EL PERIODISMO TAURINO ANTES DE LA GUERRA CIVIL:DE LA EDAD DE ORO A LA DECADENCIA
Por El Zubi
En la segunda década del siglo XX se disipa el romanticismo aventurero del periodismo para dar paso a publicaciones sólidas y consolidadas, así como la instalación con su espacio fijo de las estafetas taurinas en los periódicos diarios. Esta etapa recoge la transición entre la “edad de oro” del toreo y la etapa de la “decadencia del toro”, surgida por el lamentable estado en que quedó la cabaña ganadera de resultas de la Guerra Civil española. Unos años, la década de los cuarenta, que trae además consigo una de las mayores lacras de la Fiesta: el afeitado de los toros, una enfermedad que aun perdura en nuestros días.
Entre 1920 y 1930 destaca en este género periodístico que nos ocupa la brillante y gigantesca personalidad de Gregorio Corrochano, que ocupó en 1914 en ABC el hueco dejado por “Dulzuras” a su muerte, y que va a imponer un estilo literario a la crítica taurina más refinado y moderno. Fue Corrochano un brillante periodista, escritor y crítico taurino, sin lugar a dudas, el más rotundo del siglo XX, que ganó su prestigio día a día, crónica a crónica, ensayo a ensayo, con sabiduría, sensatez, prudencia y profundos conocimientos. Consiguió lo que aun ningún periodista taurino había conseguido hasta entonces: ganarse el respeto y la consideración unánime de todo el mundo taurino incluidos toreros, apoderados, empresarios y lo más importante, la consideración de la afición. Gregorio Corrochano comenzó su quehacer profesional en la llamada “edad de oro del toreo”, la época de la competencia entre Juan Belmonte y Joselito El Gallo. Desde un principio este extraordinario periodista utilizó títulos y calificativos elocuentes, definitivos y llenos de expresión, que han pasado a la historia de la Tauromaquia, como aquel con el que bautizó a Cayetano Ordoñez “Niño de la Palma”, que lo inmortalizó: “Es de Ronda y se llama Cayetano”. Incluso llegó a polemizar sobre toros con el Nobel de Literatura norteamericano, Ernest Hemingway, que por Nobel, fue muy atrevido a la hora de opinar y escribir de un tema tan difícil y complicado como es el taurino, cayendo en ocasiones en tremendos errores. Amigo personal tanto de Belmonte como de Joselito, Corrochano siempre se sintió atraído por la personalidad del primero, aunque le toco vivir muy de cerca la gran tragedia de Talavera, sobre la que, dolorosamente, tuvo que escribir la crónica de una muerte trágica de primera mano. Fue Corrochano la última persona con la que el diestro de Gelves habló antes de su muerte para comunicarle, que le parecía que el toro “Bailaor” era burriciego, toro que minutos después le quitaría la vida de manera violenta a Joselito.
Gregorio Corrochano dejó un hueco en el periodismo taurino que quedará permanentemente abierto, y una extensa y valiosa obra literaria reflejada en todos sus artículos y numerosos ensayos taurinos, sobre todo sus ensayos sobre las diferentes Tauromaquias.
