues las grandes ferias siempre coincidían con las campañas teatrales de “provincias”. En una de esas ferias coincidieron José y Encarnación y se enamoraron a primera vista, estableciéndose entre ellos una pasión platónica, ya que José que era un hombre recto, quería hacer las cosas de manera ordenada, y pasó de hablar con Encarnación en un principio a querer formalizar sus relaciones de una manera seria y estable. José tenía el deseo de que esta relación tuviera la aprobación del padre de la artista argentina, nacida en 1895 en Buenos Aires, don Félix López, a quien no dudó en escribirle desde Lima, en donde toreaba en la temporada de invierno de 1919-1920. En la carta Gallito no especificaba mucho sus intenciones, pero le decía que tenía grandes deseos de regresar pronto España para hablar con él porque tenía que tratar “un asunto importante”. La misiva, sin duda, era el anuncio del deseo que sentía por formalizar estas relaciones. Esta entrevista como es natural, nunca llegó a tener lugar, ya que José cayó muerto en Talavera el 16 de mayo de 1920. Aquello produjo en Encarnación un profundo dolor que le llevó a la depresión anímica durante un año, despreciando todos los contratos que durante este tiempo le ofrecieron. Buenos Aires fue su salvación, porque un año después el trabajo volvió a despertar en ella el deseo de vivir y seguir con su carrera como artista.
La Argentinita salió de España e inició una gira por América, y fue en México precisamente donde se encontró con Ignacio Sánchez Mejías, casado con Lola hermana de Joselito. Ignacio siempre llevó una doble vida en lo que a lo sentimental se refiere. Ignacio logró enamorar de nuevo a La Argentinita y logró que José, ya muerto, quedara en un paréntesis, en el pasado, en un dolor que tenía que olvidar. Encarna conoció a Ignacio cuando este actuaba como banderillero a las órdenes de su cuñado, y al final, acabó siendo la autentica pasión en la vida de Encarnación. Ella y él vivieron, lejos de España el romance más apasionado que se recuerda en el mundo de los toros, pues se sintieron atados por una pasión común: el teatro. El encuentro de Ignacio y Encarna en México cambió el rumbo de sus vidas. En aquellos años no existía el divorcio en España y toda relación amorosa no bendecida por la Iglesia era vivir en pecado mortal. El torero estaba casado con Lola, pero entre ellos la pasión sólo duró los primeros años de matrimonio. Sin embargo Lola e Ignacio ejercieron de puertas adentro una curiosas e hipócrita ejemplaridad matrimonial. Delante de sus hijos, José Ignacio y María Teresa, jamás hubo ni un mal gesto ni una mala palabra. Dejaron de dormir juntos cuando él estaba en Pino Montano. En la casa tenía una habitación en la planta baja que era la que él utilizaba. No obstante, y esto es lo mas extraordinario, el acuerdo de guardar las apariencias de este matrimonio no impedía a Lola, esposa burlada y conocedora del amor de su marido por Encarnación, no le impedía ser cariñosa y generosa con él, pues incluso lo curaba y lo aliviaba de las heridas que recibía en las plazas.
La Argentinita e Ignacio Sánchez Mejías vivieron más de diez años su relación amorosa en completa felicidad. Ella triunfaba en los escenarios y él alejado ya de los toros, ejerció como dramaturgo y escritor de éxito. En 1934 al torero le entró de nuevo el veneno de los toros y preparó su reaparición. Había perdido facultades y estaba un poco más gordo. En julio, para cubrir la ausencia de Domingo Ortega que tuvo un accidente de coche, aceptó torear en Manzanares el 11 de agosto, junto al mexicano Armillita y Alfredo Corrochano, hijo del famoso don Gregorio, crítico taurino. Granadino, un toro negro bragado, le prendió en el segundo pase que pretendió dar sentado en el estribo. Murió al día siguiente en un hospital de Madrid de una septicemia. El drama personal y familiar se vivió con toda la intensidad. La Argentinita recibió la noticia en su casa que tenía en Madrid, en la calle del General Arrando. Lloró durante días desesperadamente, porque de nuevo la muerte y un toro le partían el corazón de mujer enamorada, con el agravante de que no pudo ni acercarse a la clínica para velar los restos de su hombre, ya que estaba rodeado por los miembros de su familia. Sufrió por tanto la separación de Ignacio de lejos, y de nuevo, como le pasara anteriormente con Joselito, se sumió en una profunda depresión, de la que logró salir gracias a Lola Membrives, que le ofreció un contrato extraordinario en Buenos Aires, donde encontró el deseo de vivir y seguir en los escenarios. Encarnación se quedó con el dolor, y Lola, la viuda oficial, reclamó el vestido de torear con el que había encontrado la muerte su marido en Manzanares, para evitar que se convirtiera en objeto de fetichismos.
El día de la muerte de Ignacio, en Santander, en la Universidad Internacional, lloraban su muerte, además de Federico García Lorca, otra mujer que lo amó intensamente y que participaba allí con una ponencia. Me estoy refiriendo a la escritora y periodista francesa Marcelle Auclair, con la que el torero había mantenido también un apasionado amor. Ella era esposa del escritor Jean Prévost, era amiga de los intelectuales españoles y le gustaba pasar algunas temporadas en España. En los años treinta conoció a Ignacio y este incluso fue en varias ocasiones a visitarla a Paris. Marcelle e Ignacio estuvieron a punto de convertirse en amantes, pero ella tuvo reparos porque él era un hombre casado. Federico García Lorca, que era amigo personal de ambas mujeres y del propio Ignacio, llegó a decir que si Encarnación se hubiese enterado de este idilio amoroso con Marcelle hubiera matado a ambos. Marcelle también lloró con amargura la muerte del torero.
Como hemos podido comprobar, todos estos hechos relatados, que fueron reales ratifican los ingredientes apuntados en la novela antes citada de Alberto Insúa “La mujer, el torero y el toro” y que publicó en 1930: esos tres elementos citados y sumados, la mayoría de las veces desembocan en la muerte, la tragedia y el drama. Pero lo vivido por Encarnación López La Argentinita si que fue singular y trágico, pues pasó por la misma situación de amor y muerte, dos veces y de formas exactas.

jueves, 17 de diciembre de 2009

LOS COMICOS CHARLOT’S Y LLAPISERA APORTARON ESPECTACULO Y NUEVAS SUERTES A LA FIESTA. FUERON UN SOPLO DE AIRE FRESCO



Por el Zubi

Fue en los años en que triunfaban José y Juan (1915 a 1925) cuando hizo su aparición el toreo bufo o cómico, encarnado en el trío “Charlot’s, Llapisera y el botones Colomer”, en un espectáculo que adquirió en poco tiempo un inmenso interés popular, sobre todo porque sus actuaciones aportaban a la Fiesta alegría a los tendidos y espectáculo. Podría pensarse que esto fue un suceso aparentemente marginal y baladí, pero en realidad, de su auge se derivarían repercusiones psicológicas, financieras y artísticas en el toreo y en la Fiesta. Unas repercusiones que aun hoy en día no han sido debidamente analizadas ni valoradas por las Tauromaquias escritas, ni siquiera por la escrita por José María de Cossío, que no supo ver la trascendencia que tuvo este trío para la Fiesta de los Toros moderna.
Carmelo Tusquellas, fue un torerillo catalán que tuvo la ocurrencia de copiar las maneras y el atuendo de Charles Chaplin en una exhibición de toreo cómico en Barcelona. Lo vio actuar Eduardo Pagés, que era un aguililla como empresario …y llevado por su instinto comercial tuvo el acierto de unir en un mismo espectáculo el éxito de Charlot’s con otro espécimen del género llamado Rafael Dutrús “Llapisera”, que triunfaba por la región valenciana. La imagen resultante era original y simpática: Charlot´s de estatura mediana, bigotillo, sombrero hongo, traje y junquito del genial mimo del cine y Llapisera, un tipo alto, vestido de etiqueta, chistera y frac. A estos dos personajes Pagés le añadió al muchacho Colomer como botones a su servicio en la lidia, vistiendo también un impecable uniforme de botones. El impacto del trío en los ruedos, con su técnica, desparpajo y humor, fue como una bomba de éxito entre el público, de tal forma que llenaban las plazas y cosechaban triunfo tras triunfo, llenando de paso también las hasta entonces mal paradas arcas de los empresarios y del apoderado. La verdad es que este espectáculo sirvió para enjuagar los déficit empresariales de muchas Ferias, bajo la denominación de “charlotadas”. Por tanto, la cosa aunque parecía cómica resultaba muy seria. Este nuevo género de las “charlotadas”, frívolo o cómico, revolucionó en su día el mundo de los negocios taurinos, habida cuenta de que Eduardo Pagés era el empresario de las Plazas de Sevilla, San Sebastián, Bayona, Gijón, Valladolid, a la vez que “exclusivista” de las reapariciones de Belmonte y el Gallo y más tarde apoderado de Domingo Ortega.
Pero lo más interesante del estudio y análisis de este género cómico es la gran influencia que ejerció en el ambiente, en las suertes del toreo y en la apreciación del toro de las “fiestas grandes”. Y es que Charlot’s y Llapisera sabían torear pero que muy bien, con técnica, temple y conocimientos del toro. Sobre todo Rafael Dutrús “Llapisera”, especie de dibujante del toreo aplicado a la caricatura. Fue por tanto Dutrús un torero con grandes conocimientos de la técnica y de sus líneas maestras, trazadas a ratos de manera formal (sobretodo a la hora de fijar y sujetar al bicho) y a ratos con delirante humor. Y es que los toros a los que se enfrentaban estos dos toreros cómicos tenían incluso más dificultades que los que salían en las plazas para los toreros serios. Eran toros desechados y considerados ilidiables. Toros mansos, huidizos, abantos, avisados, corretones y tan grandes casi como los de las corridas serias. Su lidia era muy complicada, pero esta pareja de toreros los manejaba muy bien: a fuerza de acosarlos, de porfiarlos, de taparles la salida y de apelar a todas sus técnicas o “forzaduras” que cualquier otro toro no permite, acababan embistiendo y colaborando tonta y ciegamente a toda clase de “charlotadas”. Pero es que Charlot’s y Llapisera sabían lidiar muy bien a los mansos.
Estos dos toreros pusieron en práctica la “apertura de las suertes”. Un toreo nuevo, improvisado y “encimista” con desplantes tremendistas hasta entonces desconocidos en las plazas españolas. Pero entendamos que estos dos toreros llegan a eso a causa de la mezquindad de los toros que tenían que lidiar, circunstancia que por cierto no evitó que ambos toreros no sufrieran a veces graves percances y cornadas con las que acabaron en el hule y en un hospital. Intercaladas en sus diabluras ante los toros, algunas suertes inventadas por Llapisera pasaron por inercia y mimetismo al toreo serio: las citas con el trasero, los pases en cadena, la “chicuelina” y la “manoletina”, dos suertes estas últimas que pertenecen por derecho propio al repertorio "llapiseresco”, ya que fueron creadas por él y no por Chicuelo ni Manolete. Incluso el “salto de la rana”, que universalizara muchos años después Manuel Benítez “El Cordobés” y su a veces caminar “acunclillado” y de rodillas hacía el hocico de los toros, ya fue practicado con éxito por Llapisera. Todos los toreros calificados como tremendistas y “encimistas” (desde Arruza, Litri, Chamaco, Pedrés, Chicuelo II, Raúl Rovira, Cañitas, Cesar y Curro Girón, Platanito, Miguel Mateo “Miguelín”, hasta el Cordobés, por citar algunos...), tuvieron una deuda con Llapisera.
Los toreros cómicos Charlot’s y Llapisera además, cuando actuaban en los ruedos, tenían la precaución de prescindir del estoque de acero en sus acrobacias y evoluciones para evitar cualquier accidente no deseado. Consumadas sus faenas, al tintineo de una campanilla agitada por ambos y que sacaban del bolsillo interior de sus chaquetas, el botones Colomer les llevaba presto el estoque de verdad y recogía el “junquillo charlotesco” del que se ayudaban para realizar su faena. Una ceremonia, sin observan, idéntica a la que se realiza desde hace años en los ruedos de todo el mundo por los matadores serios, a quienes sus peones de confianza cambian el estoque de pega por el verdadero, con un ademán o señal del maestro que suple al ruido de la campanilla de Llapisera.
Rafael Dutrús y Carmelo Tusquellas consiguieron llevar a la Fiesta nuevas suertes, riqueza a las arcas de los empresarios, espectáculo a los ruedos y sobretodo carcajadas a raudales. Fueron como un soplo de aire fresco y renovador para la Fiesta de los Toros, un mérito que aun no les ha sido debidamente reconocido por la crítica y la historia. Su irrupción en la Fiesta rebasó el ámbito de las antiguas mojigangas y no fue por tanto un acontecimiento marginal ni fútil, pues vemos como el toreo serio moderno tiene muchos ingredientes en su repertorio que impusieron estos dos toreros cómicos, que sin duda fueron los mejores de todos los tiempos. Tras ellos surgieron imitadores por toda España con mas o menos éxito, pero la originalidad, el talento creador y el ingenio fue patrimonio de Charlot`s, Llapisera y el botones Colomer. Creo que el resultado de esta exposición es revelador, ...Como dejó dicho Jesucristo: a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LA SUPERSTICION Y EL MISTERIO ENVOLVIERON EL FRUSTRADO MATRIMONIO DE RAFAEL “EL GALLO” Y PASTORA IMPERIO



