Retrato de Fabrilo. Al lado chaquetilla del traje que llevaba el dia de su muerte (Museo Taurino de Valencia)
(1ª parte)
Por El Zubi
Se da como normal el hecho de que en nuestros días se este hablando continuamente en los mentideros de la rumorología taurina, si tal o cual torero es homosexual… incluso que haya burlas crueles en los tendidos de las plazas sobre su virilidad o presunta homosexualidad. Prefiero no citar nombres concretos, para no entrar yo también en ese odioso circulo de personas que llevan a cabo esa práctica de hablar mal del prójimo sin que hayan dado pruebas públicamente de ello. En todo caso lo que les quiero contar es que casos como estos no son nuevos y se vivieron nada menos que a finales del siglo XIX, con el torero valenciano Julio Aparici Pascual “Fabrilo”. De él dicen las crónicas de la época que era guapo, de buena planta, y de una belleza sin igual en el mundo taurino, aunque con unos gestos un tanto amanerados y en muchas ocasiones ambiguos. Por Fabrilo sentían autentica locura las mujeres que le veían pasear por las calles de Madrid o Valencia. Como la envidia es algo muy pernicioso, el éxito que tuvo con las mujeres hizo que en aquellos años comenzasen a circular murmuraciones masculinas sobre su presunta homosexualidad. Murmuraciones que él se encargaba de tirar por tierra cada tarde cuando salía a los ruedos. Un mundo este de los toros, siempre tan machista, no podía asimilar que un torero con tantos arrestos tuviera la etiqueta de maricón y que además tuviera un éxito extraordinario con las mujeres, como después veremos.
El caso es que Julio Aparici “Fabrilo”, demostró que no era homosexual. Hace años publiqué en estas mismas páginas, que murió a consecuencia de la cornada recibida en la plaza de Valencia en 1897. Curiosamente su centenario coincidió con el sesenta y cinco aniversario de la muerte del también valenciano Manuel Granero y el cincuentenario de Manolete. A Fabrilo lo hirió mortalmente el 27 de mayo del citado año un toro de José Manuel de la Cámara de nombre Lengüeto, pero en este mortal percance hubo un condicionamiento que también persiguió a Manolete: la animadversión de los públicos hacia el torero. La fiebre de los tendidos se debió al hecho de que Fabrilo mantenía una relación sentimental, un amor ilegal con la marquesa de Fuente el Sol, y el público de toda España había tomado partido por Pilar Teruel, la esposa burlada. Un sentimiento parecido al que ahora el pueblo siente hacia Belén Esteban y Jesulin de Ubrique. Esta circunstancia hacía que el público fuera con él mas exigente que con los demás toreros de la época, circunstancia por la cual el corría mayores riesgos en los ruedos que cualquier otro torero. Como el “chusmerío” de los circos romanos, el constante griterío de cada tarde exigió su inmolación y él un día, agotado por tanta incomprensión, se dejó matar.
Julio Aparici nació en el valenciano barrio de Ruzafa, el 1 de noviembre de 1866 y debió su apodo por haber trabajado en La Fabril, una industria valenciana de la segunda mitad del siglo XIX. Logró tener un cartel como torero en toda España y desde luego, su biografía está llena de claroscuros. Ya desde que trabajaba en La Fabril su inmensa belleza clásica de efebo griego, le creo fama de maricón entre sus compañeros. Era un hombre simpático y locuaz, y su simpatía en el trato con hombres, mujeres y jefes le creaba envidias constantes que desembocaron en su catalogación de homosexual. En la revista La Lidia se decía de él: “Toda su planta física, desde los pies, delicados y diminutos, hasta la cabeza, de negro, brillante y ensortijado pelo, era en él armonía suave y mesurada como la del fauno joven y delicioso”. Sin embargo en las litografías que sobre él se publicaron en La Lidia lo retratan con pelo liso y con una larga coleta natural. Pero el relato de su vida y su belleza han tenido cantores que llevados por su exaltación literaria, exageraron bastante su estampa de hombre provocador de deseos tanto femeninos como masculinos. En una crónica taurina de la época del periódico La Juventud de Castellón se dice de él lo siguiente: “la buena planta de Fabrilo saca de sus casillas a muchas de nuestras pollitas. Les aconsejo que no lo tomen tan a pecho. Tienes por Fabrilo muchas simpatías y no es esto muy simpático a los ojos de nuestros pollos y hasta de nuestros gallos”.
Fabrilo debutó en Madrid un 27 de febrero de 1887, alternando en el cartel con Guerrita y Ecijano, y mató un novillo de Veragua y otro de Antonio Hernández. Las crónicas de la época (Sol y Sombra y La Lidía, concretamente) consultadas para poder contarles esta historia dijeron que había toreado lúcidamente con la muleta y que había banderilleado de forma magistral. Aquella tarde le dio un baño a Guerrita con el capote, muleta y, lo más sorprendente, con las banderillas, pero lo que quedó en el ambiente, según la crónica consultada, fue esta frase: “Tiene cara de mujer bonita”.
Es cierto que era un hombre con una gran sensibilidad pues hasta se diseñaba él mismo sus propios trajes de torear, elegía los colores y la combinación de estos. El día que lo mató el toro Lengüeto (de la ganadería de José Manuel de la Cámara) vestía de grana y oro y cuando apareció por la puerta de toriles, creó auténtica sensación entre el público, fundamentalmente entre las mujeres. Lo curioso del asunto es que su hermano pequeño, el novillero Paco Aparici murió el 30 de abril de 1899 al ir a banderillear y llevaba el mismo traje de grana y oro con el que encontró la muerte su hermano Julio. Casualidades… o cosas del destino…?. José María de Cossío dijo de Julio que “se distinguía por su elegancia y tacto en el vestir, causando admiración entre los espectadores los maravillosos trajes con los que se presentaba en las plazas”.
El caso es que Julio Aparici “Fabrilo”, demostró que no era homosexual. Hace años publiqué en estas mismas páginas, que murió a consecuencia de la cornada recibida en la plaza de Valencia en 1897. Curiosamente su centenario coincidió con el sesenta y cinco aniversario de la muerte del también valenciano Manuel Granero y el cincuentenario de Manolete. A Fabrilo lo hirió mortalmente el 27 de mayo del citado año un toro de José Manuel de la Cámara de nombre Lengüeto, pero en este mortal percance hubo un condicionamiento que también persiguió a Manolete: la animadversión de los públicos hacia el torero. La fiebre de los tendidos se debió al hecho de que Fabrilo mantenía una relación sentimental, un amor ilegal con la marquesa de Fuente el Sol, y el público de toda España había tomado partido por Pilar Teruel, la esposa burlada. Un sentimiento parecido al que ahora el pueblo siente hacia Belén Esteban y Jesulin de Ubrique. Esta circunstancia hacía que el público fuera con él mas exigente que con los demás toreros de la época, circunstancia por la cual el corría mayores riesgos en los ruedos que cualquier otro torero. Como el “chusmerío” de los circos romanos, el constante griterío de cada tarde exigió su inmolación y él un día, agotado por tanta incomprensión, se dejó matar.
Julio Aparici nació en el valenciano barrio de Ruzafa, el 1 de noviembre de 1866 y debió su apodo por haber trabajado en La Fabril, una industria valenciana de la segunda mitad del siglo XIX. Logró tener un cartel como torero en toda España y desde luego, su biografía está llena de claroscuros. Ya desde que trabajaba en La Fabril su inmensa belleza clásica de efebo griego, le creo fama de maricón entre sus compañeros. Era un hombre simpático y locuaz, y su simpatía en el trato con hombres, mujeres y jefes le creaba envidias constantes que desembocaron en su catalogación de homosexual. En la revista La Lidia se decía de él: “Toda su planta física, desde los pies, delicados y diminutos, hasta la cabeza, de negro, brillante y ensortijado pelo, era en él armonía suave y mesurada como la del fauno joven y delicioso”. Sin embargo en las litografías que sobre él se publicaron en La Lidia lo retratan con pelo liso y con una larga coleta natural. Pero el relato de su vida y su belleza han tenido cantores que llevados por su exaltación literaria, exageraron bastante su estampa de hombre provocador de deseos tanto femeninos como masculinos. En una crónica taurina de la época del periódico La Juventud de Castellón se dice de él lo siguiente: “la buena planta de Fabrilo saca de sus casillas a muchas de nuestras pollitas. Les aconsejo que no lo tomen tan a pecho. Tienes por Fabrilo muchas simpatías y no es esto muy simpático a los ojos de nuestros pollos y hasta de nuestros gallos”.
Fabrilo debutó en Madrid un 27 de febrero de 1887, alternando en el cartel con Guerrita y Ecijano, y mató un novillo de Veragua y otro de Antonio Hernández. Las crónicas de la época (Sol y Sombra y La Lidía, concretamente) consultadas para poder contarles esta historia dijeron que había toreado lúcidamente con la muleta y que había banderilleado de forma magistral. Aquella tarde le dio un baño a Guerrita con el capote, muleta y, lo más sorprendente, con las banderillas, pero lo que quedó en el ambiente, según la crónica consultada, fue esta frase: “Tiene cara de mujer bonita”.
Es cierto que era un hombre con una gran sensibilidad pues hasta se diseñaba él mismo sus propios trajes de torear, elegía los colores y la combinación de estos. El día que lo mató el toro Lengüeto (de la ganadería de José Manuel de la Cámara) vestía de grana y oro y cuando apareció por la puerta de toriles, creó auténtica sensación entre el público, fundamentalmente entre las mujeres. Lo curioso del asunto es que su hermano pequeño, el novillero Paco Aparici murió el 30 de abril de 1899 al ir a banderillear y llevaba el mismo traje de grana y oro con el que encontró la muerte su hermano Julio. Casualidades… o cosas del destino…?. José María de Cossío dijo de Julio que “se distinguía por su elegancia y tacto en el vestir, causando admiración entre los espectadores los maravillosos trajes con los que se presentaba en las plazas”.
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