Coetáneo de Gregorio Corrochano fue otro famoso periodista, Cesar Jalón que firmaba sus crónicas con el seudónimo de “Clarito”. Cesar Jalón llevó durante más de cincuenta años una brillante y fecunda carrera literaria como cronista taurina. Testigo de sucesivas épocas del toreo, vivió el éxito y tragedia de Joselito, la trayectoria de Belmonte, desde Manolete hasta Antonio Ordoñez o El Cordobés, que todavía alcanzó a “Clarito” al pie del cañón, como cronista a pesar de su avanzada edad. Publicó muchas e importantes obras literarias de tema taurino, tal vez la más interesante y valiosa sus “Memorias de Clarito”, publicada en 1972 y que viene a ser un interesante compendio de toda la historia de la Fiesta de los Toros de su tiempo. Cesar Jalón comenzó a trabajar como empleado de Correos, y por avatares de la vida y de la política, incluso llegó a ser ministro de este ramo durante la II República. Comenzó su carrera periodística en el semanario “The Kon Leche” que editaba Juan Alvarez “Kurro Kastañares”, publicación de la segunda década de siglo, de tendencia “gallista”. Pasó a la sección taurina del diario El Liberal donde adquirió gran renombre. El seudónimo de “Clarito” se lo puso el mismísimo Don Modesto, que al leer el original de una de sus primeras crónicas que iba sin firmar, se tomo la libertad de ponerle firma de “Clarito”, porque le pareció que Cesar Jalón era un periodista tan claro y sagaz que merecía ese calificativo. Tras la Guerra Civil pasó a la redacción del diario Informaciones de Madrid, donde vivió los diversos avatares que sufrió este periódico de historia tan ajetreada hasta su desaparición a principio de los años 80.
En los años previos a la Guerra Civil destaca también Federico M. Alcázar (la M innombrable de su apellido era de Manjavacas, apellido que siempre ocultó). Fue cronista taurino de Prensa Gráfica, El Imparcial y Luz. Publicó el libro ”Ignacio Sánchez Mejías, el torero y el hombre”, y más tarde “Tauromaquia moderna”. Tras la Guerra Civil entró en la redacción del diario Madrid. Fue durante treinta años uno de los críticos más acreditados de la capital.
Otro gran cronista fue Carlos de Larra y Gullón, que ocultaba su parentesco con Mariano José Larra, bajo el seudónimo de “Curro Meloja”. Comenzó en el Heraldo de Madrid y escribía también en el semanario “Los Domingos”. Curro Meloja fue también autor teatral, taquígrafo del Senado y en 1940 jefe de la sección taurina de Radio Madrid, un pionero de la radio donde estuvo trabajando hasta su muerte en 1962. Ya en esos años anteriores a la contienda española, Curro Meloja polemizó mucho sobre el afeitado de los toros, un tema que como vemos se arrastra de lejos.
Maximiliano Clavo, cuyo seudónimo fue “Corinto y Oro”. Escritor lírico e impresionista, de grandes conocimientos, fue crítico taurino muchos años en La Voz. Se destacó como conferenciante florido, ameno y cotizado, actividad en la que se volcó tras abandonar la redacción del periódico. Tras la Guerra Civil, en 1944 reaparece como cronista en la revista “Toreros” pero ahora firma con el seudónimo “Un abonado de ayer”. En sus últimos años colaboró con el diario madrileño El Alcázar. A su muerte dejó una amplia obra basada en ensayos taurinos. El sevillano Manuel Sánchez del Arco “Giraldillo”, trabajó en El Noticiero de Sevilla como crítico taurino. Tras la Guerra Civil ingresó en el ABC. Publicó varios ensayos interesantes de temática taurina.
Alberto Vera López “Areva”, fundó en Madrid (1928) el semanario taurino La Crítica. Escribió también en el semanario Domingo y publicó varios ensayos importantes sobre el toro bravo, bibliografía que aun hoy en día es indispensable manejar para conocer a fondo el mundo del toro de lidia. De estos años hay dos críticos de la misma familia que adquirieron cierto renombre: Benjamín Bentura Sariñera y Benjamín Bentura Remacha, padre e hijo, “Barico” y “Barico II” respectivamente. El primero dirigió el semanario La Fiesta Española, y fue crítico de El Alcázar y El Debate (1932). Tras la Guerra Civil fue el crítico taurino de la Agencia Logos de Madrid y colaboró también en El Ruedo.
