sábado, 1 de mayo de 2010

ANTROPOLOGIA DE LA FIESTA Y SU INFLUENCIA EN LA CULTURA HISPANICA (Capítulo V)


Por El Zubi
Otro aspecto muy importante de la Fiesta de los Toros es el edificio arquitectónico que la alberga: las Plazas de toros.  Hemos visto como en el siglo XVIII se produce un cambio radical: del juego mas o menos espontáneo pasamos al espectáculo. Los protagonistas ya no son los nobles a caballo lanceando al toro, sino gente del pueblo, profesionales, toreros de a pie que comienzan a tener un contacto directo con la fiera. Ahí nace en realidad la Fiesta tal como la entendemos  en el sentido moderno de la palabra, y este cambio requiere un recinto especial para este espectáculo. En los siglos XVI y XVII los toros se lidiaban en las plazas mayores de las ciudades. Plazas que eran cuadradas o rectangulares. Los toros cuando estaban heridos y mermados en sus fuerzas buscaban refugio en los ángulos de estas plazas, y allí era muy difícil lidiarlos. El catedrático, historiador y barroquista Antonio Bonet  Correa dice  que “la plaza de toros es fruto de la Ilustración, tiene la geometría mas adecuada y perfecta para su uso y función”. La Ilustración fue el Siglo de las  Luces, los arquitectos comenzaron a diseñar este edificio arquitectónico de forma circular para adaptarlo a la verdadera función que tenían con el nuevo concepto del toreo a pie, el de lidiar a las reses bravas cuerpo a cuerpo, sin  darle oportunidad a los toros de encontrar ningún refugio ni ventaja frente al lidiador.
Pero lo que a mí mas me ha llamado la atención de las plazas de toros es su forma circular, estructurada en círculos concéntricos  de mayor a menor. Desde  la fachada externa, el tejado a dos aguas, la grada, los tendidos, la contrabarrera,  el callejón, la barrera, el ruedo y sus dos tercios. Son círculos, anillos dentro de otros anillos, de mayor a menor, que hace que el espectador se sienta parte de  un torbellino convergente, cuyo clímax es el torero y el toro, el sacrificio del tótem. Los toros es el espectáculo en el que se da una mayor concentración local, visual y psicológica, circunstancia que no ocurre en ningún otro espectáculo como puede ser el fútbol, las carreras de caballos o la opera. Incluso la faena del torero tiende a ser circular como la tendencia circular general del espectáculo. De esta forma, los espectadores  nos encontramos sensorialmente  predispuestos a la entrega incondicional al acontecimiento que estamos presenciando.
Curiosamente, Andrés Amorós  cree que para los españoles, sean apasionados o no a la Fiesta, la plaza de toros es una metáfora básica de nuestra existencia. Así lo vio también don Miguel de Unamuno, que no era precisamente aficionado a los toros, decía así: “Aquí, en esta plaza del mundo, en esta vida que no es sino trágica tauromaquia”. La Plaza de toros pues, siempre se ha visto como una metáfora de nuestras vidas, el escenario donde el hombre ve su vida y libra sus luchas contra los problemas y donde se reciben las “cornadas de la vida”
Además las corridas de  toros son un espectáculo que, curiosamente, necesita de la valoración cognoscitiva y colectiva del público  para  que pueda llegar a su plenitud. El espectador de los toros es parte necesaria para que exista  el acontecimiento, ya que el espectador es notario de lo allí acontecido, dando así autenticidad al hecho allí  acontecido.
Es un acontecimiento  que ha evolucionado hacia la espectacularidad a través de la belleza y en esto,  los toreros del Sur, siempre han influido más que los de ningún lugar de la península ibérica.  Al torero ya se le llama “artista” por reunir en sí mismo belleza y galanura ante la muerte. El toreo ha ido estilizándose del tal forma, que la burla y la aventura con la muerte se cumple dentro de los cánones estilísticos y movimientos acompasados. Lidiar dentro del concepto de la belleza, lo que entendemos  por “templar”. Llevar al toro “toreao” muy despacito con la muleta sin que llegue a tocar el trapo.
La Fiesta de los Toros por tanto, es el espectáculo mas nacional, o como lo calificó el poeta Federico García  Lorca : “la Fiesta más culta  que hay en el mundo”.  Una  pasión colectiva en la que comulgamos muchos y nos reconocemos como pueblo. Los toros son además cultura en sí mismos: impregnan  nuestro lenguaje,  nuestro pensamiento  y nuestra vida cotidiana, hunden sus raíces en el inconsciente colectivo. Las corridas de toros van unidas a ritos y mitos primitivos, son una manifestación  privilegiada de la peculiar existencia hispana. El mundo del toro no va unido a ninguna ideología ni actitud política, ni a una manera de ver  y entender la realidad. La Fiesta es a la vez popular, culta, española y universal,  y en eso creo yo, reside una de sus mayores grandezas.
La Fiesta de los Toros ha agregado además  un nuevo aspecto a las palabras que utilizamos para comunicarnos. Digamos que ha renovado el subsuelo plástico de su intuición. La trasposición del vocabulario taurino a las relaciones humanas, define el alto nivel de “acontecimiento” de este espectáculo y su influencia en nuestra concepción existencial. La plaza es  escenario de vida  y de muerte. Es la identificación de los aconteceres cotidianos de nuestras vidas con una corrida de toros.
(Continúa mañana)


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