Por El Zubi
El torero Rafael Gómez El Gallo contrajo matrimonio con la artista Pastora Rojas Monje, hija de un sastre de toreros Víctor Rojas y de Rosario Monje “La Mejorana” tal vez la mejor bailaora del siglo XIX. Fue el emparentamiento de dos familias gitanas de arte, una unión que además de breve y fugaz estuvo envuelta por la rivalidad entre las dos familias, la superstición, el machismo, la soberbia y el misterio. Una ruptura matrimonial, cuyas causas fueron en su día y lo sigue siendo hoy aún, uno de los secretos mejor guardados sobre los divorcios entre gentes del teatro y del toreo.
Ninguno de los dos cónyuges confesó nunca por qué se separaron, ni aportaron dato alguno para justificar un divorcio que suscitó grandes especulaciones en los mentideros de Madrid y Sevilla. Especulaciones que adquirieron ribetes insospechados, ya que la imaginación popular y los corrillos llegaron incluso a murmurar que Rafael y Pastora se habían separado al descubrir que eran hermanos. Es cierto que el padre de Rafael, el torero Fernando El Gallo tuvo sus escarceos amorosos en aquellas largas temporadas que pasaba solo en Madrid toreando, aunque no es menos cierto también que no existe ningún dato que refuerce esta teoría. Se habló mucho en la época de los celos de Rafael hacia Pastora, como la causa más certera de esta ruptura, celos mezclados con la soberbia y una rivalidad llena de malos entendidos entre las dos familias gitanas. Lo cierto es que Rafael El Gallo llegó a pensar que Pastora era poco menos que una “bruja” que lo perseguía continuamente proporcionándole esa gota de mala suerte y fatalismo que le propinaban a Rafael los malos augurios que se le antojaron a lo largo de toda su vida en aquellos días aciagos, cuyas causas fueron adjudicadas por él a Pastora. El nombre de Pastora Imperio se lo puso el dramaturgo Jacinto Benavente, que un día al verla bailar dijo: “Esta Pastora vale un Imperio”. Pastora fue una artista muy completa. Una fuera de serie que complementaba maravillosamente el baile con la canción. Triunfó en todas las ciudades españolas, aunque fue Madrid donde su reconocimiento era mayor pues allí se la idolatraba. Jacinto Benavente la llenaba de elogios, pues incluso la llamaba “Giralda de Sevilla” y “La Faraona” sobrenombre que bastantes años después le otorgaron a Lola Flores, también gitana.
No obstante esta singular pareja tuvo momentos muy buenos llenos de romanticismo y pasión. Rafael y Pastora se conocieron y enamoraron en México cuando ambos, por motivos profesionales realizaban una gira por el país azteca. El flechazo de Cupido entre ambos fue inmediato pues allí vivieron un romance apasionado. La boda tuvo lugar la tarde de un lunes 20 de febrero de 1911 en la Iglesia de San Sebastián, justamente donde había sido bautizado Rafael cuando nació en Madrid. Se celebró una ceremonia íntima, montada así para evitar aglomeraciones de los muchos admiradores que los dos artistas contaban en la capital de España. Los dos artistas se encontraban en la cresta de la ola. En la ceremonia actuaron como padrinos por parte de ella, su madre “La Mejorana” y por parte de Rafael el matador de toros Enrique Vargas González “Minuto”. Tras la ceremonia religiosa, los pocos invitados que asistieron al enlace, lo celebraron en un merendero que había en la Cuesta de las Perdices, en la carretera de la Coruña, y tras el ágape la flamante pareja se volvió a la ciudad y se fueron al teatro, ocupando allí un palco. El público, que ya se había enterado de la boda entre estos dos famosos, se puso en pie cuando ellos ocuparon su lugar en el teatro regalándolos con una gran ovación que llenó de dicha a los recién casados.
Todo prometía un futuro lleno de felicidad y triunfo. La vida sonreía a los dos jóvenes que compusieron la típica pareja en la que ella tuvo que aceptar el dejar su profesión y los escenarios, mientras que el marido seguía en activo como torero. Pero a los pocos meses de la unión (no llegaron al año) la convivencia se agrió y se produjo la ruptura repentina. Una separación que se produjo sin escándalos ni comentarios por ambas partes. En ese justo momento comienza el misterio y la especulación. Pastora dijo: “Lo nuestro no ha sido cuestión de caracteres...”, pero nunca explicó que es lo que había ocurrido.
Tras la separación Pastora volvió a los escenarios y comenzó a cantar un cuplé lleno de morbo y que decía así: “tengo yo una pena, pena/ que me está quitando la vía/ y que me tié que matar”, en el que ya se adivinaban sus sufrimientos tras separarse de su marido. Algo parecido a lo que años más tarde ocurrió con Isabel Pantoja y su copla "Marinero de Luces" tras la muerte en Pozoblanco de Francisco Rivera “Paquirri”.
Pastora pues reapareció y se fue a trabajar a América poniendo tierra de por medio a su pena, en un intento de pasar página al capítulo más doloroso de su vida. Allí en América tuvo que encontrar el consuelo de algún hombre, pues cuando regresó a España años después llegó con una hija, una niña que muchos años después se casaría con el torero gitano Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”. Por cierto que Pastora tampoco quiso jamás descubrir al hombre en quien encontró consuelo en América y con quien concibió a esa hija. Ella estaba muy orgullosa de haber sido madre soltera: “Por encima de todos mis triunfos – dijo- he tenido un orgullo mayor: el de ser madre”. Ella dijo muchas veces que era mujer de un sólo hombre. En una de las pocas ocasiones en las que habló de su matrimonio con Rafael, dijo que “se había equivocado” sin dar más explicaciones sobre el asunto. En todo caso si el enamoramiento de estas dos personas fue apasionado, apasionada y feroz fue también su ruptura, que en ocasiones tuvo tintes de amargura. Jamás desde la separación habían pasado cerca el uno del otro.
Pastora debió de tardar tiempo en olvidarse de Rafael y tardó bastante en desechar la idea de la concordia y la reconciliación. Con motivo de una grave cornada sufrida por Rafael El Gallo en la plaza de Algeciras, Pastora Imperio hizo un intento de reconciliación y de recomponer su matrimonio pero fracasó. Ella lo explicó mas tarde: “hubo motivos para una buena reconciliación, pero me cerraron el paso y no me dejaron verle. No fueron los médicos”.
La prensa de la época por más que buscó los motivos de tan extraño divorcio, nunca los encontró y sólo lograron retazos y vaguedades. Rafael por su parte era parco y conciso al hablar de ella: “no quiero hablar de esa mujer. Me abandonó y nada más. Ya no existe para mí”. Lo cierto y verdad es que la vida del torero estuvo siempre marcada por el recuerdo de ella, que le señaló muchas veces de manera supersticiosa sus actuaciones.
Su banderillero Manuel de la Plaza contó en cierta ocasión un hecho curioso que le ocurrió con Rafael en Colombia. Estaba Rafael El Gallo con De la Plaza y Saleri II en una estación esperando a coger el tren para trasladarse a Bogotá donde tenía que torear al día siguiente. De pronto Rafael vio en el andén a una mujer con las hechuras y andares de Pastora y que caminaba con paso seguro acompañada de dos curas hacia donde estaba él con sus subalternos. A Rafael se le erizaron todos los pelos de su cuerpo y con los ojos desencajados les dijo a sus subalternos señalando al trío que se acercaba: “Es la Pastora y los curas que me casaron. Nos traen la desgracia y yo no me subo al tren”. Menudo problema que se creó, pues el contrato de Bogotá no se podía perder. Al final y una vez que desapareció el “temido trío” lo convencieron a duras penas y todos subieron al tren. A los 70 kilómetros el convoy descarriló peligrosamente pues incluso hubo muertos y heridos y ellos se salvaron de milagro. Ante lo ocurrido Rafael sentenció: ¿No os lo dije yo?. Era ella... la Pastora y los curas que me casaron”. La cosa no acabó ahí ese día, pues el tren de socorro que llegó después con ayuda para trasladar a los viajeros y heridos también descarriló, y desde entonces De la Plaza y Saleri II dejaron de tomarse a broma los malos presagios que a menudo venían a la mente de Rafael y se ponían a temblar cada vez que estos se hacían presentes.
Un año después, toreando Rafael El Gallo en Lima y hospedados en una fonda de la capital, el subalterno De la Plaza fue a la habitación de su maestro a ver como se encontraba horas antes de la corrida. Al entrar allí encontró a Rafael muy nervioso y excitado. Al preguntarle el subalterno sobre las causas de su estado el torero le contestó desesperado: “Casi ná!. Hase un rato ha entrao por la ventana el moscardón negro de La Pastora y yo no toreo esta tarde porque no quiero que me pegue una corná el toro”. Aquella tarde estaba todo el papel vendido en Lima y si El Gallo no se presentaba en la plaza se podía liar el escándalo del siglo. Rafael se plantó en que “no toreaba y que no toreaba”. Al rato dijo que sólo torearía si en la habitación entraba una paloma blanca “porque esta me salvará del moscardón de La Pastora y de la corná del toro”. De la Plaza y Saleri II fueron a hablar con el empresario y entre todos buscaron una paloma blanca. Saleri II distrajo en la habitación a El Gallo según el plan urdido anteriormente con cuidado. Desde la habitación contigua que tenía un balcón corrido que comunicaba las dos habitaciones, De la Plaza lanzó la paloma dentro de la habitación aprovechando que el maestro estaba de espaldas al balcón. Saleri II comenzó a gritar teatralmente y Rafael al ver la paloma revolotear asustada por la habitación recobró la paz y el sosiego y decidió torear. Aquella tarde en la plaza de Lima cortó las orejas y el rabo y De la Plaza dijo que fue la tarde que mejor lo vio torear en la vida.
En todo caso, el moscardón de La Pastora debió de ser para él una metáfora que tuvo permanentemente en su cabeza y que nunca logró desterrar. A Rafael no le gustaba hablar de su frustrado matrimonio y mentía al decir: “Yo no he vuelto a acordarme de aquella mujer. Para mí se murió el día en que nos separamos. Aquello fue una equivocasión que pa subsanarla hubo de romper un hogar y la libertad de dos personas. Esa mujer pá los restos o pál que la quiera. Yo no la puedo ni ver”.
Y esta es la historia de este extraño matrimonio entre gitanos de arte. Su separación ha sido y sigue siendo un misterio que ni siquiera el tiempo transcurrido ha resuelto, pues las causas de esta extraña ruptura ambos se las llevaron consigo a las tumbas. Celos...?, rivalidad entre dos familias gitanas...?, malos entendidos...?, falta de comunicación para aclararlos mezclada con brotes de soberbia por ambas partes...?, el descubrimiento de su posible fraternidad...?, ...quien sabe. Sólo ellos sabían la verdad de lo sucedido.

martes, 15 de diciembre de 2009

SOBRE LAS GENIALIDADES, LA “ABULIA” Y LA AFICIÓN A DORMIR DE RAFAEL EL GALLO



Por El Zubi
Rafael Gómez Ortega “El Gallo” puede que haya sido el torero que más arte ha tenido en la historia de la Tauromaquia, además de poseer una de las personalidades más peculiares y simpáticas que haya habido en este mundo del toro. Hay anécdotas de su vida suficientes como para escribir un libro más que un reportaje de pocas páginas. Sin embargo me quiero circunscribir aquí a algunos rasgos de su personalidad y algunas anécdotas que le hicieron ser tan especial, rasgos como la “abulia” y su gran afición a dormir y a estar encamado. Se puede decir sin temor a equivocarse que el “Divino” Calvo era un auténtico “camastrón”.
Paradigma de la torería sevillana, ha pasado a la historia de la Tauromaquia como el torero más representativo de esta escuela andaluza a pesar de haber nacido en Madrid, cuna a la que nunca renunció a pesar de su sevillanismo. Nació en la capital de España un 18 de julio de 1882, en la calle Greda (hoy de Los Madrazo) número 3 y 5, en una de esas largas temporadas que Fernando Gómez El Gallo, su padre, pasaba con doña Gabriela Ortega en Madrid cuando iba a torear desde el mes de mayo hasta finales de septiembre. Más tarde sus padres se instalaron en Gelves (Sevilla), cuando Rafael tenía sólo cinco meses, y allí ya nacieron todos sus hermanos. Sin embargo había la leyenda de que Rafael Gómez había nacido en Pozuelo de Alarcón (Madrid), incluso durante años se enseñaba a los visitantes de esa población una casa donde, al parecer, se hospedaron alguna vez sus padres y de la que se decía que fue la cuna de su nacimiento. En cierta ocasión Rafael El Gallo pasó por Pozuelo y le dijeron que había nacido allí. El “Divino Calvo” dijo: “La verdá é que no m’acuerdo de ná. Pero ¡qué honó perdiste, Posuelo de mi arma! ¡ná meno que ser la patria chica der Gallo”.
Rafael Gómez “El Gallo” fue una leyenda en Madrid. Hombre de una personalidad extraordinaria, tanto que hasta el mismísimo José Ortega y Gasset lo quiso conocer, para lo cual le pidió a José María de Cossío que lo llevara a su tertulia del café “Lyon D’Or” en Madrid. Eso hizo Cossío unos días más tarde, de tal forma que el famoso intelectual tuvo la oportunidad de charlar durante un par de horas con el “Divino Calvo”. El torero que estaba ya cansado de la reunión y de tanta conversación, invitó a Cossío a dar un paseo y a que lo acompañara a comprarse unos puros. Tras despedirse ambos de Ortega y Gasset se fueron a por los puros. Después de encenderse el habano en la calle, El Gallo le dice muy fijo a Cossío: “Oye José María, este señó tan amable que ha tomao café con nosotro ¿quién es?”. Y Cossío sorprendido le responde: ”Hombre Rafael, tú siempre tan despistado; es Ortega y Gasset”. A lo que El Gallo replicó: “Eso lo sé, pero qué ofisio tiene?”. Cossío le habla sobre el prestigio intelectual de Ortega: “Este hombre es el filósofo más grande que hay en España”. Rafael El Gallo, se para en la calle, mira muy fijo a Cossío y abriendo mucho los ojos le espeta: ¡Que barbariá, José María! ¡hay gente pa toó!.
Rafael El Gallo además de crear suertes, pases y adornos nuevos para el toreo (revoleras, serpentinas, banderillas al trapecio, cambio de muleta de mano por detrás de la espalda, el pase por alto llamado como “el celeste imperio”, las largas cambiadas, molinete con la mano izquierda o el afarolado “kikirikí”...), le cupo la gloria de inventar la famosa “espantá”, que algunos años después practicarán también unos pocos toreros. Según decían los críticos contemporáneos al torero, las “espantás” de El Gallo no eran manifestaciones de pánico o miedo, sino “un poema de gracia, un gesto de sinceridad nacido dentro del alma del torero”... algo inimitable y que sólo a él le toleraron los públicos. La primera “espantá” la dio en Sevilla, siendo aún novillero, con ganado de Concha y Sierra. Aquel día todo iba bien en la lidia e incluso El Gallo le brindó la muerte del novillo al capitán general de la región andaluza. Después de tantear al bicho durante unos minutos con la muleta dijo que no lo mataba. El escándalo que se formó en pocos minutos en la Maestranza fue enorme. Los Guardias de Seguridad lo detuvieron por orden de la presidencia y se lo llevaron a la carrera a los calabozos de la Comisaría. Ni siquiera la intervención del capitán general Luque, que fue el primer ofendido, libró a Rafael Gómez de pasar la noche en la cárcel. Él lo decía muy claro: “Cuando a un toro no se le pué hasé ná, lo mehó é dehálo”. Repetía una y otra vez que eran los propios toros los que le avisaban. Los animales que le decían: “¡que te voy a cogé!, ¡que te voy a pillá! y cuando a él se le antojaba que el astado le estaba avisando, se quitaba del medio sin dudarlo un momento. Creía que a los toros podía cambiarle el humor en cualquier momento.
Sin embargo, como un artista genial que fue, tenía la facultad de cambiar en pocos minutos los ánimos de los públicos con su inmenso arte. Una vez en Barcelona, toreando con Manolo Belmonte (un hermano de Juan), Rafael después de escuchar los tres avisos en su primer toro se refugió del escándalo del público en la enfermería de la plaza. Decía que “las broncas se las lleva er tiempo, las cornás se las quéa er torero”. Parapetado en la enfermería dijo a su cuadrilla que no salía a torear más y que nadie lo molestara. Cuando saltó a la arena el segundo toro de su lote arreció la bronca a niveles preocupantes de orden público, tanto que Manolo Belmonte entró a la enfermería en un intento de convencerlo para que saliese a torear. Se encontró a El Gallo echado en la camilla del quirófano, destocado y en mangas de camisa, y saboreando un gran puro habano como si tal cosa. Belmonte con mucho respeto y en tono conciliador le dijo:
- ¿Qué pasa maestro?... no va a haber más remedio que salir. La gente se ha puesto flamenca... A mí no me han dejao siquiera ni acercarme a su toro. Vamos... que la cosa está fatá… maestro.
- ¿Y tú que dises, compadre? --le respondió Rafael--.
- Que debe usté comparesé, maestro.
- Bueno hombre, pué no s’able má. Lo haré por complaserte.
Y dejando el puro que se estaba fumando en el borde de una mesa próxima, se puso la chaquetilla, se caló la montera y salió al ruedo cuando estaba ya mediado el tercio de varas. Rafael le quitó el capote a un subalterno y echándoselo a la espalda se dispuso a hacer un “quite del perdón”. Dio una larga tan garbosa y con tanto arte que barrió en segundos de los tendidos el malhumor acumulado. Después con la muleta realizó una faena completísima en variedad y arte, y mató recibiendo al astado de forma tan contundente que se desató el delirio en la plaza. Pero el “Divino Calvo” en vez de quedarse en el ruedo a recoger los laureles del triunfo, sin mirar a nadie se volvió por sus pasos de nuevo a la enfermería. Allí se quitó la chaquetilla, dejó la montera en una silla, rescató su habano de donde lo había dejado, lo encendió y comenzó a fumárselo tendido de nuevo en la camilla del quirófano, tan tranquilo.
Y es que Rafael El Gallo, tenía una afición desmedida a dormir y a estar tendido. Le importaba poco el ganado que tuviera que torear (miuras, pablorromeros, santacolomas...). Antes de cada corrida dormía como un bendito sin preocupación ninguna. Mandaba que lo despertaran una hora antes de estar en plaza. Y es que Rafael era la abulia personificada.
Un año acudió a la feria de Bilbao y se hospedó en el Hotel Inglaterra, donde se encamó nada más llegar, actividad única que realizaba en las fechas libres que le dejaban las dos corridas que tenía contratadas. Le pidió a su mozo de espada que le comprara “a onde Barandiarán junto al puente” (en una ferretería próxima), un irrigador con su goma y cánula a punto. La sorpresa del mozo de estoques no tuvo límites cuando escuchó de su matador la orden de que llenara el limpísimo recipiente con vino fino de Jerez para colgarlo encima de la cama. El Gallo se pasó los días de asueto chupa que te chupa del irrigador, abriendo y cerrando a discreción la espita con gran pericia. De tal forma descubrió el arte de beber vino sin molestarse lo más mínimo, sin incorporarse siquiera en el lecho. Encontró la fórmula ideal del reposo absoluto sin dejar de libar.
Cuando estalló la guerra civil Rafael Gómez El Gallo se encontraba en Madrid y anduvo por la ciudad cerca de mes y medio sin darse cuenta del conflicto que acababa de estallar en su país. Su sobrino José Ignacio Sánchez Mejías contaba años después de la muerte de El Gallo, que su tío Rafael se enteró de la guerra de España seis semanas después de que esta comenzase. El 18 de julio le sorprendió en la pensión de la Carrera de San Jerónimo donde siempre se hospedaba, regentada por Serrano su mozo de estoques, que conociéndolo no le dijo nada de la guerra y le comentó al principio que había en Madrid una huelga con manifestaciones obreras, que incluso había tiros por las calles, razón por la cual El Gallo decidió meterse en la cama de donde tan sólo se levantó algún tiempo después en vista de que persistía el "paro revolucionario". Su falta de voluntad no tenía medida, y así, a la espera de que se arreglaran los conflictos, aguantó recogido y acostado en su modesta casa de huéspedes los últimos calores del verano. El 30 de agosto los miembros de su cuadrilla fueron a por él a la pensión para que actuara en Las Ventas en un Festival Benéfico para las Milicias de la República, cosa la que el torero accedió sin preguntar siquiera quienes eran esas "milicias". Al bajar a la calle y pisar la acera le dijo a uno de sus banderilleros: “Oye niño, ¿qu’es lo que pasa hoy aquí que hay tanto sordao en la calle?”.
No se había enterado de nada de lo que estaba ocurriendo en España. En Madrid pasó el trienio del conflicto lejos de Sevilla y de su familia (sus hermanas y sus sobrinos), por suerte nadie se metió con él porque era respetado y querido en ambos bandos. Toreó tres veces en estos tres años dentro de la zona republicana, y a la postre serían sus últimas actuaciones vestido de luces. Durante su largo cautiverio en la capital vivió condenado a la soledad, paliada sólo en ocasiones por la amistad de los “Caracoles” (padre e hijo). En abril de 1939 pudo regresar a Sevilla, donde tras ser recibido con los brazos abiertos, pudo rehacer su vida.
Pasó el resto de sus días durmiendo y tomando café en la tertulia de Los Corales en la calle Sierpes, junto a su amigo Juan Belmonte, donde se reunía con otros amigos y tertulianos a recordar viejos tiempos.
En cierta ocasión en esa reunión de la calle Sierpes, Rafael El Gallo, expuso su visión exagerada y andaluza de América: “América la conozco mú bien. De pitón a rabo. Lo que más me gustó fue Nueva Yó, aunque el café aquí en Sevilla está mejó c’allí. Nueva Yó es como un serebro. Allí hay de tó. Una locura desatá. Trene por lo sielo, por el suelo y por debajo der suelo. Y rascasielo que dejan chica la Girarda. Hay ademá allí un barrio que es como la Macarena de Sevilla. Lo que pasa é c’aquello está to lleno de negro y de chinos. Argo mú extraño”. Allí en Nueva Yó me llevaron una vez a casa der murtimillonario ese que se llama Vanderbit. Y vino un criao y me trajo una bandeja de oro y brillante, llena de puros...: ‘Bueno... son, miste’ le dije yo. Y él entonse me dijo: ‘Si te quéas aquí te daré mucho má’. Y yo le dije que nones, porque no me gusta er café de Nueva Yó”.

lunes, 14 de diciembre de 2009

FERIA DE SAN MIGUEL (SEVILLA): 10 ALTERNATIVAS 10 MUERTES



Manuel Baez "Litri II"
Por El Zubi
En el mundo de los Toros existen supersticiones y leyendas trágicas que han pasado a la leyenda negra, fruto de la casualidad, la mala suerte y las coincidencias. La acumulación de una serie de coincidencias, por ejemplo, lleva a los aficionados y a los propios toreros a pensar en la existencia de un “algo” que trae “mal fario”. Si una serie de acontecimientos transcurren de una misma forma determinada o en unas mismas fechas y llevan a un final trágico, surgen de inmediato en la mente de todos, el temor y el miedo a “algo” que pueda ser el origen de esa fatalidad. Hay elementos popularmente conocidos que son sintomáticos de mala suerte: el número trece, pasar por debajo de una escalera, un gato negro, un sombrero sobre la cama, la montera que cae boca arriba en el albero, ir vestido de amarillo...etc, todas son cosas que siempre se han relacionado con un final trágico, como la leyenda que se desprende de la ganadería de Miura, por ejemplo, porque han sido muchos los toreros a lo largo de la historia que han caído víctimas de las astas de estos toros.
Hay coincidencias como la que les voy a relatar, y en las que he reparado, como conclusión final de las muchas lecturas taurinas llevadas a cabo en el transcurso de estos últimos años. Coincidencias que poca gente ha reparado en ellas, pero que miradas con ojos reflexivos y un tanto supersticiosos hace pensar que la Feria de San Miguel de Sevilla trae mala suerte a todo aquel torero que toma la alternativa en ella (o incluso que piensa tomarla allí). Las estadísticas no fallan: en el transcurso del siglo XX, diez toreros que tomaron la alternativa en esta Feria sevillana murieron o bien por cornada de asta de toro o bien de forma violenta y trágica. Pero comencemos con el relato si les parece...
El 28 de septiembre de 1905 el torero José Gallego Mateo, mas conocido por José Claro “Pepete” se doctora en su ciudad natal después de haber revolucionado Sevilla y su zona de influencia con sus éxitos. Los aficionados le veían como un digno sucesor del Espartero y Reverte. Bonarillo fue el padrino y Ricardo Torres “Bombita”, el testigo. Cinco años más tarde, el 11 de septiembre de 1910 en Murcia, Pepete sustituye al mismo Bombita, herido. El resto es conocido y trágico: el toro Estudiante, de la ganadería de Parladé le metió una cornada en la ingle que le desgarró la femoral, ocasionándole la muerte en la misma enfermería de la Plaza de Toros.
Durante la Feria de San Miguel de 1910, el valenciano recriado en Francia, Isidoro Martí “Flores” alcanzó el grado de doctor en tauromaquia. Estaba en los primeros puestos del escalafón de novilleros. Quinito y Rafael El Gallo oficiaron la ceremonia como padrino y testigo. El 26 de junio de 1921, en Béziers, el toro Aceituno de la ganadería de Alipio Pérez Tabernero, le dio una enorme cornada en el pulmón, de la que no sanaría jamás, pues murió seis meses después el 6 de diciembre de 1922, en Caracas a consecuencia de las secuelas de esta herida.
El rey de los toreros, José Gómez Gallito, conocido como Joselito, fue un torero largo, de arte, experiencia y valor indiscutibles. Un niño prodigio y más tarde un torero de prestigio. Había tomado la alternativa a los 17 años, un 28 de septiembre de 1912, también en la Feria de San Miguel de Sevilla. Su hermano Rafael fue el padrino y Antonio Pazos el testigo. La carrera de Joselito fue la de un fuera de serie: excepcional. Sin embargo tenía una cita con la muerte en Talavera de la Reina, el 16 de mayo de 1920, cuando entró en la leyenda con el toro Bailaor, de la viuda de Ortega.
Manolo Granero, la figura valenciana que parecía estar predestinado a ser el sucesor de Joselito en el trono de la tauromaquia. Torero elegante, fino e inteligente, se había metido al público en el bolsillo y por tanto su futuro era prometedor. Pues bien, a los 18 años tomo también la alternativa en la Feria de San Miguel, un 28 de septiembre de 1920, también de manos de Rafael El Gallo como padrino (más coincidencias). El testigo esta vez fue Chicuelo. Dos años después, cuando toreaba con Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda en Madrid, un 7 de mayo de 1922, el toro Pocapena del duque de Veragua le mató de una terrible y trágica cornada que da horror sólo recordarla.
Otro más, el jerezano Juan Luis de la Rosa, que también había tomado la alternativa en Sevilla un año antes que Granero, el 28 de septiembre de 1919, fue asesinado de un tiro en el corazón en pleno centro de Barcelona en 1936, en una revuelta callejera durante la guerra civil española.
La dinastía Litri tiene también su representación en esta luctuosa lista de doctorados en la Feria de San Miguel de Sevilla. Manuel Báez “Litri” era tal vez el más auténtico de toda la dinastía. El público estaba con él, apreciaba su labor esforzada frente al toro, con faenas emocionantes y frenéticas de valor. También tomó su alternativa en la Feria de San Miguel, un 28 de septiembre de 1924. Fíjense que cosas, el padrino fue Chicuelo y Pablo Lalanda el testigo. El 11 de febrero de 1926, durante la corrida regia (asistían a ella los Reyes de España) celebrada en Málaga, el toro Extremeño, del marqués de Guadalest le hirió gravemente. El 18 de febrero (siete días más tarde) moría de gangrena después de haber sufrido la amputación del miembro herido, la pierna.
Suma y sigue. Pascual Márquez debía tomar también la alternativa en la Feria de San Miguel del año 1936. Todo estaba acordado pero la guerra civil impidió la ceremonia y se aplazó hasta mayo de 1937, también en Sevilla. El 18 de mayo de 1941, el toro Farolero de Concha y Sierra, hirió gravemente en el pecho a Pascual que murió el día 30 del mismo mes.
Joselito Huerta recibió la alternativa igualmente en la Feria de San Miguel de 1955. En 1968 fue herido de extrema gravedad en El Toreo de Cuatro Caminos. Repuesto del percance que le pudo matar, un aneurisma cerebral, que a duras penas superó, precipitó su retirada.
José Eslava Cáceres, en los carteles “Pepe Cáceres”, también se doctoró en la mencionada Feria de San Miguel, el 30 de septiembre de 1956. Al igual que Joselito Huerta, de manos del maestro Antonio Bienvenida. Su brillante carrera duró treinta años. El 20 de julio de 1987, en la Plaza de Sogamoso, en Colombia, a unos 200 kilómetros de Bogotá, alternando con el rejoneador Dayro Chica y el cordobés Antonio José Galán, el toro Monín (Santiago era su nombre original), de la ganadería de San Esteban de Ovejas, lo clavó contra la barrera como a Granero y le abrió el pecho como a Flores. “Pepe Cáceres” murió el 16 de agosto a causa de las heridas. Tenía entonces 52 años.
El mexicano Eduardo Liceaga, una gran promesa para el toreo, también estaba contratado para tomar la alternativa en Sevilla en la Feria de San Miguel en 1946. Todo estaba atado y previsto incluso con los carteles impresos, los contratos firmados... pero el toro Jaranero de la ganadería de Concha y Sierra (que en la actualidad es propiedad de los Litri) lo impidió antes, concretamente el 18 de agosto en la Plaza de San Roque (Cádiz).
Estas son las estadísticas reales: cifras, fechas, datos y referencias. Son los eslabones de una cadena que, fatídicamente, pasa siempre por la Feria de San Miguel de Sevilla, creando una nueva leyenda negra donde menos uno se lo puede imaginar. Habrá quien me pueda decir que todos estos son puras coincidencias y no le faltará razón. Estoy seguro que otros muchos toreros habrán tomado la alternativa en Sevilla y en esas fechas y no les ha pasado nada. De igual manera que muchísimos toreros han matado y matarán “miuras” sin sufrir la trágica suerte del pobre Manolete. En todo caso, y como se suele decir... no hay que creer demasiado en supersticiones... ¡porque eso trae mala suerte!....

domingo, 13 de diciembre de 2009

LAS DIEZ ALTERNATIVAS QUE DIO ‘JOSELITO’, MARCADAS POR LA MUERTE, EL INFORTUNIO Y EL FRACASO


Joselito da la alternativa a Dominguín
Por El Zubi
El tiempo aporta a la Historia el valioso elemento de la reflexión y el análisis de los hechos acaecidos en una determinada época, para sacar conclusiones que los contemporáneos de esos hechos no tienen la capacidad de ver y analizar con objetividad, y cuyas consecuencias sólo pueden ser deducidas por la reflexión y el análisis y la casualidad, tres elementos que aporta precisamente el paso del tiempo (mirar bajo el prisma del tiempo) y que nos llevan a unas conclusiones a veces sorprendentes. Este es el caso de José Gómez Ortega “Joselito El Gallo”, el Rey de los Toreros, un hombre marcado por la tragedia y la muerte. Admirado y envidiado en vida por su éxito, inmenso arte y talento como torero, sin embargo siempre estuvo marcado por el mal “fario”. Mala suerte en el amor y en la vida, por la incomprensión y la exigencia delirante de los públicos, y aunque fue considerado el Rey de los Toreros, en la flor de la vida con 25 años. Curiosamente las diez alternativas dadas por Joselito estuvieron también marcadas por la mala suerte, pues la muerte y los infortunios acompañaron a sus protagonistas. Sólo dos de ellas llegaron a buen puerto aunque no como toreros. Cinco de sus apadrinados cayeron como él en los ruedos muertos por las astas de los toros: Ballesteros, Ernesto Pastor, Varelito, Felix Merino y su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. Juan Luis de la Rosa cayó asesinado en Barcelona en 1937 durante las revueltas callejeras en plena guerra civil. Pacorro murió en la miseria más absoluta, Angelete, terminó inválido por una gravísima cornada y un desafortunado accidente, y sólo acabaron medianamente bien Camará y Dominguín, aunque estos solo triunfaron como apoderados de toreros y no como matadores de toros. Ambos desde luego, fracasaron como toreros aunque al menos conservaron la vida, lo que les valió para triunfar en el planeta de los toros como apoderados y empresarios taurinos, con Manolete el primero y con Luis Miguel el segundo, con los que marcaron una época en lo que al apoderamiento de toreros se refiere, pues fueron y son un referente histórico de cómo deben de hacerse estas cosas y de cómo serian en adelante las relaciones entre los toreros y sus representantes.
Pero demos, si les parece, un breve repaso a los episodios que marcaron las vidas de cada uno de estos infortunados que fueron signados en sus destinos por los designios de Joselito. En primer lugar los cinco toreros apadrinados por el de Gelves que murieron por asta de toro:
Florentino Ballesteros Solsona, zaragozano, estuvo sólo un año en el escalafón de matadores de toros. El 13 de abril de 1916 tomó la alternativa en Madrid, de manos de Joselito, alternando con ellos Francisco Posada, con toros del Conde de Santa Coloma. El toro de la alternativa se llamaba “Campanario”. El 22 de abril de 1917 torea en Madrid, junto a Joselito y Manuel Mejías “Bienvenida”. El toro de Benjumea de nombre “Cocinero”, berrendo en castaño, le corneó en el pecho al torear de capa, falleciendo en la madrugada del día siguiente.
Ernesto Pastor Lavergne, hijo de mexicano y francesa, nacido en Puerto Rico. Le dio la alternativa Joselito en Oviedo el 17 de septiembre de 1919. Dos años más tarde, el 5 de junio de 1921 torea en Madrid y al muletear a “Bellotero”, del hierro del Marqués de Villagodio, fue prendido por el muslo derecho, sin que el espada pasara a la enfermería hasta dar muerte al astado. Se le apreció una cornada de 12 centímetros a la que no se le concedió la debida importancia. Se le infectó la herida y hubo de ser operado de urgencia al día siguiente. Murió un día después de una septicemia.
Manuel Varé García “Varelito”, sevillano y trianero. Tomó la alternativa en Madrid un 26 de septiembre de 1918, la misma tarde en que recibía tal investidura Domingo González “Dominguín” también por Joselito. El toro de la alternativa fue “Flor de Jara”, negro zaino, de García de la Lama, en una tarde arrolladora de Joselito que actuó como padrino de ambos toreros. El 21 de abril de 1922 torea en Sevilla. Al estoquear al toro “Bombito” del Marqués de Guadalest, Varelito fue herido de suma gravedad en el recto, muriendo el 13 de mayo.
Felix Merino Obanos, natural de Valladolid. Tomó la alternativa en Madrid de manos de Joselito y como testigo, Juan Belmonte, un 16 de septiembre de 1918. Su carrera fue de más a menos, renunciando a la alternativa en 1926, para torear como novillero. En 1927 acudió a torear seis toros de Palhá a Ubeda (Jaén) junto a José Iglesias y el “Sanluqueño”. El primer toro alcanzó a Merino al saltar la barrera y le dio una tremenda cornada en el muslo derecho. Trasladado a Madrid al Sanatorio del Perpetuo Socorro, murió dos días después a causa de una asistólia.
Ignacio Sánchez Mejías, tomó la alternativa en Barcelona un 16 de marzo de 1919, alternativa que le confirmó el mismo Joselito en Madrid el 5 de abril de 1920, un mes antes de que el gelveño muriera trágicamente en Talavera. El 11 de agosto de 1934 torea Ignacio en Manzanares junto al rejoneador Simao da Veiga, Fermín Espinosa “Armillita Chico” y Alfredo Corrochano, con toros de la ganadería de los Hermanos Ayala. El toro “Granadino” corneó en el muslo derecho a Ignacio al pasarlo por alto sentado en el estribo de la barrera. Murió de una gangrena gaseosa dos días después en un hospital de Madrid.
Hubo tres toreros apadrinados por Joselito que estuvieron marcados por el infortunio y la mala suerte a pesar de no morir por asta de toro: el jerezano Juan Luis de la Rosa de la Garquen, tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1919 en la feria de San Miguel de Sevilla. En 1938 en plena Guerra Civil, murió asesinado a tiros en las calles de Barcelona, en circunstancias aun no esclarecidas, al parecer por unos revolucionarios, pocos días antes de que la capital catalana fuera liberada por las tropas de Franco.
Al sevillano Francisco Díaz Pérez “Pacorro” le dio Joselito la alternativa un 11 de agosto de 1918 en San Sebastián, con toros de Murube. Su carrera ilusionante y prometedora se apagó pronto con las cogidas y la mala fortuna. Renunció a la alternativa en 1924, aunque tampoco le acompañó la suerte como novillero pues torea muy pocas veces hasta ser olvidado totalmente por la afición. A partir de 1929 se le puede considerar prácticamente retirado de la profesión. De ser un niño prodigio en los ruedos pasó en pocos años a morir en Sevilla en la miseria más absoluta.
Angel Fernández Pedraza “Angelete”, fue un torero extremeño de Baños de Montemayor (Cáceres), que tomó la alternativa de manos de Joselito el 12 de septiembre de 1917 con el toro “Gitano” de Coquilla. En 1926 se retiró definitivamente de los toros tras una carrera llena de altibajos, pasando por la profesión con más pena que gloria. Se aleja de los ruedos cuando ya está completamente inválido.
Nunca se recuperó de una cornada en el pecho recibida en Tetuán, ni de la lesión que se produjo en 1920 en Ciudad Juárez (México), donde se cortó con el estoque la mano, herida tan grave que estuvo a punto de costarle la amputación de este miembro que ya nunca recuperó su movilidad.
Fracasaron como toreros los dos apadrinados que aún quedan. En primer lugar José Flores González “Camará”, cordobés a quien Joselito dio la alternativa el 21 de marzo de 1918 en Madrid, con el toro “Amargoso” de Benjumea, actuando como testigo Saleri II. Tras tener en 1920 un bajón impresionante en su carrera abandona los ruedos dos años más tarde (1922). Pocos años más tarde sería muy famoso como apoderado de “El Monstruo” Manuel Rodríguez “Manolete”, faceta en la que sin duda marcó época, modelo y referente para el futuro del apoderamiento de toreros.
Por último Domingo González Mateos “Dominguin”, toledano de Escalona. El 26 de septiembre de 1918 se doctora de la mano de Joselito en Madrid, con el toro “Agujito” de la ganadería de Contreras. En 1921 comienza a bajar su cotización como torero y en 1925 deja el traje de luces para regir los destinos de su hijo Luis Miguel Dominguin, y como empresario taurino, además de apoderar también a toreros como Domingo Ortega y Joaquín Rodríguez “Cagancho”.

sábado, 12 de diciembre de 2009

MAYO, UN BUEN MES PARA MORIR EN LOS RUEDOS



Por El Zubi
Es curioso como en el mes de mayo, un mes que no es precisamente cuando se dan mas corridas de toros en nuestros país, sea como la tradición y las estadísticas demuestra, la época del año en que mas toreros han muerto en los ruedos según recogen las coplas, las estadísticas y la historia de la Tauromaquia. Hace años que publiqué en la revista taurina de Córdoba “La Montera” una serie de reportajes a través de los cuales conocimos casi todas las muertes de los toreros que cayeron en los ruedos, victimas de la Fiesta. Fruto de esa serie de historias dramáticas contadas y de la curiosidad periodística que me obsesiona en ocasiones, surge hoy este breve reportaje en el que la reflexión, la observación o la casualidad, nos indica que mayo es el mes en que la muerte acecha en los ruedos. Que da la impresión de ser un mes que tiene mal fario para los toreros. Un mes que ha formado en la historia del toreo un siniestro capítulo de dramáticas coincidencias, que aunque sea brevemente, conviene recordar y dejar escritas.
En mayo, por ejemplo, perdió la vida el creador de la tauromaquia histórica Pepe-Hillo,. Murió también el paradigma del valor, Manuel García “Espartero”. También el diestro, que dicen, fue el más guapo de la historia, Julio Aparici “Fabrilo”; el príncipe de los toreros, Joselito “El Gallo”, el torero violinista Manuel Granero, el maestro con el capote Francisco Vega de los Reyes “Curro Puya”, y los sevillanos Varelito y Pascual Márquez, este último fue el primer torero muerto en los ruedos después de acabada la guerra civil. Todas estas muertes han sido fuente de inspiración para poetas, pintores y artistas, y con sus dramáticas muertes contribuyeron de alguna forma a engrandecer el acervo cultural de la Fiesta. Todos ellos han sido merecedores de coplas populares, romances, versos emocionados y recuerdos imborrables. Vamos por tanto a dar un conciso repaso a todos los casos que hemos mencionado y a otros muchos más, sin entrar demasiado en profundidades.
Pepe-Hillo encontró la muerte en Madrid con un toro de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca) de nombre Barbudo, que le clavó el pitón en el vientre y lo mantuvo en el aire durante un minuto, y según cuentan las crónicas de la época, le destrozó “en menudas partes cuantas contiene la cavidad del vientre y pecho además de diez costillas fracturadas”, hasta que lo soltó en tierra inmóvil y prácticamente sin vida. Pepe-Hillo fue inmortalizado nada menos que por Francisco de Goya y Lucientes.
Antonio Romero y Martínez, hermano del famoso Pedro Romero, murió en Granada el 5 de mayo de 1802. Lo mató el toro Ollero de la ganadería de Tous. El utrerano Francisco Herrera “Curro Guillén”, que según dicen de él los libros de historia, era el torero mejor pagado de aquella época, y como a otros muchos toreros, fueron los públicos quienes le llevaron a la muerte. Fue en Ronda el 21 de mayo de 1820. Para demostrar su valentía citó a matar recibiendo y el toro le prendió. Se fue andando hacia la enfermería pero falleció nada mas llegar al callejón. A Manuel García Cuesta “Espartero” lo mató un toro de miura de nombre Perdigón, colorado ojo de perdiz, un 27 de mayo, y ocurrió al entrar a matar a volapié por segunda vez, que el toro lo enganchó por el vientre y murió a los veinte minutos. La muerte de este torero lo cantó mucho con sus poemas el poeta Fernando Villalón.
La muerte del valenciano Julio Aparici “Fabrilo” fue otro de los caídos en mayo y Joselito “El Gallo”, que como se sabe, le dio la muerte la negra sombra de Bailaor en Talavera de la Reina. Su sucesor en arte, gracia y torería fue el torero violinista y también valenciano Manuel Granero, al que una pitonisa, como ya conté en su día, le pronosticó que moriría por asta de toro un 7, un 14 o un 21 de mayo. Murió el 7 de mayo de 1922 de la manera más trágica que haya muerto jamás ningún torero. El sevillano Manuel Varé “Varelito”, apadrinado por Joselito, fue cogido por un toro de Guadalest el 21 de abril, aunque murió a consecuencia de esa cornada en la región anal un 13 de mayo. También trágica y dolorosa fue la muerte del gitano Francisco Vega de los Reyes “Curro Puya” el mejor capoteador de todos los tiempos. Decían de él que con el capote paraba los relojes, de lo lento que lanceaba. Fue cogido el 31 de mayo de 1931 por el toro Fandanguero, y su terrible agonía duró hasta el 14 de agosto en que por fin murió. Aquel día alternaban con él dos toreros de tronío Manuel Jiménez “Chicuelo” y Marcial Lalanda. Fue el torero sevillano Pascual Márquez, el último matador muerto en el mes de mayo, según mis estadísticas. Fue en Madrid un 18 de mayo de 1941, con toros de Concha y Sierra. Al lancear con el capote, el viento lo descubrió y quedó a merced del toro, que le dio una cornada en el pecho que le dejó al descubierto el corazón. Aquel día toreaban con él el vallisoletano Fernando Domínguez y Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”. En mayo también murieron varios novilleros: Francisco Verde “Tato de Toledo” el 28 de mayo de 1891. Estaba como espectador en el callejón, saltó la barrera un toro y lo mato allí de una cornada.. El 14 de mayo de 1894 en Avignon (Francia) murió Nicolás Malet y el 20, el sevillano José Noriega “El Castizo”. También en mayo murieron otros aspirantes a la gloria, como Vicente Gandía “El Chufero”, en la plaza de Zaragoza. El valenciano Tomás Ferrando “El Ches” muerto en Robledo de Chavela; Julio Pellicer, el sobresaliente de espada Miguel Perea “Parraíto”, Rafael Navarro “Navarrito”, que era de Huelva, que fue cogido en la plaza de las Arenas de Barcelona. El bilbaíno Lorenzo Oceja “Ocejito”, Martín Basauri “Pedrucho II”. El onubense Pedro Carreño Martínez, muerto por un miura en Huelva. También cayó en mayo el novillero de Medina del Campo Juan Matos Gay “Panojita”, que murió en Aguasal (Valladolid). Manuel Baeza Muñoz, en Valencia. Rosendo Álvarez, mexicano muerto en Temak. Rafael Martín Vigara “El Zorro”, de Almadén y muerto por cornada en Barcelona en 1958 y el colombiano Antonio Osorio, muerto al poner un par de banderillas en Venadillo (Colombia) en el transcurso de un festival.
Cualquier aficionado a la copla y a los toros debe de coincidir por tanto conmigo, en la negritud cronológica del mes de mayo, cantado en muchas coplas y romances de valentía. Un mes como digo, con mal fario pues, repito, según las estadísticas ha sido el mes más lúgubre para la tauromaquia. Estoy seguro que todo esto ha debido de ser una pura coincidencia o tal vez algo relacionado con los astros, o tal vez porque los toreros aun nos están muy rodados en sus temporadas y se esfuerzan por hacer acopio de mérito... cualquiera sabe. Pero la historia es esta que yo les he contado y ahí están las estadísticas. Parece que mayo es un buen mes para morir en los ruedos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

EL COLOR AMARILLO DA “MAL FARIO” A LOS TOREROS, PERO EL AZUL Y EL ROSA ESTAN MARCADOS POR LA MUERTE



Por el ZUBI
De todos es sabido que el color amarillo de los trajes de torear da “yúyu” a los toreros por el “mal fario” que dicen trae consigo. “Mal fario”, mala suerte, infortunio o muerte, que es finalmente donde reside el miedo a este color. El maestro Antonio Chenel “Antoñete” por ejemplo, nunca vistió con estos colores y, ahora que ya está retirado, aún se pone muy nervioso cuando ve a algún torero en las plazas que vista un terno amarillo o crema, y le he oído decir que ese color debería estar prohibido en el mundo del toro. Sin embargo, si damos un repaso exhaustivo a la historia de la Tauromaquia, veremos como los colores de trajes que más han acompañado a los toreros en las cornadas de muerte son el azul, el rosa y el grana, y no precisamente el amarillo.
Es verdad que ha habido ocasiones en que el desafío a la superstición con el amarillo ha concitado la llegada de la muerte. Ocurrió por ejemplo el 29 de diciembre de 1940 en la Plaza del Toreo de México, que fue una tarde trágica. Se lidiaron toros de la ganadería de Piedras Negras. El gran torero mexicano Alberto Balderas, en el cenit de su carrera, estaba contratado para dar la alternativa al prometedor novillero Andrés Blando, actuando como testigo el torero de Tepatitlán, José González “Carnicerito”. Balderas resultó cogido de muerte por un toro burriciego de nombre Cobijero, cuya lidia correspondía a “Carnicerito”. Acudió a hacerle un quite mientras que “Carnicerito” estaba brindando el toro. La cornada le reventó el hígado y le partió la vena hepática a Balderas. Murió casi en el acto, cuando era conducido a la enfermería por las asistencias. Aquella tarde de México, como un brindis a los supersticiosos, era amarilla. Era una tarde amarilla en el sol de los tendidos, en el reverso de los capotes, y en los trajes de siete de los toreros que se encontraban en el ruedo. Balderas vestía un terno clásico y típico mexicano, crema y plata, en un tono amarillo canario, un modelo que puso de moda Rodolfo Gaona a quien Balderas admiraba con devoción. Varios banderilleros vestían en tonos amarillos, desde el ocre al amaranto, y Andres Blando, su ahijado en aquella tarde fatídica, también vestía un terno amarillo y oro, bordado en crucetas. Aquel día, por tanto había en El Toreo siete toreros vestidos de amarillo... Por tanto, con todas estas coincidencias, parece obligado pensar en que el color amarillo ejerce la atracción de todos los males del mundo y que fuera el blanco de todas las supersticiones.
Es cierto que para designar un producto venenoso, se etiqueta en amarillo y hasta el esqueleto humano que representa a la muerte, se representa iconográficamente desde hace siglos de un color amarillo... En todo caso, el origen de esta superstición hay que buscarlo en el mundo teatral y situarnos en Francia. El actor Jean-Baptiste Poquelin, interpretaba en el siglo XVII, una obra del dramaturgo francés Molière: “Le malade imaginaire” (“El enfermo imaginario”), y murió en escena de manera repentina durante la representación, tal vez de un infarto, aunque en aquella época, a ese tipo de muertes le llamaban “muerte repentina”. El actor iba completamente vestido de amarillo. Tal infausta situación es el origen de la “mala sombra” que se sospecha da el color amarillo a los cómicos... y ya, de rebote, a todo el mundo que use este color para cualquier cosa. Sin embargo, y a excepción de los hechos relatados sobre Alberto Balderas en México, la historia del toreo aporta sobre este tema unos datos y estadísticas bien distintas, y que dejan al descubierto que esta superstición por el amarillo está muy poco fundamentada en la realidad.
Para empezar recuerden aquella frase que Cúchares le dijo a su hijo Currito una tarde en que vestido de grana y oro, andaba el torero bregando de malas maneras con un toro que le había volteado ya varias veces: “¡Cómo no te va a coger el toro, hijo, si vas vestido de muleta!”... Por tanto, vestir de grana y oro ha sido siempre arriesgado, tal vez el traje más torero de todos, y es signo de valentía y desafío al toro. De grana y oro vestía el día de su muerte Joselito El Gallo, Manuel Báez “Litri”, los hermanos Fabrilo (Julio y Paco) y el mexicano Eduardo Liceaga. También Mariano Montes vestía de grana y oro la tarde de su muerte. En los hermanos Fabrilo además, con la trágica coincidencia que fue el mismo vestido de muerte en ambas ocasiones. Un traje maldito, vamos...
Vestido de blanco iba Curro Guillén. De blanco y oro iba vestido el novillero Ricardo López en Castellar de Santisteban, y blanco y azabache Angel Soria cuando lo mató en Valencia (Venezuela) el novillo criollo Pollopelón. Bordados en pasamanería azabache llevaban los vestidos de Bernardo Gaviño, sobre azul; Carnicerito de México, sobre malva; Ernesto Pastor, sobre perla, e Isidoro Martí “Flores”, sobre seda color obispo. (El color obispo, se dice en México, al magenta o morado, otros le llaman color “cardenal” y los más cúrsiles lo llaman color “eminencia”, que ya es rizar el rizo).
De azul noche era el vestido de Manuel Granero y azul oscuro los de Falcón, Paquirri y el Yiyo, todos bordados en oro. Azul cobalto con oro lo llevaban Ignacio Sánchez Mejías y el cordobés (de El Viso de los Pedroches) Fermín Muñoz González “Corchaíto”, que murió corneado en Cartagena en 1914. Celeste y oro era el vestido de muerte de Antonio Montes; crema y plata el del citado Balderas, y amarillo el del novillero Antonio del Castillo, que murió corneado en Masueco (Salamanca).
Vestían por ejemplo, de plata el día de su muerte los toreros: Curro Puya (plomo y plata), Pepe Cáceres (rosa y plata), el granadino Miguel Morilla “Atarfeño” (azul y plata, en 1934, lo mató el toro Bellotero, de la ganadería de Rufino Moreno), y Pepe Hillo, también de azul con galón de plata. En 1862 murió en Zaragoza el diestro Joaquín Gil “Huevatero”, vestía grosella y plata. De rosa pálido vestía Manolete la tarde trágica de Linares. Igualmente de rosa salmón y oro, José Mata, y de rosa coral y oro, José Dámaso Rodríguez “Pepete”. Color salmón bordado en seda blanca era el de Joselillo, y bordado en seda blanca pero sobre raso color vino Burdeos, era el traje del prometedor novillero mexicano Felix Guzmán. Morado y oro eran los trajes que vestían Rafael Martín “El Zorro” que murió en Barcelona, Enrique Cano “Gavira” en Madrid y Antonio Carpio en Astorga. De verde y oro murieron, Manolo Cortés en Algemesí. Juan Romero “Saleri” que murió en 1888 haciendo el salto de la garrocha, vestía un traje verde botella y plata. También vestían de verde Angel Celdrán “Carratalá” en Luca, y Manoliyo “el Espartero” cuando lo mató “Perdigón”. De verde y plata iba vestido Mariano Canet “Llusio” cuando el “miura” Chocero lo mató en Madrid en 1875. De plomo y oro iba Domingo del Campo “Dominguín”; grosella y oro Manuel Varé “Varelito” en Sevilla en 1922 corneado por un toro de Guadalest de nombre Bombito; negro y oro Aurelio Puchol “Morenito de Valencia” en Guayaquil y corinto y oro, Florentino Ballesteros.
En fin, podría seguir enumerando toreros que han muerto toreando en las plazas y sobre los colores del traje de torear que llevaban ese día trágico de la cogida, y veríamos como no es el color amarillo precisamente el que predomina, sino el azul, el rosa y el grana. Observemos el de Manolete en Linares, el de Mata en Villanueva de los Infantes, y el de Cáceres, en Sogamoso. Todos ellos iban de rosa, mientras que Falcón, en Barcelona, Paquirri en Pozoblanco, y Yiyo en Colmenar, iban de azul oscuro. Para redondear casualidades, Granero en Madrid, vistió de azul noche; Joselillo en México, de rosa y Ortega Cano, también de rosa, la tarde en que casi pasó a engrosar la lista de víctimas del toreo, en Zaragoza. El rosa por ejemplo, ha sido siempre el color favorito del maestro Chenel “Antoñete” y con este color triunfó muchas tardes, como aquella de Madrid, con el toro “Atrevido”, (aquel memorable toro blanco ensabanáo de Osborne) y sin embargo el torero aún sigue vivo.
Por una correlación extraña, en el mundo del toro se le llama “tabaco” a una cornada grande y grave, pero tampoco el vestido de este color es sinónimo de tragedia. Por tanto debemos de concluir en que el vestido de torear de color amarillo o crema, tiene un porcentaje mínimo de “mal fario”, no porque se utilice poco, pues en México por ejemplo es el más clásico en los toreros, sino porque la suerte y el destino no dependen de una simpleza cromática, de ir vestido de rosa, de azul o de grana, sino de designios más altos que los impuestos por los hombres, creo yo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

MANUEL DOMINGUEZ DE CAMPOS “DESPERDICIOS” FUE UN TORERO SEVILLANO CON UNA AZAROSA VIDA LLENA DE AVENTURAS



Desperdicios fue un torero sevillano de nombre Manuel Domínguez de Campos, nació en el pueblo de Gelves (Sevilla) el 27 de febrero de 1816 y como muchos toreros de su época comenzó sus andaduras en el matadero de Sevilla siendo alumno de la Escuela de Tauromaquia. Fue el inventor del lance de capa El Farol, y un maestro con el estoque, realizando la suerte, la mayoría de veces, recibiendo.
Entre 1832 y 1835 fue sombrerero y banderillero y en 1835, actuando de media espada, tuvo enfrentamientos con Juan León, torero con el que toreó como banderillero. Este enfrentamiento perjudicó su incipiente carrera taurina, y motivó su marcha a las Américas, concretamente a Montevideo. Allá, el diestro se dedicó a todo menos a torear, vivió en una hacienda, fue ranchero, político, militar y, un negociante muy habilidoso. Según cuenta Sánchez de Neira “… fue militar… en la República de Montevideo; torero, en Río de Janeiro; guajiro, en Buenos Aires; bravo con los bravos matones de aquella tierra; mayoral de negrada; cabecilla de gente de campo contra indios feroces, e industrial traficante”, ofreciéndonos, semejante enumeración de sus oficios una idea muy clara de su temple, en tan alto grado como las hazañas taurinas que ocupan la tercera parte de su vida.
Después de 16 años, en 1852 embarcó en la fragata Amalia, llegando al puerto de Cádiz, a los cuarenta y dos días de su salida de Montevideo. Al llegar se fue de inmediato a Sevilla, en la que se encontró como forastero en su propia patria. Ya no se le recordaba y tenía que invocar memorias de personas y sucesos para que los que fueron sus amigos le reconocieran. Vuelve con el firme propósito de retomar su vieja profesión taurina, y con tal motivo, fue a visitar a Francisco Arjona Herrera (Cúchares), en el apogeo de su fama, a su huerta de Villalón. Éste le recibió con frialdad, y en un arranque de sinceridad ante sus proyectos, llegó a aconsejarle que toreara por los pueblos, lo que hirió sobremanera el amor propio de Domínguez, que se propuso escalar al puesto que creía corresponderle en el escalafón taurino sin deber ayuda alguna a los anteriormente encumbrados.
Se asoció al espada Antonio Conde, y toreó el mismo otoño de 1852 en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Su toreo había evolucionado, merced especialmente a las innovaciones y maneras de Montes y Cúchares. El toreo parado y seco de Domínguez, y especialmente su valor para recibir los toros, impresionaron al público, no acostumbrado a tan austero estilo, y pronto tuvo partidarios y se discutió con calor su manera de torear, comparándola con las alegrías, recortes y zarandajas de la escuela de Cúchares.
Toma la alternativa, en Madrid, el 10 de octubre de 1953, en donde Julián Casas El Salamanquino le cedió el toro Balleno, de don Vicente Martínez, completando la terna Cayetano Sanz y Lavi. Sus compañeros eran tres de los más prestigiosos matadores de la época. Fue un torero que, como muchos otros, no gustó al respetable madrileño, pero la valentía que arrojaba en el ruedo estaba muy bien vista por los entendidos y críticos taurinos del siglo XIX.
Su carrera se vio truncada el 1 de junio de 1857, cuando toreaba, alternando con El Tato, en la plaza de El Puerto de Santa María, Cádiz, en donde el toro Barrabás, de la ganadería de Concha y Sierra, le dio una cornada que le vació el ojo derecho. El globo ocular le quedó colgando fuera de la órbita, pero él entró por su pie a la enfermería, tapándose la cuenca del ojo con un pañuelo. Se dice, y de ahí su apodo, que al entrar a la enfermería les dijo a los doctores: “Esto no son más que desperdicios”.
Tras su convalecencia reaparece en Málaga exigiendo el mismo ganado –Concha y Sierra- y obtuvo un éxito clamoroso, a pesar de eso y a raíz de su grave cogida los contratos fueron disminuyendo, finalmente, tuerto, falto de cualidades y con movimientos cada vez mas torpes debido a su edad, continuó toreando hasta que fue sexagenario, pero siempre dio muestras de un arrojo singular. Murió en Sevilla el 6 de abril a los 70 años de edad. Esta es la versión mas aceptada de su apodo, sin embargo circula otra en la que se afirma que el apodo “Desperdicios” le sobrevino cuando estando toreando en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, el famoso torero rondeño Pedro Romero se fijo en él y afirmó “ese muchacho no tiene desperdicios”.
Dos versiones, dos opiniones y que cada cual escoja la que mas le guste, a mi en particular me gusta la primera, pero como decía El Gallo, “tiene que haber pa tó”. Puede considerarse también a este torero como progenitor de una dinastía taurina, pues años mas tarde, un sobrino-nieto suyo siguió sus pasos, se trata de Manuel Álvarez “Andaluz”, fallecido en Sevilla en febrero de 2000, fue el torero que mas veces alternó con Manolete después de Pepe Luis Vázquez.
Fernando Fabiani. Aficionado

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LOS TOROS Y LA POLITICA SIEMPRE FUERON DE LA MANO: “TOREROS QUE CAMBIARON LOS RUEDOS POR LA POLITICA”



Por El Zubi
Desde que a mediados del siglo XVIII se impusiera el toreo a pie por parte de toreros pertenecientes a las clases más populares en detrimento de la aristocracia que lanceaba a los toros a caballo, el torero ha gozado de la fama y de la admiración de la sociedad española, incluso de los mimos y agasajos de la aristocracia más rancia, y como no, también gozaron de las simpatías y de la amistad de los Reyes españoles (basta con leerse la biografía de “Paquiro” para comprobar este dato). Pero es que además de eso los toreros tenían sus simpatías y sentimientos políticos, y en ese siglo XIX español, apasionante y lleno de convulsiones y luchas políticas, los toreros tuvieron un gran protagonismo en la vida política y social, con partidarios políticos dentro (los días de corridas) y fuera de las plazas, al optar cada torero por alguna opción política o ideológica.
De todos es conocida la gran amistad que unía al Califa de Córdoba Rafael Guerra con el Rey Alfonso XIII, con quien compartía no sólo cacerías y actos sociales, sino a veces hasta el veraneo en Santander. Se cuenta que en cierta ocasión el marqués del Mérito invitó a Rafael Guerra a una cacería en una finca suya que estaba cerca de Andújar, cacería en la que también participaba el rey Alfonso XIII. El torero cordobés llegó a la misma un poco tarde, cuando todos los participantes en la cacería estaban en la plazuela del cortijo a punto de salir de caza. Rafael Guerra bajó de un lujoso automóvil conducido por su chofer, envuelto en una capa cuyos forros eran de suave seda color morado. El Rey sentía tanto aprecio por el torero que al verlo llegar le dijo sonriente: “Rafael, que le comentaba yo al marqués, que con esa capa que lleva parece usted un Obispo”. Rafael Guerra apercibido de la broma y de la deferencia del Rey para con su persona, le contestó en el mismo tono: “perdoneme ‘osté mahetá’, ...qué es eso de Obispo ni Obispo... que yo en lo mío ‘e sió’ er Papa”. Ante esta ocurrente respuesta el Rey soltó una sonora carcajada y después ambos se dieron un abrazo de buenos amigos.
Pero antes de Rafael Guerra, Frascuelo y Lagartijo, mantuvieron unas excelentes relaciones con el Rey Alfonso XII. El torero granadino de Churriana, siempre tomó parte activa de la vida política. Frascuelo por ejemplo se batió en el levantamiento de Serrano y Sagasta en 1873 en las barricadas levantadas por el “Batallón del Aguardiente” al que pertenecía. Ya en plena Restauración, Frascuelo mantuvo unas excelentes relaciones con la aristocracia española. Tan buenas, que se cuenta como una tarde en Madrid, se encontró en una determinada y solemne función social con el rey Alfonso XII, y no dudó un momento en saludarlo de la manera más campechana, acorde con su extracción social y formación cultural: “M’alegro de verle “güeno mahestá”. O aquel brindis que “Lagartijo” le hizo en cierta ocasión en la Plaza de Toros de Madrid a Alfonso XII, que pilló al Rey desprevenido sin ningún regalo con el que corresponder el amistoso detalle del Califa cordobés. El Rey se excusó con el torero y le prometió mandarle a su domicilio un regalo acorde con las circunstancias. Lagartijo, con toda naturalidad le contestó: ”Señó,…no corre prisa”.
También es conocido aquello que le ocurrió a Lagartijo cuando enviudó. Su suegro se presentó un día en su casa y le exigió la mitad de su fortuna porque en su opinión eran gananciales de su hija y que por tanto le correspondían a él. Lagartijo puso el asunto en manos de unos abogados de Córdoba y no dudaron en darle la razón al suegro. Rafael no conforme con esta opinión, se fue a Madrid a ver a un gran abogado y político amigo suyo, que en aquellos días era presidente del Gobierno en España, Francisco Romero Robledo, a quien expuso el caso pormenorizadamente. El abogado y político le contestó a su amigo torero: Rafael, me temo que se lo vas a tener que dar. La ley es la Ley... Y ante el gesto de disconformidad del torero añadió: Ya sé que la ley muchas veces puede ser dura y hasta injusta, pero así es. Unos segundos de silencio entre ambos amigos y “Lagartijo” le dijo: “don Francisco ¿cuántas veses m’a visto osté torear?”. “Cientos de veces Rafael y siempre muy bien”, le contestó Romero Robledo. A lo que el torero le contestó: “Y cuando yo’staba serca der toro... ¿vi’osté alguna vez a mi suegro por allí, a mi lado con la capa...?”.
Pero de todos los casos evidenciados en este alocado siglo XIX, el más claro en el que un torero deja los ruedos por la política fue el del vasco de Elgoibar, Luis Mazzantini, torero mediocre en arte aunque buen estoqueador. Hombre petulante, postinero, presumido y engolado donde los haya habido. Por ser Bachiller en Artes se negaba incluso a torear si en los carteles olvidaban poner delante de su nombre el “don”. De todos es conocida la cierta rivalidad que durante los años finales del siglo XIX mantuvo Mazzantini con el Califa cordobés Rafael Guerra. Una rivalidad mas propiciada por él mismo que por el cordobés, ya que en los ruedos El Guerra siempre le ganaba la partida. No obstante el toreo le debe a Mazzantini por ejemplo, que gracias a él se echan hoy en suerte los lotes a lidiar en cada corrida. Los revisteros de la época le apodaban el “gladiador ferroviario”, oficio que desempeñó antes de ser torero. Era un hombre muy elegante y atildado, tanto que en aquellos años (entre 1890 a 1910), el centro de Madrid era un hervidero de vendedores ambulantes callejeros, que pregonaban en voz alta bastones a lo Mazzantini, pañuelos a lo Mazzantini y corbatas a lo Mazzantini. Como he dejado dicho, era en aquellos años su rival en los ruedos Rafael Guerra, y en cierta ocasión el Califa puso el dedo en la llaga de la “vanidad mazzantonista”, cuando un día conversando amigablemente con él en un Café de Madrid, Rafael Guerra puso de manifiesto en aquella reunión de toreros y aficionados, lo atildado del atuendo del torero de Elgoibar y su engolada forma de hablar y comportarse, con la siguiente sentencia: ¡Ay, don Luis... si toreara “osté” ni la mitá de bien de como viste y como habla...!
Tras la retirada de El Guerra, Luis Mazzantini, abandona su profesión de torero apara dedicarse a la política, dentro de la fracción “romanonista” del Partido Liberal, llegando a desempeñar una serie de cargos oficiales de importancia. No obstante Mazzantini a lo largo de su venturosa vida tuvo muchísimas profesiones: además de Bachiller en Artes y matador de toros, fue factor y telegrafista, ferroviario, jefe de las estaciones de Malpartida (Salamanca) y Santa Olalla (en Toledo), cantante de ópera, Jefe Superior de Policía, concejal del Ayuntamiento de Madrid, empresario de la Plaza de Madrid, ganadero de reses bravas, diputado provincial por el partido judicial de Navalcarnero y Gobernador Civil de Guadalajara. Murió en 1917 en Madrid, prácticamente arruinado, pero con más orgullo que don Mendo en la horca, manteniendo su rango social con gran dignidad gracias a un seguro de vida que hábilmente firmó en los años brillantes de su profesión.
A lo largo de los siglos XIX y XX observamos una relación, una simbiosis misteriosa entre la vida política y la taurina. Vemos la transformación de toreros en políticos y la gran atracción de los políticos hacia el mundo de los toreros, una veces por azar, otras veces por circunstancias históricas y otras muchas por correlación de acontecimientos. Ambas concepciones de la vida caminan juntas en la historia contemporánea de este país nuestro, paralelas como las vías del tren en la mayor de las ocasiones y entrelazadas otras como podremos ver a continuación.
De las buenas relaciones entre los políticos y los toreros, nos podemos quedar con una anécdota del presidente del Gobierno Antonio Maura, que sin ser un gran aficionado a la Fiesta, si sentía una gran admiración por los hermanos Rafael “El Gallo” y por Joselito y que ocurrió a principios del siglo XX. En cierta ocasión los hermanos Rafael y José Gómez Ortega se encontraban en Madrid para torear en la Feria de San Isidro y quisieron visitar a Antonio Maura para tener una deferencia con él por la amistad y admiración que les profesaba. Los toreros fueron recibidos en Presidencia y hablando con ellos en su despacho, Maura ponderó la dificultad del oficio de torero y el peligro constante a que se sometían en los ruedos todos los matadores de toros: “La profesión de ustedes es sin duda, muy arriesgada”, les comentó reiterativo Maura a los dos toreros. Y Rafael El Gallo, un iluminado de inteligencia natural prodigiosa, le contestó al momento con toda naturalidad moviendo la cabeza a un lado: ¡”Pos mía” que la de “osté”...! Aludiendo sin duda a un reciente atentado terrorista que el presidente Maura había sufrido en Barcelona y del que afortunadamente escapó ileso. La contestación del “divino calvo” le hizo a Maura mucha gracia y les demostró siempre la gran estima que sentía por los dos hermanos toreros. Esta estima se vio reflejada en una fotografía de la época que existe, en la que se ve a don Antonio Maura con chistera, desfilar compungido ante el cadáver de Joselito en la casa mortuoria de la calle Arteta de Madrid, al día siguiente de la tragedia de Talavera.
Pero no fue Luis Mazzantini el único torero que en España llegó a Gobernador Civil, ya que entre los años 1938 a 1944, desempeñó ese cargo en la provincia de Huelva el novillero sevillano (no llegó a matador de toros por mediocre) Joaquín Miranda González, que fue conocido en su profesión como subalterno y peón de confianza de varios espadas punteros en esos años. Miranda era sevillano nacido en Triana en 1894. Tras varios años como novillero pasó a ser banderillero de “Maera”, “Algabeño” y Marcial Lalanda. Abandonó los toros al casarse y tener que ocuparse de los negocios de construcción de su suegro, hombre rico y hacendado. Se afilió a Falange Española y organiza la central Nacional-Sindicalista de Sevilla. Estaba en la cárcel por motivos políticos cuando el Alzamiento militar del 18 de julio. El general Queipo de Llano tras tomar Sevilla, lo sacó de la cárcel para que se ocupara de las Milicias de la Falange en Andalucía occidental. El antiguo novillero llegó a alcanzar un gran predicamento político en estos años en la zona nacional, tanto que hasta el mismísimo Franco le mandó llamar a Salamanca en marzo de 1937 para intervenir en la Unificación, nombrándolo Consejero Nacional, antecesor de Raimundo Fernández Cuesta como Secretario General del Movimiento. En 1930 le nombran Gobernador Civil de la provincia de Huelva.
Pero también el viejo “Litri”, Manuel Báez y Quintero, (padre de Manuel, muerto de una cornada en Málaga y de Miguel, inventor del “litrazo” y actual ganadero), fue concejal del Ayuntamiento de Huelva. Hay otros dos casos análogos de cierto relieve de toreros que se meten a políticos después de la Guerra Civil: el de Marcial Lalanda que fue concejal del Ayuntamiento de Madrid, y el castellonense Salvador Almela Navarro, bachiller, estudiante de Derecho, boxeador, profesor de Gimnasia, árbitro de fútbol y picador de toros durante bastantes temporadas, actuando a las órdenes de espadas como Joselito, Rafael El Gallo, Fortuna y Martín Vázquez. Este picador, Salvador Almela, fue nombrado alcalde del Ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial (Madrid), un hombre al parecer, de una corrección exquisita. Desde esos años a nuestros días no ha habido más casos de toreros que hayan guardado el traje de torear para dedicarse a los menesteres de la política, a excepción de los que formaron “La Brigada de los Toreros”, subalternos pertenecientes al Sindicato de Toreros, y que lucharon en el bando Republicano durante la Guerra Civil española. (Puede consultarse este asunto en el capítulo dedicado a este tema en este libro).
Pero si hemos visto y vemos aún en este recién comenzado siglo XXI, como los toreros se granjean aún las simpatías y la amistad de los poderes fácticos, políticos, sociales e intelectuales, así como el interés y la simpatía de la sociedad en general por el héroe que se juega a diario la vida. Interés que en muchos casos degenera en el “morbo”, merced a la política de emisiones fomentada por todas las cadenas de Televisión (públicas y privadas), que están llevando hasta los lugares más recónditos en cada hogar de este país, asuntos de la intimidad de las personas, como los amoríos y los líos de “bragueta y entrepierna” de bastantes toreros. Son otros tiempos y otros los medios de comunicación, pero el esquema del siglo XIX en cuanto a los toreros y su relación con la sociedad sigue siendo el mismo. Se siguen vendiendo los bastones, pañuelos y corbatas a lo Mazzantini aunque todo amoldado a los nuevos tiempos, a las modas y gustos que ahora imperan.