Superviviente de la Guerra Civil fue Carlos Revenga “Chavito”, que trabajó en La Nación y más tarde en El Alcázar. También José Díaz de Quijano que firmaba con el seudónimo “Don Quijote”, escritor, novelista, sainetero y escritor de zarzuela, fue crítico taurino de la revista “La Fiesta Brava” de Barcelona. Dejó escritos varios ensayos importantes sobre la Fiesta taurina. Hay que recordar al periodista bilbaíno Julio de Urrutia, polémico, claro, honesto y cargado de sinceridad siempre, escribió en el diario Madrid y La Actualidad Española, publicaciones en las que fue crítico taurino. Dejó muy buenos ensayos de tema taurino como “Los toros en la Guerra española”, “Los sustitutivos en el toreo”, “La despedida de Manolete”, etc...
En Barcelona comienza su carrera profesional Ventura Bagües Nasarre “Don Ventura”. Pasó después a Madrid donde dirigió “Sol y Sombra”. En Barcelona fue crítico en Día Gráfico y después de la guerra en La Hoja del Lunes. Llegó a ser considerado un auténtico maestro en lo suyo, erudito y estudioso taurino, dejó una obra de mas de 20 volúmenes sobre la Fiesta de los toros. Coetáneo a “Don Ventura” fue “Uno al Sesgo”, seudónimo de Tomás Orts y Ramos, que como dijimos en el capítulo anterior hizo durante unos años el anuario Toros y Toreros que comenzara a publicar a principios de siglo Manuel Serrano “Dulzuras”. Dejó escritos varios ensayos taurinos de interés. Fue un auténtico historiador taurino. De Zaragoza fue Ramón de la Cadena y Rualla que firmaba con el seudónimo “Don Indalecio”. Con 16 años era ya corresponsal del semanario taurino El Miura de Barcelona y más tarde de El Liberal Taurino y de Palmas y Pitos de Madrid. En realidad fue fiel colaborador de todas las publicaciones taurinas del país. Murió en 1965 dejando escritos muchos ensayos taurinos. El castellonense Federico Almela Vives escribió en el semanario Dígame. Dejó diversas obras y ensayos escritos. Fue un auténtico estudioso del “toreo cómico” tema sobre el que hizo importantes aportaciones históricas.
Todos estos periodistas, ya desaparecidos, se formaron técnica y literariamente en el toreo de antes de la Guerra Civil. Ejercieron por tanto su oficio en la etapa anterior a los años de la “decadencia del toro”, en la década de los cuarenta y que vino como consecuencia de la contienda civil española en la que casi estuvieron a punto de desaparecer las ganaderías de toros bravos. Todos estos periodistas fueron, después de la Guerra Civil, críticos e intransigentes hacia el toro disminuido de fuerzas y de poco peso. Denunciaron los retoques en los cuernos de los toros que ya se hacían habituales en la Fiesta, tanto que este polémico tema dividió a los cronistas taurinos españoles en dos claros grupos enfrentados: los “torístas” y los “torerístas”, aunque a estos últimos se les llamó también “derrotistas”. Todos estos periodistas taurinos que hemos mencionado, tuvieron la dificultad de vivir y trabajar entre dos épocas del toreo bien distintas, una circunstancia bien difícil para unas personas que tuvieron que juzgar con su objetividad y criterios propios, una realidad taurina cambiante y contradictoria producida en apenas cuarenta años: la del toro bravo y con trapío frente al toro disminuido y afeitado.
(Continúa mañana)
Ni opiniones ni peticiones ni insultos, al menos por ahora (me refiero a las dos primeras opciones; insultos, jamás). Sólo un saludo. Me he encontrado su blog con la misma sorpresa, alegría y esperanza con que un náufrago encuentra un mensaje dentro de una botella en la arena limpia de su pequeña isla con una única palmera. Guardo el papel, escribo éste, lo introduzco en la botella y la vuelvo a lanzar al mar, por si llega a alguien. Aunque sólo sea para que sepa que seguimos solos, añorantes de nuestro propio pasado, y, a veces, profundamente tristes, más por la soledad que por la imposibilidad de que vuelva ese pasado truncado. Mi isla se llama Cataluña. Un saludo emocionado a quien quiera que sea que encuentre la botella.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar